Gestión contra el vacío propositivo. Así ha encarado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, su réplica a Santiago Abascal. El líder de Vox abrió el debate de la moción de censura, que cuenta con Ramón Tamames como candidato, con una línea argumental basada en la crítica a la coalición, exenta de iniciativas reales. El jefe del Ejecutivo vio el balón botando, aproximándose a su posición, y no desaprovechó la ocasión para rematar a bocajarro a portería: “¿Qué hubiera pasado si hubiese salido adelante la primera moción de censura de Vox?”. Pregunta retórica a la que sucedió el rosario de “avances progresistas” que PSOE y Unidas Podemos, en connivencia con los partidos que arman el bloque de la investidura, frente a la “nada más absoluta” que representa la ultraderecha y el Partido Popular, a quienes se ha referido como “sus socios de abstención”.

Ya se comentaba en privado desde el entorno del presidente y así ha sido. Sánchez se ha aferrado a los tres años de legislatura de la coalición y a una extensa lista de iniciativas legislativas -más de 200- en pos de los “avances sociales”. Un proyecto de país orientado a las clases menos favorecidas, en definitiva, de la mayoría de los españoles que da cobertura frente a las inclemencias de la pandemia del coronavirus y, con posterioridad, de la guerra en Ucrania. En lo relativo al conflicto armado, Sánchez ha recriminado a Abascal que ni tan siquiera lo mencionara en su discurso. “Me pregunto por qué no habrá aludido a Putin”, ha apuntado el jefe del Ejecutivo, en clara alusión a las relaciones de sus socios europeos con el autócrata ruso.

Sánchez ha retratado la estrategia que juega Vox, a quien acusa de no respetar a las instituciones ni al “juego democrático”. Retrotrayéndose a los momentos más crudos de la pandemia y al consiguiente confinamiento estricto, ha avivado la llama de una ultraderecha obcecada en “cortejar a los antivacunas” cuando fueron estas las que evitaron que el “horror” del Covid perdurara en el tiempo. Esta línea de acción ejemplifica, según el jefe del Ejecutivo, no solo la incapacidad de la ultraderecha para el “diagnóstico” sino también para la resolución de los conflictos. “Sólo saben señalar falsos culpables” y orientar el “odio y la frustración” hacia ellos.

Sánchez advierte a Feijóo de que su abstención no les saldrá gratis, sino que se trata de un "pago en diferido". 

Precisamente este modus operandi de Vox empuja a Sánchez a retar a su interlocutor y al resto de los asistentes a citar “tan solo una cosa sustantiva” que haya llevado la ultraderecha a las Cortes Generales. El presidente del Gobierno ha aprovechado para retratar la vacuidad propositiva de Abascal y de su formación, cuya herencia se circunscribe al “odio en las calles” y las “broncas e insultos” en las tribunas del Parlamento, amén de dos mociones de censura “estériles”. De hecho, remarca que su primera intervención ha estado exenta de todo proyecto en favor de puntales como el “cambio climático” o la “transformación digital”.

El voto cómplice del PP

“Vox es a la política española lo que la comida ultraprocesada a la dieta mediterránea: una propuesta sin contenido sustancial, con un discurso lleno de palabras saturadas y de mensajes perjudiciales para la salud democrática de nuestro país”. La metáfora le ha valido a Sánchez para calificar a la fuerza utlraderechista de ser poco menos que el “glutamato” de la política patria. Una suerte de “potenciador del sabor externo y radical”, aunque inocuo en sus intenciones de “conquistar el poder” por sí solos. He aquí donde entra en acción el Partido Popular. A juicio del jefe del Ejecutivo, los conservadores no son sino el medio de transporte para que las ideas de la extrema derecha parlamentaria lleguen a su destino.

La altisonancia argumental de Vox “impregna y arrastra” a Génova. Sánchez sospecha que impera el miedo en el Partido Popular a ser la “derechita cobarde” frente a la testosterona discursiva de sus socios y alerta de que “es justo lo que está ocurriendo”. Aprovechando el momento, ha advertido a los conservadores de que su connivencia con la ultraderecha en la moción a modo de abstención es un “pago en diferido”. “Les van a exigir un segundo pago”, ha proseguido al tiempo que recordaba el “breve momento de lucidez” del PP en 2020, cuando Abascal “salió trasquilado” de su rifirrafe con Pablo Casado.

