Mariano Rajoy ha dicho este martes en su despedida que no hará "ningún cambio" ni en el PP ni en el Grupo Parlamentario durante el periodo de transición hasta que se celebre el Congreso Extraordinario que elija a su sucesor al frente del partido. Sus palabras son demoledoras para Soraya Sáenz de Santamaría, la que ha sido su todopoderosa vicepresidenta y a la que deja sin protagonismo político dentro del Congreso. La todavía vicepresidenta en funciones se queda como diputada rasa. Ni siquiera se le abre ahora la posibilidad de sustituir a Rafael Hernando como portavoz parlamentaria.

Mientras tanto, María Dolores de Cospedal deja el ministerio de Defensa pero conserva su poder en Génova, al menos de momento. En la caída de Rajoy, la guerra que han mantenido Sáenz de Santamaría y la Secretaria General del PP se salda claramente a favor de la última. Cospedal todavía puede manejar hilos de la sucesión desde su sillón de Génova. 

Dentro de partido, Sáenz de Santamaría no sólo no tiene ningún peso sino que cuenta con muchos enemigos. En este contexto, resulta significativo recordar las palabras de exministro de Exteriores José Manuel García Margallo del pasado lunes cuando se despachó a gusto contra ella y prometió que haría todo lo posible para que no fuera portavoz parlamentaria.