1. La zorra y el gallinero

La participación efectiva del separatismo catalán en la gobernabilidad de España es un hecho de excepcional relevancia política que las izquierdas ven con esperanza y las derechas con furia. Toda la derecha y parte de la izquierda creen que esa participación equivale a poner a la zorra al cuidado del gallinero, mientras que la izquierda restante piensa que, dado que el hábito hace al monje, vestir el traje del pragmatismo transfigurará a Puigdemont en un nuevo Rufián, del mismo modo que transfiguró al Rufián de las ‘155 monedas de plata’ en el Rufián consciente de que la independencia solo podrá triunfar si el bloque separatista amplía significativamente su base social.

2. La España incierta

La idea de una España plurinacional no suena mal pero nadie sabe muy bien ni qué es exactamente ni cómo podrá articularse institucionalmente, dadas las profundas diferencias que existen entre quienes comparten dicha idea. Junts, ERC, PNV y Bildu aspiran como mínimo a una España confederal, muy alejada del federalismo más o menos asimétrico que defiende la izquierda y a años luz de la España monolítica con que sigue soñado la derecha. Ir dándole forma a esta España incierta es una tarea que solo puede acabar bien si participan mancomunadamente en ella todos los partidos, pero, como es obvio, estamos muy lejos de que tal cosa pueda suceder a corto plazo. Y veremos si a medio. 

3. Junts imita a ERC

Ya sabemos lo que Junts da, pero no dice que da, a cambio de la amnistía: el regreso del monte al que se echaron hace una década. Como con Pedro Sánchez, con los dirigentes de Junts hay que prestar atención más a lo que hacen que a lo que dicen: nunca dirán que están siguiendo la senda iniciada por ERC en 2019, pero eso y no otra cosa es lo que están haciendo. Si ese giro es o no suficiente es cuestión de opiniones: para unos es irrelevante y para otros trascendental. Ni una cosa ni otra, pero más lo segundo que lo primero, pues la estabilidad social e institucional pero también emocional de Cataluña está hoy en manos de Junts.

4. El nuevo Puigdemont

El socialista Santos Cerdán dice que se encontró con un Puigdemont muy distinto a la imagen que tenía de él. El problema es que el Puigdemont que ha descubierto Cerdán no se parece en nada al que tienen en mente la mayoría de los españoles y un buen número de catalanes. El expresident nunca podrá hacerse perdonar por los españoles porque para ello tendría que desdecirse hasta tal punto que arruinaría su carrera política en Cataluña. Es más: el principal empeño de Puigdemont es demostrar que sigue siendo el mismo de siempre, cuando en realidad dejó de serlo el día que se sentó con Cerdán.

5. El relato, el relato

Hay una sobrevaloración de la idea de relato y, en consecuencia, una saturación de relatos. Clemenceau dijo, a propósito de la Gran Guerra, que en el futuro los historiadores podrían decir muchas cosas pero ninguna de ellas sería que Bélgica había invadido Alemania. El poder de los relatos nunca será superior al de los hechos cuando estos son contundentes e inequívocos. El bello relato que habíamos construido sobre Juan Carlos I ha quedado dinamitado por los luctuosos hechos protagonizados por el emérito. Para Puigdemont y los suyos, el mito de 1714 es la Bélgica invasora de Alemania de Clemenceau.

6. Malditas noticias

Los simpatizantes del Gobierno apagan estos días la radio y la televisión por dos buenas razones: por el tono bravucón y desabrido de la derecha en la calle y en las tribunas y porque algunos de los reproches que esta le hace a Sánchez están bien fundados. Al votante socialista no le duele que Ayuso diga que España va camino de ser una dictadura o que Vox compare a Sánchez con Hitler, pero sí le escuece que el PP y destacados socialistas afeen a Sánchez sus cambios de criterio sobre asuntos de mucha trascendencia solo porque necesitaba un puñado de votos o que repitan hasta la saciedad que la legislatura está en manos de un fugado de la justicia. Son reproches parciales, pero no disparatados.

7. ‘¿Amnistía, de entrada no’?

El pecado de Sánchez no es no haber dicho que estaba dispuesto a conceder la amnistía, sino haber dicho y repetido que no la concedería. Es cierto que Feijóo nunca quiso aclarar si pactaría con Vox y menos aún si haría vicepresidente a Abascal, pero, al contrario que Sánchez con la amnistía, tampoco dijo que jamás lo haría. Aun así, pagó un precio electoral por ello, pues el relato de la ambigüedad ideado por el PP quedó hecho trizas al chocar contra el hecho incontestable de que estaba pactando con los ultras en ayuntamietnos y autonomías. El PSOE no podía desconocer que los diputados de Junts podían ser decisivos para investir a Sánchez, pero no quiso jugar la carta de la ambigüedad por el coste electoral que ello habría tenido. ‘¿Amnistía, de entrada no’? Lo que en 1986 coló con la OTAN no habría colado 37 años después con la amnistía.

8. Explicaciones

¿Faltan explicaciones de Sánchez sobre la amnistía? No exactamente. El por qué y el para qué, que son lo principal, están bastante claros: el PSOE se aviene a la amnistía porque Sánchez necesita los votos indepes pero promete que servirá para normalizar política, social e institucionalmente Cataluña. Quienes, con razón, repiten que la amnistía es porque Sánchez necesita a Junts se niegan, en cambio, a admitir la mera posibilidad de que contribuya a encauzar la crisis catalana al privar a los mártires de su martirio. 

9. No pararán

El PP y Vox no van a soltar la presa. El viejo 'no pasarán' es ahora un 'no pararán'. Seguirán haciendo ruido, ya sea en la calle, ya en la judicatura, ya en las instituciones. El ruido atronará los oídos de los magistrados del Tribunal Constitucional, que deberán decidir sobre la constitucionalidad de la ley de amnistía. Ambos partidos ya han sentenciado que es inconstitucional: no variarán de opinión aunque el TC diga lo contrario. En tal caso, dirán que es un tribunal sanchista. Cuando tenía mayoría conservadora, el TC era el TC; con mayoría progresista, será un fraude. Hay votantes de izquierdas cansados del ruido, ese ruido sempiterno que se repite cada vez que pierden cuando pensaban que les tocaba ganar: 1993, 2004, 2008, 2018. “Dan ganas de que ganen para que podamos descansar un poco”, piensan esos votantes que llevan días apagando la radio y la televisión a la hora de las noticias.

10. Los renglones de Sánchez

El presidente Sánchez está cumpliendo al pie de la letra la máxima de Maquiavelo: “Se es odiado tanto por las buenas obras como por las infames”. Pero el PP ha mejorado al genio florentino: para Génova, incluso las buenas obras de Sánchez son una infamia. O más bien lo serían de existir, pues, para el PP, en puridad no existen. La amnistía es una jugada de altísimo riesgo que está teniendo un fuerte coste electoral para el PSOE; aun así y pese a las apariencias y al ruido medioambiental, no tiene por qué salir mal. Como Dios en sus buenos tiempos, Sánchez escribe derecho con renglones torcidos.