Armamento, migraciones y dependencia energética. Estos son los tres temas que han centrado un Consejo Europeo celebrado en Versalles (Francia) que, inicialmente, fue agendado por Emmanuel Macron en su condición de presidente pro tempore de la institución para debatir de forma informal sobre crecimiento, innovaciones y oportunidades resultantes de los fondos europeos y del panorama pospandemia que todo el mundo calculaba esperanzador.

Finalmente, la reunión de los Veintisiete, pensada como un paseíllo desde el que lanzar una campaña presidencial que se debatirá entre Macron y la extrema derecha, ha servido como antesala de un plan de operaciones que pasará por aumentar el gasto en Defensa, enviar más armamento a Ucrania y reducir la interdependencia energética que Europa arrastra con Rusia, suministrador de un 40% del gas que se consume en suelo europeo.

La receta ha quedado clara, la diplomacia en la unión se sigue practicando con una sola voz que habla en nombre del bloque y la escenografía del evento ha aumentado la categoría del evento: los acordes militares resonaban de fondo mientras Macron, en su condición de anfitrión, recibía a los presidentes uno por uno entre apretones de mano, rictus serio e indicaciones protocolarias sobre cómo iniciar una cumbre que se ha relatado como el paso cero de un nuevo escenario mundial en el que el viejo continente refuerce su influencia, ejerza su importancia en las relaciones diplomáticas y no cuente con tutelas en su forma de proceder.

Bajo el paraguas de la unión de los estados miembros, Europa ha lanzado un programa firme y decidido con el que marcar el futuro inmediato y a medio plazo tras el estallido de un conflicto en el que muchos recuerdan los paralelismos con la Guerra Fría. De hecho, el propio Josep Borrell, Alto Comisionado de la UE, ha recordado que desde entonces el gasto medio en defensa de los miembros de la UE se ha reducido notablemente, tal vez pensando en que en la era globalizada el potencial armamentístico y logístico de Estados Unidos era suficiente para revertir las debilidades propias.

No es de extrañar que de la reunión haya salido rubricado el compromiso de "invertir más y mejor en medios de Defensa y tecnología innovadora". Algo en lo que ha incidido el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, quien se ha conminado a alcanzar una inversión en defensa del 1,24% del PIB para el año 2024, a fin de avanzar de esta forma en los compromisos que exige la OTAN, pero lejos del listón del 2% que pide la organización militar. "Es donde los europeos estamos poniendo el énfasis. De lo que hablamos es de acabar con la fragmentación de la base industrial de Defensa", ha dicho, para recalcar que la clave es "gastar mejor" y generar "sinergias" entre países.

Además, y tal y como se ha ido avanzando en los últimos días, Versalles ha servido para afianzar el envío de más armamento militar para las tropas ucranianas, sitiadas en varias de sus ciudades principales e incapaces de asegurar el paso en los corredores humanitarios por el continuo fuego aéreo proveniente de los bombardeos rusos. “Incrementaremos en otros 500 millones nuestra contribución al apoyo militar a Ucrania", ha asegurado el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borell. “En tan solo unos días la UE ha decidido hacer un cambio de dirección facilitando medios militares", ha añadido, por su parte, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

España, país clave en la nueva logística del gas

A las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos, la marcha masiva de empresas con sede en Rusia, la inflación derivada de la guerra y la depreciación constante del rublo, el Kremlin ha encontrado la llave de su contraataque en el cierre del grifo del gas. La UE depende energéticamente de Rusia, quien suministra el 40% del que se consume, con especial incidencia en países como Alemania, y Vladimir Putin no ha dudado en provocar un incremento de los costes que no deja de ascender repercutiendo en el consumo de los ciudadanos europeos.

La búsqueda de nuevos países capaces de abastecer de suministros a la UE es constante. Países como Argelia, Arabia Saudí o Venezuela, hasta ahora repudiados en su mayoría por Occidente, se erigen como nuevos actores internacionales de vital importancia. Un papel que, en cierta forma, también puede jugar España por su capacidad de regasificación -nuestro país cuenta con 6 de las 20 plantas totales en Europa- y de almacenaje -España podría representar el 30% de la capacidad de almacenamiento de gas natural licuado, según datos de Enagás-.

El propio presidente del Gobierno, sabedor de la oportunidad que se le presenta, no ha dudado en tildar de “necesarias” las nuevas medidas puestas sobre la mesa. "El Gobierno hará todo lo que tenga en su mano para defender a la industria y a las empresas y que no sean rehenes del chantaje económico que somete Vladimir Putin a la UE", ha indicado, añadiendo que él mismo, en primera persona, iniciará en los próximos días una gira europea para aunar posiciones frente al auge de los precios de la electricidad.