Los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea han cerrado este miércoles un acuerdo político para la reforma de las reglas fiscales de la Unión Europea que, tras cuatro años congeladas por la pandemia, vuelven a limitar la deuda y el déficit de los Estados miembro. Este acuerdo tiene un gran acento alemán.

El pacto se ha forjado tras casi dos horas de reunión por videoconferencia y después de meses de discusiones sobre el marco de gobernanza. En la cita de este miércoles, una vez Italia ha retirado sus objeciones para contar con más margen fiscal para impulsar la transición ecológica de la industria, se ha despejado el camino al acuerdo a 27.

En un mensaje en redes sociales, la Presidencia española del Consejo ha celebrado lo que considera "otro hito histórico" durante el semestre español. El acuerdo de gobernanza "asegura estabilidad y crecimiento" y subraya que las normas son "equilibradas", "realistas" y "ajustadas a desafíos presentes y futuros". La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Comercio y Empresa, Nadia Calviño, ha destacado que las nuevas reglas "darán certidumbre a los mercados financieros y reforzarán la confianza en las economías europeas".

De lado de Países Bajos, la ministra de Finanzas, Sigrid Kaag, ha reivindicado que las normas dan una "base sólida para los presupuestos nacionales" insistiendo en que con el acuerdo se avanza en "una reducción de la deuda ambiciosa y sostenible" al tiempo que se fomentan las reformas.

Acuerdo tras las idas y venidas de París y Berlín

Este acuerdo llega menos de veinticuatro horas después de que Francia y Alemania, con sus ministros Bruno Le Maire y Christian Lindner al frente, protagonizaran un último encuentro en París este martes para resolver sus diferencias. Alemania, ayudada por países frugales de ideas afines como los Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca, insistió en que los ajustes debían ir acompañados de salvaguardias numéricas y homogéneas que garantizaran una reducción anual de los niveles excesivos de deuda y déficit.

Pero Francia, cuyo endeudamiento supera desde hace tiempo el umbral del 90%, se resistió a este enfoque de línea dura, argumentando que las normas automáticas serían contraproducentes, desalentarían las inversiones en sectores estratégicos y ahogarían el crecimiento económico.

Y han sido estas idas y venidas entre París y Berlín las que han dominado durante más de ocho meses de debate de la reforma, hasta el punto de que otros Estados miembro quedaron a la espera de un avance franco-alemán para luego continuar adelante.

Las claves del acuerdo

Se pedirá a cada Estado miembro que diseñe un plan fiscal a medio plazo para recortar su déficit a un ritmo creíble y situar la deuda en una "senda de reducción plausible". Los planes específicos de cada país se negociarán primero entre la Comisión y las capitales sobre la base de una "trayectoria técnica" proporcionada por Bruselas y aprobada posteriormente por el Consejo.

Los ajustes fiscales necesarios para alcanzar -o al menos acercarse- a las marcas del 3% y el 60% se llevarán a cabo a lo largo de cuatro años y podrían ampliarse a siete a cambio de nuevas reformas e inversiones.

La intención de la Unión Europea con las nuevas reglas fiscales es que sean menos rígidas que las anteriores y con un régimen sancionador para los incumplimientos o los procedimientos de déficit excesivos más asumible.

El objetivo es tener un colchón o margen de maniobra si vienen situaciones mal dadas, como ocurrió en la pandemia o en la crisis financiera de 2008. El corsé incluirá, por tanto, a los países que tengan más de un 1,5% del déficit, que tendrán que seguir reduciendo.