Reunir a la flor y nata de las empresas españolas junto a los agentes sociales y representantes de la sociedad civil, a fin de exponer la necesidad de unir fuerzas para combatir la enfermedad y la crisis, fue una buena decisión del presidente del Gobierno.

El día después de la conferencia de Pedro Sánchez, en medios informativos de la derecha se deslizaba un cierto afán de entrar en un juego moderado. Por otra parte, no hay que descartar que el vicepresidente Pablo Iglesias haya hecho algo de teatro, como líder de Unidas Podemos, en su oposición a Ciudadanos para mantener el tipo, pero no parece que, ni mucho menos, rompa la coalición de gobierno. Por tanto, Sánchez se habría salido con la suya.

Ojalá que esa actitud prime en las rondas de negociaciones que este miércoles emprende el presidente del Gobierno con los grupos políticos. Sin embargo, no parece que el PP lo asuma así y resulta un misterio a qué va Pablo Casado a la Moncloa si su partido ya ha anunciado que va a decir no a los Presupuestos Generales, y tampoco a la renovación, urgente ya, de organismos que han agotado su mandato como RTVE, el Defensor del Pueblo o el Consejo General del Poder Judicial.

En este último, al PP le ha venido de perillas la falta de reemplazo, pues mientras los vocales -con mayoría conservadora- se encuentran en funciones desde diciembre de 2018, han seguido aprobando a su gusto los nombramientos de jueces en distintos destinos. Se niegan los populares a la renovación alegando las críticas de Unidas Podemos a los jueces.

Pero, de fondo, debe pulular la rabia porque la ley que apresuradamente aprobaron los de Rajoy Brey, cuando estaban en el poder, para archivar juicios en base a limitar los plazos de la investigación de las causas, se ha quedado en agua de borrajas. Ahora, con la reforma que PSOE y UP han realizado de dicha ley, procesos como Púnica o los Papeles de Bárcenas continúan abiertos en los tribunales para inquietud de la formación que lidera Casado, que ya fue condenada una vez en la sentencia del caso Gürtel.

El PP juega a deteriorar la imagen del Gobierno, acusándole de inutilidad, de mala gestión e incapacidad para asumir la crisis a fin de que el mensaje cale a base de repetirlo. Teme que el Ejecutivo agote la legislatura. Lo que les suceda a los españoles al parecer importa menos. Por eso, la conferencia de Pedro Sánchez ha disparado las alarmas en la sede de Génova. Y es que, ha sido una jugada maestra.