"Este Gobierno no va a caer. Tendremos muchas discusiones y no estaremos de acuerdo en muchos temas, pero el Gobierno va a acabar la legislatura". Pablo Iglesias se mostró así de contundente sobre el futuro de la coalición, este domingo en el programa Salvados, para desencanto de la derechona.

Una vez más, el vicepresidente ejerció de equilibrista cuando añadió que las diferencias se plantean solo en el Consejo de Ministros y que desembocan en una “unidad de acción gubernamental dentro de esas diferencias”.

Su vía de escape para dar voz a sus opiniones no aceptadas es el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos. Son propuestas que casi nunca prosperan al ser rechazadas por una mayoría de diputados, pero sí consiguen estar presentes en los medios de comunicación. Una estrategia similar a la que aplican las minorías en los Gobiernos de coalición europeos.

En su diálogo con el periodista de La Sexta, Gonzo, Iglesias volvió a exhibir sus carácter desconfiado como saben muy bien algunos ministros y muchos de sus colaboradores de primera hora en Podemos, descabalgados sin piedad. “En política no hay que fiarse de nadie”, dijo reconociendo que para él eso debe ser consustancial a la hora de actuar.

El Rey emérito y Carles Puigdemont centraron sus comentarios más polémicos. Al calificar al expresident de exiliado y al emérito de fugado, sostuvo que, sin compartir los objetivos políticos del que presidió la Generalitat, “no está en Bruselas por haber robado dinero a nadie, ni por haber intentado enriquecerse (…) sino que por llevar sus ideas hasta un extremo y por vías erróneas, se le ha jodido la vida para siempre por sus ideas políticas”.

Las comparaciones siempre son odiosas, dice el refranero popular, pero lo que dijo Iglesias, equiparando la huida del político independentista y el exilio republicano en la dictadura de Franco fue lamentable. Admitió, eso sí, que el Govern de la Generalitat no tiene legitimidad para decidir unilateralmente la independencia, pero rebajó su gravedad en comparación con las supuestas corruptelas del Rey emérito.

En un momento en que el alza registrada en las facturas de la electricidad está en el centro de las críticas, insistió en su propuesta, ya rechazada por el Gobierno del que forma parte, de que una empresa pública de energía sería necesaria para “limitar el oligopolio eléctrico”. Como es habitual en él, envió un nuevo dardo a los propietarios de bancos y grandes empresas que “tienen más poder que yo y eso que no les ha votado nadie".

Complicado el papel de Pablo Iglesias. Un político sobrado de soberbia, valga la redundancia, que da mucho juego si no se le saca de su contexto, martillo de herejes de alguno de sus colegas en el Gobierno, aguantará lo que sea necesario como vicepresidente segundo… hasta que se acerquen unas nuevas elecciones.