Es el favorito de las encuestas, de los candidatos que quedaron relegados al ostracismo en la primera vuelta y de los mayores de 60 años residentes de las zonas más ricas del país de la moda. Francia vive este domingo su propio dèjá vu: cinco años más tarde, los aspirantes a alcanzar el Palacio del Elíseo volverán a ser Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Continuismo frente a rupturismo. Europa frente a nacionalismo. Moderación frente a ultraderecha.

Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron está cerca de repetir como presidente de la República de Francia. No solo por ser el candidato más votado en la primera vuelta, sino por ser la cesión de votos del resto de los aspirantes que pretendieron invertir el orden de un país que ha vuelto a apostar por el centrismo reformista y la pretendida ruptura de una promesa en blanco y negro: "Se abre una nueva página de lucha. Cada uno de vosotros se encuentra frente al muro de la decisión que debe tomar (...). Conozco vuestro enfado. No dejéis que os haga cometer errores que serían difíciles de reparar", afirmó Jean Luc-Mélenchon (Francia Insumisa). "Sabemos a quién no votaremos nunca. No debemos darle un solo voto a la señora Le Pen", insistió el candidato izquierdista, tercero más votado en la primera vuelta y en quien todos fijan sus miradas, sabedores de que de la capacidad de absorción de sus votantes puede depender una cita electoral que podría decidirse por apenas un par de puntos porcentuales.

No será fácil para Macron conseguir la confianza del grueso electoral de la Francia Insumisa. El presidente es el favorito entre las clases altas, especialmente entre los mayores de 60 años. Paralelamente, Le Pen obtiene el visto bueno de los ciudadanos comprendidos en la franja entre los 34 y los 55, mientras que Mélenchon es el favorito de los noveles en la práctica de ejercer el voto. Más sencillo será para el aspirante a revalidar el cargo en su segunda carrera por el Elíseo absorber a los partidos tradicionales en beneficio propio.

"Les pido con seriedad que voten en contra de la ultraderecha de Marine Le Pen con la papeleta de Emmanuel Macron", pidió abiertamente la socialista Anne Hidalgo (1,9 por ciento). “Es necesario bloquear a la extrema derecha”, añadió el ecologista Yannick Jadot (4,6%). “No puede llegar Marine Le Pen“, sentenció la conservadora Valérie Pécresse (4,8%). De izquierda a derecha, el mensaje es meridiano: más que por Macron, es necesario votar contra Le Pen. Únicamente el polemista ultraderechista Éric Zemmour (7,1%) rompió la sintonía abogando abiertamente por la hija menor de Jean Marie Le Pen: "Tengo muchos desacuerdos con Le Pen. Pero frente a ella hay un hombre que ha dejado entrar dos millones de inmigrantes, que no ha hablado de identidad en su toda su campaña y que lo empeorará todo si sigue en el poder. Apelo a mis electores a votar por Marine Le Pen".

Las tres vidas de Macron

Ni izquierda ni derecha. Ni rojos ni azules. Desde el centro y para toda la población francesa. Con este mensaje de transversalidad electoral y nueva política, Emmanuel Macron consiguió convertirse en 2017 en el mandatario más joven en coger las riendas de Francia desde Napoleón. Entonces tenía 39 años y su mensaje era más novedoso que su perfil: pese a romper el esquema electoral del país, abrir un espacio de largo recorrido para los partidos liberales y consumarse como la imagen de una nueva forma de hacer política en el Viejo Continente, Macron era un rostro conocido.

Nacido en Amiens, ciudad del norte de Francia, capital del departamento de Somme y de la antigua región de Picardía, el presidente francés ha sido capaz de reciclar sus actividades dando saltos entre lo teórico y lo bursátil: estudiante de Filosofía en la Universidad de Nanterre (París), este enamorado de las letras y las humanidades -compaginó sus estudios con una larga formación en piano- se convirtió en mano derecha del asistente del reconocido filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur. Años más tarde, este defensor de la filosofía “de acción” dio un volantazo de 180 grados a su carrera profesional convirtiéndose en banquero de inversión en Rothschild & Cie, donde logró grandes beneficios gracias a acuerdos de alto recorrido con transnacionales como Nestlé y Pfizer por unos 9.000 millones de euros.

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Como no hay dos sin tres, agotadas sus dos primeras vidas, este estadista francés, amante de la Unión Europea y plenipotenciario en la gestión de la segunda economía de los 27 decidió dar el paso a la política. Lo hizo de la mano del presidente socialista François Hollande, primero como asesor económico y posteriormente como ministro de Economía.

Todavía en las filas de Hollande, Macron puso en marcha Hollande lanzando su campaña en su ciudad natal, Amiens, un 6 de abril de 2016 en el que la estructura de partidos de nuestro país vecino aún desconocía que sería descabezada: "Refundar desde abajo, de manera sincera, auténtica, verdadera. La idea de este movimiento político es una dinámica: ante el bloqueo de la sociedad, intentar avanzar".