En definitiva, Sánchez subraya que Vox busca que terceros actores hagan por ellos lo que “sus votos nunca le concederán”. “Me duele que lo vayan a conseguir”, ha rematado el jefe del Ejecutivo, que no ha soltado el hueso de la intervención de Casado en la moción de 2020. La divergencia de posturas de los conservadores provoca un estadio de “tranquilidad” en las huestes ultraderechistas, porque “la cosa pinta mejor” con un PP que al que la formación de Abascal tiene a “un paso de sí”. Eso sí, armando su discurso de ironía, ha implorado a su interlocutor que no se tome sus tesis como una “invitación” a presentar una tercera moción de censura antes de que acabe la legislatura.

Sánchez: "Vox es a la política española lo que la comida ultraprocesada a la dieta mediterránea"

De hecho, los caminos de Vox y PP se entrelazan en los malos agüeros, con predicciones que poco menos adelantan un “apocalipsis” que sitúa a España al borde del precipicio. Augurios que el presidente del Gobierno ha abordado como una “distopía” en la que tan solo hay hueco para quien compre los preceptos de “las derechas”, dejando al Ejecutivo de coalición como un “okupa” en Moncloa. Son alicientes que, a su parecer, no solo sirven de pienso para sus “feligreses”, sino que su magnetismo capta a un Partido Popular atemorizado de rezagarse en las tareas de oposición. Lucha testosterónica ajena a los diferentes escenarios. Por ello, afea a ambas fuerzas su sincronía para “tumbar” a la Administración aprovechando “la mayor calamidad de los últimos 100 años”.

Mismas políticas diferenciadas por el grado de “aspavientos”, aunque Sánchez resume que en esta parcela cada cual tiene “su propio manual”. Por ello, opta por enfocar la “meta compartida”, que no es otra que hacer caer un Gobierno al que le han negado su legitimidad, a través de un adelanto electoral. “Como si no la tuviera precisamente por los resultados en las urnas”, ha ironizado Sánchez, al tiempo que celebraba que, por fin y gracias a la Ciencia y al “compromiso de los españoles”, se está superando el contexto apremiante de estos últimos años de pandemia. “Es la única conclusión lógica de lo que está defendiendo Vox, su candidato y lo que sustenta el PP”, ha remachado.

La gestión como arma disuasoria

Desde un primer momento, el entorno del jefe del Ejecutivo trasladó que centraría el tiro en el proyecto del Gobierno de coalición. Es decir, en las más de 200 iniciativas legislativas que ha sacado adelante en estos más de tres años de legislatura. La gestión como arma arrojadiza frente a la “nada más absoluta”. Sánchez lo ha escenificado a la perfección, retomando el hilo de la moción de censura del año 2020, en un ejercicio de política ficción que ha dado paso a la sucesión de textos que han engordado el ordenamiento jurídico español, especialmente en términos de “avances sociales”.

El ciudadano medio como epicentro del discurso. Una política de mayorías frente a la querencia de las derechas por la protección de los “más poderosos”. “¿Qué hubiera pasado si Vox hubiese ganado la moción?”, se preguntaba el jefe del Ejecutivo a modo de prólogo de la retahíla de leyes que se avecinaba. Sin duda, el puntal argumental de Sánchez han sido las pensiones, un gasto que resulta “inasumible” para Partido Popular y Vox, aunque para los socialistas se presenta como un “derecho irrenunciable”.

