Hay personas que con el paso del tiempo refuerzan sus convicciones. Es una honra para ellos porque contribuyen a vertebrar una guía que puede ser muy útil a la sociedad. Es el caso de Carlos Jiménez Villarejo, que fue fiscal general anticorrupción.

El sábado pasado se presentó ante el palacete del consulado de Rusia en Barcelona, situado en el barrio de Pedralbes, al pie del parque natural de Collserola. Le seguían un grupo de personas que querían mostrar su oposición a la invasión rusa de Ucrania.

Ante esa sede consular, Jiménez Villarejo leyó un manifiesto en el que destacaba “la gravísima violación de los Tratados Internacionales, de los derechos humanos y de la paz mundial, además de una agresión violenta a un Estado soberano”.

Al terminar, según algunos asistentes, determinados Mossos D’Esquadra presentes en el acto se acercaron al protagonista y le preguntaron en tono de amonestación: “¿Sabe usted lo que es el orden público?”. Habían pinchado en hueso.

Villarejo miró hacia el plácido entorno que le rodeaba, donde solo se veía a sus acompañantes, y respondió: ¿Orden público? Aquí quienes están afectando al orden político mundial son los propietarios de este edificio, que ha pasado de ser una sede diplomática a un cuartel general. 

Quienes estuvieron allí, cuentan que el antiguo fiscal anticorrupción soltó un magnífico mitin para los agentes policiales autonómicos e incluso para un par de hombres vestidos de paisano, que podrían pertenecer a algún servicio de inteligencia español.

El exfiscal anticorrupción proclamó también que el Gobierno autoritario y fascista de Rusia bajo el mandato de Putin -formado en el KGB soviético-, solo merece una absoluta repulsa que debería conducir, con independencia de lo dispuesto en los tratados internacionales, a que fueran juzgados como “criminales de guerra y responsables de los asesinatos masivos cometidos desde el inicio de la invasión.”

El jurista también apeló a la indefensión de la ciudadanía ucraniana e instó a la Corte Penal Internacional a investigar los crímenes de guerra y lesa humanidad que puedan estar produciéndose por parte Putin y los dirigentes políticos rusos.

Curtido en las dificultades que tuvo que afrontar en su vida profesional y personal, Villarejo militó en la oposición antifranquista desde 1970. Desde 1962 fue fiscal de carrera ejerciente en la Audiencia Territorial de Barcelona. En la década de los 80 interpuso una querella contra Jordi Pujol por el caso Banca Catalana.

En 1995 fue nombrado máximo responsable de la Fiscalía Anticorrupción hasta que José María Aznar, poco amigo de quien metía las narices en determinadas cuestiones, decidió cesarlo. Aunque jubilado, se le ha visto en todas las causas en las que ha hecho falta su voz.

Desde el principio del conflicto, Jiménez Villarejo ha insistido en sus misivas de protesta a las autoridades rusas, denunciándolas en todos los foros posibles. Ahora, a sus 86 espléndidos años, no ha tirado la toalla y sigue batallando contra la injusticia. Todo un ejemplo.