Más pronto que tarde los politólogos y los historiadores encontrarán las causas de cómo en muy pocos años una formación política como Ciudadanos ha podido dilapidar lo que casi desde sus orígenes fue una historia de éxito.

Como partido político Ciudadanos fue fundado en 2006 a partir del impulso de una plataforma cívica integrada por un grupo de profesores universitarios, intelectuales y otros profesionales procedentes de las filas de la izquierda y del progresismo, con la voluntad de plantar cara al nacionalismo catalán. Con Albert Rivera elegido como presidente y candidato, menos de medio año después de su creación Cs obtuvo su primer éxito electoral, con la consecución de tres escaños en el Parlamento de Cataluña, con cerca de 90.000 votos. Criticaban el vacío de representación existente en el espacio electoral de centroizquierda no nacionalista. Con esta adscripción en el espectro político Cs emprendió su implantación en el conjunto de España. En 2008 logró no obtuvo representación ni en las Cortes Generales ni en el Parlamento de Andalucía, y en 2009 tampoco la logró en el Parlamento Europeo. Se produjo ya entonces un primer bandazo ideológico en C’s, con su alianza electoral con Libertas, una agrupación ultraconservadora y antieuropeísta, realizada después de fracasar el intento de coalición con Rosa Díez y su Unión Progreso y Democracia (UPyD).

En 2012, en unas nuevas elecciones autonómicas catalanas, Cs triplicó su representación parlamentaria, logrando nueve escaños y más de 275.000 votos. En 2014 consiguieron por primera vez representación en el Parlamento Europeo, con casi 500.000 votos dos eurodiputados. En 2015 Cs se convirtió ya en el cuarto partido político español: obtuvo el 6.55% (más de un millón y medio de votos) en los comicios municipales y autonómicos de aquel año, ya en plena expansión territorial en toda España, con la consecución de una amplia representación institucional. Esta posición quedó ratificada en las elecciones generales celebradas aquel mismo año, con más de tres millones y medio de votos (13.93%) y cuarenta diputados. También en 2015 Cs, de nuevo con Albert Rivera como candidato, se convirtió en el segundo partido con representación en el Parlamento de Cataluña, con veinticinco escaños.

Quizá fue entonces cuando lo que había sido una historia de éxito se comenzó a torcer. Convertido líder indiscutido y todavía indiscutible de uno de los cuatro principales partidos españoles, Albert Rivera no supo, o no quiso, asumir el reto que se le presentaba. Pactó el apoyo de Cs a la investidura de Pedro Sánchez, pero una vez fracasada la investidura del candidato socialista por falta de apoyos, tras unas nuevas elecciones generales en 2016 se empecinó en mantener una equidistancia imposible. Tal vez contribuyó a ello el apoyo electoral, sobre todo en los comicios autonómicos catalanes de 2017, en los que Cs se convirtió en la primera fuerza con representación parlamentaria, con treinta y seis escaños y más de un millón cien mil votos a la candidatura de Inés Arrimadas. No obstante, aquel fue un éxito electoral sin consecuencias efectivas.

Con Albert Rivera al frente, Cs vivió sus últimos momentos de éxito en 2019. En Andalucía se convirtió en la tercera fuerza y gracias a su apoyo el PSOE, con Susana Díaz, se mantuvo en el poder en la Junta. En las elecciones generales de abril obtuvo más de 4,1 millones de votos y 57 escaños, entonces como tercera fuerza, pero en noviembre Cs, y en concreto Albert Rivera, sufrió un batacazo histórico: obtuvo solo el 6.79% (poco más de 1,6 millones de votos), apenas con 10 diputados. La dimisión de Rivera y su retirada de la vida política activa fue un gesto tan digno como impuesto por la rotunda derrota a la que condujo a su partido.

La esperada victoria de Inés Arrimadas frente a Francisco Igea como líder de Cs no hace más que cronificar la crisis de una formación política que surgió con un evidente afán de regeneración y renovación, pero que se ha mantenido sin otro rumbo que la desmedida ambición personal de Albert Rivera, aceptada por un reducido pero poderoso círculo de seguidores que, con Arrimadas a la cabeza, han impuesto una sucesión ininterrumpida de bandazos ideológicos y programáticos. Porque, ¿qué queda de aquel Cs teóricamente progresista y de centroizquierda, ferozmente antinacionalista, cuando pacta con la derecha más conservadora del PP y también con la derecha extrema de Vox, con discursos ultranacionalistas? ¿Qué quedará de Ciudadanos?