Pedro Sánchez enfila la recta final del curso con todos – o casi todos – los deberes hechos. La coalición ha sacado adelante los últimos Presupuestos Generales del Estado de la Legislatura, en tiempo y forma, y lo ha hecho con 20 apoyos más que en la investidura (187 votos). Un respaldo que no se veía desde hace más de tres lustros. Un impulso para el presidente del Gobierno, que afronta ahora su unción como líder de la Internacional Socialista y se mete en el bolsillo uno de los dos ases en la manga que atesora para enfilar el año electoral potenciando su perfil lejos de las fronteras patrias. Para el restante hay que esperar hasta el segundo semestre del 2023, momento en el que asumirá la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

El pasado mes de septiembre, Sánchez anunció sus intenciones de liderar la formación que congrega a partidos socialdemócratas de todos los continentes. Todo salió a pedir de boca para el jefe del Ejecutivo patrio, pues accedió a la presidencia de la Internacional Socialista por la vía rápida. No se presentó ni un solo candidato alternativo para prestar batalla, por lo que en octubre se confirmó su elección. Sin embargo, no será hasta este mismo fin de semana cuando se celebre la solemne coronación, con Madrid como anfitriona de la investidura del primer español en asumir el máximo cargo de la agrupación.

Este mismo viernes, se ratificará a Sánchez como presidente de la Internacional Socialista en un cónclave que se extenderá a lo largo de todo el fin de semana, con sesiones de debate interno subdivididas en cinco grandes bloques: la paz y la democracia; la igualdad entre hombres y mujeres; una economía justa e inclusiva; cambio climático y el robustecimiento de los derechos laborales y digitales. Si bien ofrecerá un discurso el viernes, no será hasta el domingo cuando se firmen las preceptivas resoluciones que abrirán el camino de la era Sánchez al frente de la Secretaría General de la agrupación, relevando a Yorgos Papandreu.

El plan de Sánchez

El presidente del Gobierno se ha propuesto “continuar el legado” de dirigentes pretéritos como el que fuera canciller de Alemania Occidental entre 1969 y 1974, Willy Brandt. Sin embargo, el gran reto de Sánchez pivotará hacia la revitalización de una agrupación anclada en otros tiempos. Al menos así se pronuncian fuentes próximas a la Ejecutiva socialista, que lo ven como un gran activo de influencia a escala internacional.

Otra de las líneas maestras de Sánchez pasa por estimular y sincronizar las relaciones con los partidos socialdemócratas de África y América Latina. Precisamente en el sur del continente americano el progresismo ha resurgido de sus cenizas gracias al impulso de líderes como Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia, erigiéndose como primer presidente de izquierdas del país, o el triunfal regreso de Lula da Silva a la primera línea.

De vuelta al territorio Schengen, Sánchez espera atraer a la Internacional Socialista al otrora poderoso partido socialista alemán. El SPD vive un momento de plenitud después de que Olaf Scholz sucediera a Angela Merkel al frente de la Cancillería. La relación del presidente del Gobierno español con su homólogo teutón es de lo más estrecha, prueba de ello son los constantes contactos entre ellos y visitas oficiales. De hecho, España y Alemania escenificaron su sintonía en una cumbre bilateral de la que emanó un acuerdo de cooperación entre sendos estados.

Hay que retrotraerse hasta 2011, año en el que la SPD empezó a tambalearse en el fuero interno de la agrupación. Los socialistas alemanes eran reacios a la presencia de formaciones que ellos asumían como de “dudosa reputación democrática”. Las dudas germánicas se certificaron dos años después, cuando salieron de la alianza socialista para gestar la Progressive Alliance, un conglomerado de partidos laboristas, socialdemócratas y progresistas.

El otro gran as bajo la manga

La Internacional Socialista no es el único resorte que maneja el presidente del Gobierno para apuntalar y ensanchar su figura en el exterior. En el segundo semestre de 2023, pasadas las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo, Sánchez apuntará un nuevo cargo en su currículum.

En junio de ese mismo año, España asumirá el turno para presidir la Unión Europea, coincidiendo en el tiempo con un periodo preelectoral que culminará en diciembre de 2023, con la llamada a los ciudadanos para que las urnas diriman quién será el próximo jefe del Ejecutivo patrio. Desde el gabinete de Sánchez se engrasó la maquinaria el pasado mes de febrero, cuando se edificó el Comité Organizador de la Presidencia Española de la Unión Europa, cuya vida expirará el próximo mes de julio de 2024, momento en el que se entregue la memoria del mandato.

En Moncloa controlan los tiempos a las perfección. No es baladí el “momento decisivo” en el que entrarán los Veintisiete cuando España asuma la presidencia de la UE, dado que coincide con el horizonte de la legislatura europea. Una guinda al pastel de la que emanarán, a buen seguro, acuerdos en asuntos mollares que aún permanecen en discusión, como el tope del gas o la normativa fiscal comunitaria y que a la postre supondría un impulso para un Sánchez focalizado en las generales de final de curso