El PSOE cocina a fuego lento los votos favorables para una investidura de Pedro Sánchez para la que aún no hay fecha. Las negociaciones con el independentismo, especialmente el catalán, se mantienen en punto muerto, con la amnistía como eje vertebrador para cambiar el ‘no’ de Junts y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en un ‘sí’ a cuatro años más de Gobierno progresista. Los neoconvergentes tensan la cuerda y según apuntan diversos medios de comunicación, han subido el precio de su voto, incluyendo entre sus exigencias un mediador internacional. No contentos con la designación de esta figura, posan también no olvidan el acuerdo de PP, Podemos y PSOE para ungir a Jaume Collboni como alcalde de Barcelona y posan sus ojos sobre el Ayuntamiento. También el PNV aprieta con la “cuestión nacional vasca”. Mientras tanto, en EH Bildu, airean su apoyo incondicional al Partido Socialista.

Los socialistas avanzan en las conversaciones con el independentismo, dando pasos adelante en la confección de la ley de amnistía. La demanda principal de Junts y ERC va tomando forma a buen ritmo, pero las negociaciones no siguen el curso que esperaban en Moncloa. La formación que lidera Carles Puigdemont desde Waterloo (Bélgica) ha encarecido su apoyo. Con el perdón generalizado no es suficiente y exigen la creación de una figura de calado internacional que vele por los acuerdos entre sendas fuerzas políticas. Una suerte de mediador al que se oponen en Ferraz y que complica la construcción de los puentes con el nacionalismo tanto catalán como vasco, pues desde el PNV, pese a no desear una repetición electoral ni querer “tensionar la política”, recogen el guante de sus homólogos catalanes y reavivan el debate sobre el reconocimiento de Cataluña y Euskadi como naciones, tal y como recoge la Constitución. Un nuevo aderezo que añadir a la sopa primordial de la nueva legislatura, pero sin concretar en exceso.

Cuestión "nacional"

El propio Puigdemont resucitó un fragmento de su comparecencia del 5 de septiembre en sus redes sociales, dando a luz a un mensaje desconcertante. “Cataluña es una nación, una vieja nación europea, que ha visto atacada su condición nacional por los regímenes españoles desde 1714, hecho por el cual ve en su independencia política la única manera de continuar existiendo como nación”, escribió el ex president de la Generalitat. Este mensaje brotó de la plataforma X, antes conocida como Twitter, después de que en el diario La Vanguardia recogieran que en la negociación había emergido la condición de Cataluña como “minoría nacional”; epíteto de difícil digestión para los socialistas al carecer de robustez jurídica. Cabe señalar que, al menos hasta la fecha, el independentismo catalán se ha negado a acordar una reforma del Estatut, escenario idóneo para adquirir la citada definición.

Mientras Puigdemont dejaba sus palabras a merced de la interpretación y la especulación, Andoni Ortuzar, jefe de filas de los nacionalistas vascos, aseguró en Radio Euskadi que es el momento de afrontar un debate sobre la “cuestión nacional vasca”. El líder jeltzale expresó su deseo de eludir la repetición electoral y, por supuesto, de no tensar la cuerda en el escenario político. Sin embargo, sugirió que ya es hora de “llamar a las cosas por su nombre”. “Creemos que Euskadi es una nación, tiene todos los atributos para constituirse y reconocerse como nación, y es el momento de empezar a hablar. Al final seremos vascos y catalanes quienes auparemos a Sánchez en otro mandato en La Moncloa. Es lógico que las cuestiones de quienes te han llevado hasta allí estén en el debate político”, expresó.

Las dos fuerzas más visibles de la derecha nacionalista vasca y catalana juegan sus manos, forzando la maquinaria hasta la extenuación, aunque sin imponer el reconocimiento como nación como condición sine qua non. En este punto también se sitúa ERC, en plena batalla por la hegemonía nacionalista con Junts. Los republicanos no quitan ojo a sus socios en el Parlament y rivales en unas elecciones catalanas que ya se vislumbran en el horizonte. No obstante, Esquerra mete presión en cuestiones sobre inversión, financiación y especialmente en el marco competencial; donde incluyen la gestión total de los trenes cercanías y un acuerdo que haga factible la reducción de los 22.000 millones que la Generalitat cifra como déficit fiscal.

Lo cierto es que tanto Junts como ERC remarcan que quedan muchos temas pendientes sobre el tapete y apuestan por acelerar al máximo para poder cerrar los convenios en los márgenes fijados por la Constitución. Un escenario del que se han destendido en EH Bildu. Los aliados de los republicanos van por otro camino. La fuerza abertzale le trasladó a los socialistas que están dispuestos a renunciar a toda condición o línea roja. Su prioridad es evitar un nuevo paso por las urnas, lo que implicaría una segunda oportunidad para la derecha. Un escenario que en ningún caso desean en la formación que dirige Arnaldo Otegi. Asimismo, entienden que esta postura abonaría el camino hacia una legislatura colmada de pactos con vistas a Euskadi y abriría la puerta a una posible moción de censura en Pamplona.

Barcelona, oscuro objeto de deseo

En Junts todavía no ha cicatrizado la herida del Ayuntamiento de Barcelona. Los neoconvergentes no superan que Partido Popular y Barcelona en Comú cedieran sus votos al candidato socialista, Jaume Collboni, para investirle como alcalde de la Ciudad Condal. Este punto adquiere una especial trascendencia en las conversaciones con el PSOE. La formación soberanista ha establecido el foco en el consistorio barcelonés, más allá de las presiones por la ley de amnistía. Según detalla El Mundo, se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de la alternancia de poder en el Consistorio dentro del marco del pacto de la legislatura.

La pérdida de Barcelona fue un golpe muy duro para los neoconvergentes. La actitud de Xavier Trias, candidato de Junts, en aquellos días fue esclarecedora. Revés de difícil digestión, máxime cuando la unción de Collboni se cimentó con el apoyo de los conservadores y los de Ada Colau. Junts ni olvida ni perdona esta operación, lo que complica en cierto modo las conversaciones con la formación soberanista.

No obstante, y a pesar de este escenario de desaceleración, el sentimiento en Ferraz y en Moncloa es positivo. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, transmitió a los suyos su “optimismo” para sacar adelante la investidura. El también secretario general de los socialistas se mostró confiado, pero remarcó la “complejidad” del proceso de conversaciones con las fuerzas independentistas. Así las cosas, en el cuartel general del PSOE encapsulan estas tiranteces en la coyuntura propia de una negociación, guardando como oro en paño cualquier tipo de avance. “Prudencia, discreción y transparencia en los acuerdos”, resumen reiteradamente resortes del partido.