El Partido Popular muestra un nulo talante democrático al pretender imponer a Pedro Sánchez pactos de investidura, como si los ganadores de las elecciones hubieran sido los propios populares. Pactos, por cierto, imposibles. Además, en un alarde de cinismo, exigen luz y taquígrafos durante las reuniones que mantenga el presidente en funciones con sus eventuales futuros socios.

Los de Pablo Casado no acaban de encontrar su sitio y la deriva parece no tener fin. No entienden que, cuanto más se acerquen a Vox, más votantes se trasvasarán al partido de la ultraderecha. Están en manos de los radicales, dependen de ellos y se han echado al monte. Particularmente sangrante es la situación en Madrid. Allí ni siquiera se dignaron a estudiar la propuesta de Íñigo Errejón –Más Madrid fue la lista más votada en el municipio- de aprobar los presupuestos, con un acuerdo de mínimos, y así no depender de Vox. Antes bien, se han sumado a la campaña de acoso y derribo a la izquierda.

Hace unas semanas, Javier Ortega Smith, después de reventar los actos contra la violencia machista, se presentó en la Junta de Chamberí. Allí le esperaban un grupo de mujeres con pañuelos morados en alto, al grito de “fuera fascistas de las instituciones”. El popular Javier Ramírez, presidente de la junta, las desalojó por falta de respeto a los representantes.

El mismo concejal, ayer no vio falta de respeto a los representantes del PSOE y de Más Madrid, cuando presuntos vecinos de la zona interrumpieron en varias ocasiones sus intervenciones, al grito de asesinos, ladrones, terroristas, entre otras lindezas. Los concejales de izquierdas se vieron obligados a abandonar el recinto.

Ese PP, entregado a la ultraderecha, ha vivido su semana grande. Además de avalar, implícitamente, los insultos a los concejales de izquierdas, ha consumado la sustitución de las placas del cementerio de la Almudena, en honor a fusilados por el franquismo, por otras en las que muestran su vergonzosa equidistancia. La mano que mece la cuna es la de Vox.

Vox es ese partido del que fue apoderado en las últimas elecciones generales el empresario que abandonó el cadáver de un inmigrante que trabajaba en negro para su explotación olivarera. Ese empresario es uno de los que clama por las devoluciones en caliente, por ejemplo, se supone que no de todos los inmigrantes, porque a algunos los necesita para sus plantaciones.

El acercamiento permanente de los de Casado a Vox, es el acercamiento al fascismo y la xenofobia, y los 88 diputados actuales podrían volver a ser 66 o menos en próximas elecciones, si siguen por ese camino.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com