La deriva reputacional del antaño líder nacional de Ciudadanos, Albert Rivera, y hasta hace días presidente ejecutivo de un gran despacho de abogados, va como diría el castizo “de culo y cuesta abajo”.

El hombre que pudo cogobernar España, que pudo hacer de su formación una alternativa seria y real de gobierno y que tuvo en sus manos abrir hueco importante en el bipartidismo, ha acabado por su ego y soberbia fuera de la política, expulsado del mercado laboral y denostado por una mayoría de su ex votantes y la opinión pública.

Si se hizo famoso como candidato a la Generalitat de Ciutadans posando en septiembre de 2006 casi en bolas, 13 años después dejó en pelotas a su partido y 15 años más tarde está desnudo de equipaje laboral, al menos a día de hoy.

Ni gran político, ni prestigioso abogado. Hoy el único título que puede mostrar Albert Rivera es el de ser el novio de Malú. Eso le queda de los días de vinos y rosas, de aquellas semanas en que su partido, con él a la cabeza, aparecía el primero en las encuestas, de aquellos meses en los que protagonizaba portadas y abría televisiones y radios con sus declaraciones o iniciativas.

Ser pareja de Malú es todo un lujo y un galardón vital. Es, dicho sea de paso, algo envidiable. Es el novio de una de las voces más importantes de la música española, que ha vendido más de dos millones y medio de discos a lo largo de su carrera, Medalla de Andalucía, Premio Ondas a la “Mejor Artista del Año”, dos nominaciones a los Grammy Latinos y única artista femenina en conseguir llenar el Palacio de los Deportes de Madrid hasta en cuatro ocasiones en una misma gira, revalidando este hito en el año 2016. Es además una persona muy inteligente, discreta, sencilla y bella.

La deriva reputacional de Rivera en caída libre, política y profesionalmente, se salva en lo personal por ello. cuídelo señor Rivera, aprenda a vivir siendo telonero y acostúmbrese a que no siempre se puede ser el primero. Lleve con orgullo esta distinción que seguramente le hará que en el futuro se le recuerde más como el “novio de Malú” que por aquel político que pudo ser y no fue vicepresidente de Gobierno, o que tuvo en sus manos ser un gran profesional de la abogacía y dejó escapar la oportunidad que tuvo para lograrlo.