Vestida de blanco impoluto y con una actitud un tanto chulesca ante la prensa, la exlideresa, Esperanza Aguirre, ha comparecido ante la prensa a las 17:00 horas de este lunes para anunciar su dimisión como concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid y como portavoz del Grupo Popular en la Asamblea.

Hace cinco días, la Guardia Civil detenía al que fuera su delfín, Ignacio González. Dos días después, el juez Eloy Velasco decretaba para él prisión sin fianza e ingresaba en la cárcel de Soto del Real. Ahora, dos de las manos derechas de Esperanza viven en una prisión: Francisco Granados e Ignacio González.

Por todo esto y tras fuertes presiones que venían desde la mismísima cúpula de Génova, Aguirre ha presentado su dimisión porque: “No he vigilado todo lo que debía a Ignacio González”, ha reconocido.

“Ignacio González ha sido una persona de mi máxima confianza. Le conocí en los años 80 en el Ayuntamiento de Madrid donde era funcionario por oposición”, ha explicado para relatar como desde ese momento le ha acompañado a lo largo de su carrera. Secretario de Cultura cuando ella era ministra, vicepresidente cuando fue la lideresa y presidenta de la Comunidad de Madrid y siempre bajo sospecha.

Sin culpa, sólo por no vigilar

“En algunos momentos de mi presidencia, algunos medios le señalaron por hecho incorrectos. Yo le pedí explicaciones y él, en privado, me las dio de forma extensa y exhaustiva”, ha dicho Aguirre para explicar por qué confiaba en González.

Eso sí, “ahora me siento engañada y traicionada”, ha dicho. Y ha sido aquí cuando ha empezado a tirar balones fuera. Se va, pero no porque ella haya hecho nada malo, sino porque la mintieron y no supo ver lo que había.

“No vigilé más”, “Se demuestra que yo no vigilé todo lo que debía y por eso dimito del cargo político que ostento” como diputada del PP en el Ayuntamiento de Madrid y como portavoz del Grupo popular en la Asamblea.

Su norma: asumir responsabilidades

Según ha explicado Aguirre antes de abandonar la sala y no permitir que se le hiciera ninguna pregunta, antes de terminar su discurso de dimisión preparado y ensayado; ella tiene como norma asumir responsabilidades.

“Me lleva a asumir las responsabilidades que me corresponden por no haber vigilado a Ignacio González”. “Por no haber descubierto antes lo que ahora, tras años de investigación, han descubierto la Guardia Civil y el juez”. Nada más y nada menos que una trama de corrupción para desviar fondos públicos relacionados con el Canal de Isabel II.

Y tras lanzar uno de sus típicos dardos diciendo que en España “la justicia es demasiado lenta”, ha dicho que “como costumbre de conducta tengo como norma asumir todas mis responsabilidades” y por eso dimite.

Y lo hace por tercera vez: la primera fue en septiembre de 2012, por motivos personales dejó la Comunidad de Madrid; en febrero de 2016; hizo lo mismo, pero dimitiendo de su cargo de presidenta del PP madrileño ahogada de ranas en su charca personal.