El pasado fin de semana, Italia salvó un match ball. Se celebraron elecciones en Emilia Romaña y el ex ministro del Interior Matteo Salvini las planteó como un referéndum. La debilidad del Gobierno de coalición del Partido Democrático y el Movimiento 5 Estrellas necesitaba un balón de oxígeno y lo obtuvo gracias al resultado favorable.

Pero no solo Italia se jugaba el futuro en Emilia Romaña, también se lo jugaba Europa. El avance de la ultraderecha, a veces, parece inevitable. De hecho, ya ha gobernado en la misma Italia y sigue gobernando en otros países. En España, bajo la apariencia de acuerdo de investidura, marca la agenda de las Comunidades Autónomas en las que brindó su apoyo.

El año pasado, surgió en la ciudad de Bolonia un movimiento antifascista llamado Le Sardine (Las Sardinas), por la imagen de las multitudes que lograban convocar en sus distintas concentraciones. Para estas elecciones pidieron alta participación y el voto para el candidato de PD (Stefano Bonaccini). Ambos objetivos se cumplieron con creces.

Es emocionante la imagen de la plaza “VIII Agosto” con las Sardinas cantando el himno antifascista Bella Ciao. Porque de eso se trata, de evitar el avance de la ultraderecha con todas las armas democráticas que tengamos a nuestro alcance. Bolonia (junto a Livorno) es el bastión de la izquierda en el norte de Italia y ha estado a la altura.

Lo más preocupante es que la tendencia hacia la ultraderecha no solo crece, sino que se toma como algo natural. Como si no trajera consigo racismo, xenofobia, homofobia y machismo. Como muestra, las reacciones que ocasionaron algunas intervenciones en la gala de los premios Goya del pasado sábado: El actor y director Eduardo Casanova pidió apoyo para hacer “cultura antifascista”, lo que provocó la indignación de Iván Espinosa de los Monteros que se dió por aludido. Se podría decir que, de forma implícita, declaró ser fascista. Tampoco fue menor la crítica al premiado como actor revelación, Enric Auquer, que agradeció con el galardón a “todas las antifascistas”.

Particularmente graves fueron algunos titulares de medios conservadores, como el que trató a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, de accesorio de Pedro Sánchez, o el que dedicaron a la actriz Itziar Castro, poniendo de manifiesto su talla.

Para la derecha y sus medios afines, Pedro Sánchez no tenía que haber acudido a la cita, porque debía haber estado al lado de Juan Guaidó, el mismo que agradeció públicamente el apoyo a Santiago Abascal y a Vox.

Visto lo visto, podemos estar orgullosos de un presidente del Gobierno que se acerca a la cultura y se aleja de la ultraderecha.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com