Europa, principal escudo de Macron

Hay un programa electoral y un legado. Y ambos se contraponen y ajustan como uno solo. Macron es continuidad, Europa, liderazgo y determinación en la voluntad de diálogo con el resto de sus homólogos europeos. Los franceses aplaudieron, al menos en el inicio de la invasión, el protagonismo de su presidente en la interlocución directa con Vladimir Putin y Volodímir Zelenski. También su papel en la Cumbre de Versalles, organizada por él en un origen como reunión informal y paseíllo previo a las elecciones nacionales y convertida por motivos contextuales en zona cero de actuación sobre la que cimentar un paquete de sanciones a Rusia que erigiese a Europa como un nuevo bloque indisoluble, no perecedero, unido y defensor del derecho al respeto fronterizo.

No es de extrañar que los grandes líderes de la socialdemocracia europea -el canciller Olaf Scholz, el presidente Pedro Sánchez y el primer ministro António Costa- hayan abandonado la imparcialidad que suelen demostrar en los procesos electorales externos pidiendo abiertamente el voto para el presidente francés en una tribuna publicada por El País. En su análisis, los tres mandatarios exponen un escenario en el que los franceses deberán escoger entre dos estilos antagónicos: entre "un candidato demócrata, que cree que la fuerza de Francia se amplía en una Unión Europea poderosa y autónoma" y una "una candidata de extrema derecha, que abiertamente se pone del lado de quienes atacan nuestra libertad y nuestra democracia, valores basados en las ideas francesas de la Ilustración".

Y es que Europa tiene una cuenta pendiente con Macron. Frente a Le Pen, quien se presentó en 2017 con la promesa de celebrar un referéndum para decidir sobre la continuidad de Francia en la Unión como primera medida, el presidente francés, junto a Ángela Merkel, ha convertido su mandato en una constante oda al europeísmo y los lazos comunes. En 2017, minutos después de que el recuento de votos ya predijese que no habría remontada de Le Pen, Macron dio su primer paseíllo presidencial bajo los acordes del himno europeo, rodeado de banderas azules y con un mensaje claro, que posteriormente trasladaría para cerrar su primera intervención como presidente electo: “Viva Francia y viva Rusia”.

Además, lo hizo en un momento en el que el Viejo Continente estaba siendo más discutido que nunca. La marca Europa estaba siendo discutida, y todos los referéndums importantes sobre su estabilidad habían sido perdidos. Pero Macron no dudó. Y desde entonces, el economista reconvertido en presidente se consumó como uno de los estandartes de esa idea de potenciación de los valores compartidos, del renacimiento de un sentimiento que, ahora, con Ucrania siendo bombardeada por orden directa de Vladimir Putin, hace del temor su mejor arma.

Puntos fuertes y débiles del favorito

Las encuestas le sonríen. En 2017, en la segunda vuelta, Macron consiguió imponerse a su contrincante con un sólido 66,1%. Todo indica que este domingo el resultado será más apretado: por el momento, el presidente y favorito permanece inalterable por encima del 55%, ampliando su distancia después del tenso cara a cara que les enfrentó el pasado miércoles y en el que, según todos los analistas, y pese a que ninguno de los dos oradores cometió errores flagrantes, la financiación rusa al Frente Nacional que Macron supo utilizar con destreza acabó desparejando la contienda.

Sin embargo, el balance de Macron durante estos cinco años no es positivo para los franceses. Las encuestas publicadas al respecto arrojan cifras que podrían acabar provocando, aunque no se espera, un cambio de poder en el Elíseo: mientras que más del 50% cree que su implicación en la guerra en Ucrania y su figura como hombre de Estado es admirable, otros temas como el control migratorio, la seguridad, el medio ambiente o el control de la deuda se le resisten. De hecho, un estudio realizado por Ifop y publicado por la JDD detalla que solo el 22% de los franceses apoya la gestión del presidente en los temas previamente mencionados.

“El 69% de los franceses cree que su poder adquisitivo ha disminuido, mientras que el 75% cree que el de todos los franceses ha disminuido. Una carga tanto más pesada de arrastrar cuanto que es uno de los temas citados como más decisivos, según los encuestados, para su voto en abril: se menciona en el 70% de los casos, solo por detrás de la salud (74%) y empatado con la lucha contra la inseguridad y la delincuencia”, reza el informe.

Con todos los puntos sobre la mesa, y el voto a Mélenchon como el principal deseado para decantar la balanza, los franceses encaran este domingo una elección crucial: Le Pen contará con el apoyo de los simpatizantes de Zemmour, Macron con la vieja guardia del sistema de partidos. Este 24 de abril, justo cuando se cumplen dos meses desde que estallase la invasión rusa en Ucrania, Francia elige: el estadista o la estratega, la continuidad o el fervor de lo novedoso, la moderación o la menor de los Le Pen.