La reforma del sistema de pensiones representa el último asidero social que ha alcanzado el Ejecutivo en el sprint final de la legislatura. Un texto fruto del entendimiento entre los agentes sociales, a excepción de la patronal y de un Partido Popular que sincroniza sus mensajes con la propia CEOE. Dos actores que, junto con Vox, dibujan una “España negra”. Así lo ha verbalizado Abascal desde la tribuna del Congreso de los Diputados, pero Sánchez lo ha desbaratado al evocar triunfos como la subida del Salario Mínimo Interprofesional, el Ingreso Mínimo Vital o la inversión en becas. Políticas, en resumen, diseñadas para potenciar la “igualdad de oportunidades”. Especial mención también a las cifras “récord” en materia de inversiones y en creación de empleo, con más de 100.000 puestos de trabajo nuevos.

El porqué de la moción

No obstante, Sánchez entiende que estos datos le resulten indiferentes a Abascal, porque la motivación de la presente moción es ajena a la gestión de un Ejecutivo. A pesar de que el ultraderechista argumentase desde la tribuna que hay “razones de sobra” no solo para censurar al Gobierno, sino también para convocar elecciones anticipadas. No obstante, desnuda el argumentario del jefe de filas de la extrema derecha parlamentaria, contraponiendo hechos y números.

Sánchez se pregunta si entre los motivos se encuentra la unidad de España, por una nueva amenaza del independentismo catalán. Sin embargo, los datos a los que alude evidencian todo lo contrario, dado que este asunto ha desaparecido de las principales preocupaciones de los españoles, además de que el apoyo al separatismo ha bajado del 40%. “Dónde hubo conflicto y confrontación hoy hay diálogo y convivencia dentro de la Constitución”, ha expresado.

Tampoco estima que esta maniobra responda a una operación para salvar la Carta Magna, dado que esta se cumple en todos y cada uno de los territorios del país. No obstante, al igual que la aldea gala de los tebeos de Astérix y Obélix, hay un reducto que “se resiste todavía y siempre” no al invasor, sino a dar cumplimiento a la Constitución: el Partido Popular. “Siguen bloqueando el CGPJ por primera vez en la historia durante más de cuatro años”, ha apostillado el jefe del Ejecutivo.

“Si no es por Cataluña o para salvar la Constitución, ¿será por la Economía?”, ha lanzado Sánchez, pero desmonta esta posible explicación en base las previsiones de la OCDE, una organización alejada de los postulados “socialcomunistas”. “Doblamos holgadamente las cifras de la Eurozona, siendo esta cinco veces superior a la que registrará Alemania”, ha explicado. Asimismo, ha remarcado que España ha redoblado sus exportaciones e incrementado hasta el millón los trabajadores en comparación con el escenario prepandémico.

¿Será entonces por la corrupción?”. Tampoco. Al menos así lo estima Sánchez, quien ha evocado el chiringuito que la Comunidad de Madrid del Partido Popular diseñó ex profeso para Santiago Abascal. Por lo tanto, si no es ninguna de estas razones, ¿cuál cree que es? La conclusión a la que ha llegado Sánchez es que la moción de censura es “coherente” con lo que representa. Es decir, la “nada más absoluta”.

Un “señuelo”

En el segundo envite, Sánchez ha acusado a Abascal de ocultarse tras el candidato Ramón Tamames. Cree que el jefe de filas de Vox utiliza al profesor como “señuelo” para ocultar su “infumable e impresentable proyecto”. No obstante, ha percutido en la idea de que la formación ultra es el “comodín” que necesita el Partido Popular para reimplantar sus “políticas regresivas” de 2013. De hecho, esboza que si se descuenta la “brutalidad” de sus ideas, lo que une a su partido con el Tamames y al propio PP es el frenazo a la “acción progresista” de la coalición y retroceder una década.

El líder del Ejecutivo ha asegurado al propio Abascal que con Tamames sí mantendrá un “debate sosegado”, augurando que sus palabras no tendrán más resonancia que entre el PP y los dos “tránsfugas” de Navarra Suma. Además, ha deslizado en diversas ocasiones que entre las virtudes del presidente de Vox no está la de “trabajar”. En cualquier caso, a pesar de los mensajes “regresivos” de la ultraderecha, Sánchez ha dejado claro que no habrá ninguna marcha atrás, pues ni el dictador Franco regresará al Valle de los Caídos ni la sociedad renunciará a los avances conseguidos.