Un sentimiento de déjà vu invade Génova 13. Los últimos coletazos de la gestión de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid han dado alas a la presidenta regional. Ahora se lo cree y sabe que tiene la sartén por el mango tras angustiosos y largos meses achicando agua. Ayuso se ha crecido. Ahora luce musculatura con vehemencia, lo que ha desatado un vendaval que arrastra un rumor que en el Partido Popular ya conocen bien.

Isabel quiere ser Esperanza. Ésa es su ambición cortoplacista. Al menos así la dibuja su entorno. La presidenta madrileña se ve como la próxima Gran lideresa, recogiendo el testigo de su maestra, quien ya la aleccionaba en la época de Pecas.

El pasado lunes publicaba La Razón la guerra fría desatada en Génova en torno a la figura de Isabel Díaz Ayuso. El propio Pablo Casado, horas después de que la información viera la luz, negaba la mayor ante Susanna Griso. “Mi relación con Ayuso es excelente y la de Teodoro García Egea con ella, también”, despachó el líder del PP antes de enumerar las bondades de su gestión en Madrid.

Ayuso se quiere emancipar

Según el citado medio, la dirección nacional del Partido Popular ha puesto en marcha una maniobra que cercene de raíz las aspiraciones de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid quiere, como en su día Esperanza Aguirre, liderar también a la formación en la región, que ahora se encuentra en manos de una gestora comandada por Pío García Escudero.

Precisamente es el senador el preferiti de la cúpula genovesa a la Presidencia del Partido Popular de Madrid. La dirección nacional de la formación no desea ver a Ayuso con un mayor mando en plaza. Existen discrepancias más que palpables con la jefa del ejecutivo regional que nada tienen que ver con la sucesión del partido en Madrid. Más bien por su manera de entender la política.

Y es que, alimentada por los cantos de sirena de Miguel Ángel Rodríguez – convencido de acabará liderando a los conservadores a nivel nacional, Ayuso ya plantó cara a sus superiores en pleno verano. Antes de estas maniobras para sofocar a la presidenta regional, Génova ya se las vio y deseó con la lideresa cuando la relación con su socio de Gobierno (Ciudadanos) estaba próxima a su implosión.

Ya en mayo de este mismo, según pudo saber ElPlural.com, Isabel Díaz Ayuso mantuvo una reunión entre bambalinas con Santiago Abascal y Rocío Monasterio. Fuentes parlamentarias narraron a este periódico que la presidenta madrileña se vio con la portavoz de Vox en la Asamblea y el líder del partido a escondidas, con las cabinas de prensa como testigos silentes.

Unos meses después de este encuentro, mientras se sucedían los perennes tiras y afloja entre socios de Gobierno, Ayuso puso todas sus cartas sobre la mesa ante la cúpula. La presidenta regional descubrió su plan para disolver la Cámara autonómica y convocar elecciones, convencida de que alcanzaría con facilidad la mayoría absoluta con Vox y deshacerse del lastre de Ciudadanos.

En estos momentos, la credibilidad de Ayuso estaba en su suelo. Las palabras de apoyo público eran constantes, pero de puertas para dentro la situación era bien distinta. La jefa el Ejecutivo regional lanzó un órdago en el momento de mayor debilidad desde que recaló en la Puerta del Sol. Pero la situación ha cambiado y ahora es Ayuso quien tiene la sartén por el mango.

El escenario es diametralmente opuesto al se enfrentaba Ayuso hace escasamente dos meses. Con un sorprendente rejonazo en las cifras de contagios y la pandemia perdiendo fuerza, la lideresa luce músculo ante sus jefes, que no han dudado en poner engrasar los engranajes de una maquinaria que logre frenar sus ambiciones personales por convertirse en la nueva Esperanza Aguirre.

¿La nueva Aguirre?

El miedo en Génova reside ante la posible iteración de una nueva relación tensa con la persona que ostenta la Presidencia del PP en la Comunidad de Madrid, además de la jefatura del Ejecutivo regional. En su momento, fue Esperanza Aguirre la que se labró un nombre de oposición al jefe supremo de los conservadores, a la sazón, Mariano Rajoy.

Pero Pablo Casado quiere evitar que Ayuso siga lo pasos de su maestra y resalte aún más las dudas sobre su liderazgo en el Partido Popular, como le ocurrió a su predecesor. La historia se repite en las filas populares y por este camino no está dispuesto a pasar el presidente de la formación.

De hecho, en este momento sube un tercer protagonista al escenario, que convertiría en un calco la situación actual del PP con la acaecida hace poco más de quince años. Se trata de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, y cuyo nombre también estaba en las quinielas para presidir del Partido Popular de Madrid, aunque en agosto Casado le designó como nuevo portavoz de la fuerza conservadora, lo que le alejaría de esta carrera.

Las comparativas resultan alarmantes para Pablo Casado. En 2005, eran Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre los que libraban una batalla encarnizada por ser los primeros espada del partido en Madrid, aunque en realidad constituía un paso previo para alcanzar la cúpula de Génova.

Tres años más tarde, la relación entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre se volvió insoportable. Hasta tal punto que la ex lideresa llegó a promover un movimiento para expulsar al líder del partido en el Congreso de Valencia. Una situación insostenible que tensionó las relaciones entre Génova y su sucursal en Madrid y que, más de una década después, Casado quiere evitar.