El PP pide limitar el trato de sus diputados con los periodistas y quiere que la relación entre medios de comunicación y el partido pase, principal y únicamente, porque los primeros acudan a los equipos de prensa de la formación conservadora para plantear cualquier cuestión.

En la práctica, esto supone que el partido no lleve a cabo los habituales corrillos en el Congreso de los Diputados ni que se produzca interlocución entre las partes en el Senado. Habría sido el portavoz popular en la Cámara Baja, Miguel Tellado, el encargado de formalizar dicha petición el pasado martes en la reunión mantenida con todos los parlamentarios en la Cámara Alta -donde se aprobó reformar el artículo 49 de la Constitución para eliminar de la Carta Magna el término “disminuido”- y que presidió el líder del partido, Alberto Núñez Feijóo.

Voces de la formación, según informa en el día de hoy El Confidencial, confirman la solicitud de Tellado, quien trasladó a los miembros del PP que no conviene hacer “pasillos", "sin orden ni concierto”, a la vez que pidió trabajar a los equipos de prensa y sus jefes: de cúpula, grupos parlamentarios, etc.

Algunas de las personas que participaron en la reunión no ocultaron su sorpresa ante esta solicitud, y es que consideran que con esa idea Génova pretende controlar a la formación a todos los niveles y blindar la figura del líder gallego.

También sorprenden las formas

En el seno del PP sorprende, no solo el fondo de la cuestión, sino también las formas, ya que no es habitual que un anuncio de este tipo de haga públicamente. Por el contrario, se suele llevar a cabo con formas menos directas para ello y, en ocasiones muy concretas, obedeciendo así, por ejemplo, a la manera en la que el PSOE pidió a sus diputados no opinar sobre la amnistía y, de algún modo, que las negociaciones con Junts se llevaran de la manera más discreta posible para no alterar los resultados de las mismas.

“Versos sueltos”

En Génova consideran que el PP atraviesa un buen momento o, al menos, mejor que cuando, contra lo que dictaban las encuestas, se quedó fuera de la Moncloa. Así las cosas, los populares, habiendo superado ya el claro momento de crisis al que tuvieron que hacer frente después de que las urnas no le dieran los votos necesarios para gobernar y en plena pugna en la ultraderecha, no están, objetivamente, como después del 23 de julio.

A ello hay que sumarle los cambios en la cúpula con los que Feijóo ha intentado reforzar al partido y que éste se sitúa, por lo mencionado también respecto del partido de Santiago Abascal -a menos es lo que intenta- como única defensa válida del Estado de Derecho que, en palabras del propio presidente del partido, el Gobierno y sus socios están resquebrajando con sus acuerdos con Junts.

Sin embargo, y aunque tampoco escapa a la sorpresa de algunos miembros de la formación, la idea que intentan transmitir es que el intento de control de la formación no es algo nuevo y que no tiene que ver con que Feijóo intente escapar a las críticas, sino porque algunos pueden opinar sin tener todos los datos al alcance.

En otro orden de cosas, el hermetismo en torno a la figura del gallego viene siendo habitual desde que éste sustituyera a Pablo Casado en el cargo -aunque la práctica también era habitual con su antecesor-. Dentro del partido hablan de “vía gallega”, como señala el medio mencionado, para ironizar con este modus operandi: Básicamente se trata del máximo cuidado posible y un trato muy minucioso de la información -que algunas delegaciones territoriales y parte de los grupos parlamentarios lamentan- a la hora de comunicar decisiones no solo a los medios, sino también entre el propio partido con cuestiones que tienen que ver con decisiones acerca de la remodelación de equipos, elaboración de listas, etc.

Un ejemplo claro de este ocultismo, histórico, se produjo en la votación para elegir presidenta del Congreso, que Vox terminó por no apoyar ya que el PP no favoreció que un miembro de la ultraderecha formara parte de esta Mesa. La decisión no se había comunicado a la inmensa mayoría del partido.

Lo mismo sucedió con la propuesta de disolver formaciones que planteó en su enmienda a la amnistía. El propio Feijóo se vio obligado a matizarlo después del anuncio de Tellado, mientras desde el partido surgen voces críticas con la propuesta, asegurando que les acerca a Vox. Y otro ejemplo más, aunque éste es algo menos claro: la definición del gallego acerca del “encaje” de Cataluña en el España, que tampoco sentó muy bien a algunos miembros del partido.