Es importante no perder la perspectiva histórica en la que se ha enmarcado el primer cara a cara de la temporada, que inaugura el ciclo electoral 2023, para entender porqué estamos aquí. Y así, de paso, comprendemos mejor el debate dialéctico al que asistimos, no sin un punto de perplejidad, en el día de ayer.

Lo primero que cabe destacar es que sus señorías no se han salido de los marcos establecidos por los guionistas que escriben los storytelling de las fuerzas políticas. Y es que el curso político comienza, as usual, con el mismo guión de hace un año: con el bloqueo del poder judicial, la subida del precio de la luz, el enfrentamiento entre los partidos independentistas a las puertas de la Diada, una oposición que declara el fin del sanchismo y un partido de Gobierno que enfrenta una crisis, ora de Gobierno, ora de partido y Yolanda Díaz buscando sumar.

No es de extrañar pues, que a quince meses en las que todos se juegan todo (2023 es un superaño electoral) comenzaramos el curso no como acabó el anterior, sino como comenzó el anterior, eso sí, con las retóricas partidistas más inflamadas.

Esas son las claves de los debates que vimos ayer en el Senado. Debates que no debate. El cara a cara entre Sánchez y Feijóo escondió una pluralidad de debates que centran las claves de lo que va a ser el guión de la política española en los próximos meses.

El primero fue el debate sobre el estado de la oposición

El presidente fue hábil en aceptar el envite que le había lanzado Feijóo a finales de agosto. Con un formato que no beneficiaba al líder de la oposición, un Debate sobre el Estado de la Nación que había reforzado al líder socialista, un presidente reforzado en su apuesta europea y, sobre todo, un Gobierno que va por detrás en las encuestas, no había que ser muy listo para saber que este debate era una oportunidad para Sánchez.

Pero el presidente, que se mostró solvente en su primer discurso, dirigido a la sociedad española, se equivocó en la réplica, dirigido en exclusiva a la oposición. Agrandó la figura de Feijóo como alternativa centrando demasiado sus invectivas contra el líder de la oposición. No se merecía tanto honor. Se convirtió en un opositor de la oposición.

Pero a su vez Feijóo erró el tiro en hacer presentarse más como líder de la oposición que como alternativa al Gobierno que es el rol que le toca en este momento. No es fácil combinar la oposición con la alternativa. La alternativa te obliga a presentar un perfil presidenciable que, ayer, brilló por su ausencia. Sánchez cruzó el rubicón para hacer de oposición, mientras que Feijóo no hizo lo propio para ser alternativa.

El segundo debate fue el de los poderes ocultos

A nadie se le escapa que la situación que vivimos es una situación provocada por causas exógenas que quedan fuera del alcance de los Gobiernos. La gestión de una pandemia y una guerra combinadas es la gestión de medidas paliativas. No hay más.

¿Qué sentido tiene lanzarse a identificar y desvelar los poderes ocultos que dirigen los destinos de nuestra desgracia? Ambos dirigentes los desgranaron bastante bien. Para Pedro Sánchez esos poderes ocultos son el Ibex35, las multinacionales y las grandes empresas. Son los que manejan a Feijóo como si fuera una marioneta. El líder de la oposición lo tuvo claro. Los poderes ocultos es esa mezcla de independentistas, comunistas y terroristas que mueven los hilos de Pedro Sánchez a su voluntad.

Lamentablemente esos poderes no son tan ocultos como los pintan, pero esa no es la cuestión. La cuestión principal es que la apelación a los poderes ocultos oculta, valga la redundancia, el principal problema de este país, que es, a la postre, la verdadera naturaleza del cara a cara de ayer. La imposibilidad de articular grandes pactos transversales por razón de Estado en circunstancias extraordinarias.

Y cuando fuerzas exógenas, que escapan al control de los gobiernos, nos golpean duramente en lo económico y en lo social, es cuando, precisamente, hay que poner en valor la razón de Estado para reforzar nuestra soberanía democrática perdida.

El tercer debate, el de los pactos de Estado

Lo había dicho Lesmes el día anterior: pierdan toda esperanza. Si ni una pandemia ni una guerra lo han conseguido, si llevamos años con un poder judicial caducado y bloqueado, no íbamos a ver ayer el desbloqueo de España por parte de los dos principales partidos de este país.

A cambio asistimos a un juego de las culpas en el que todos parecen querer pactar pero nadie hace nada por llegar a acuerdos. Que la oposición ha bloqueado cualquier intento es evidente. Que el Gobierno no ha propiciado los diálogos también lo es. Tan caduco está el Poder Judicial como caducada la Cogobernabilidad.

El cuarto debate: servir y proteger

Por delante nos quedan quince meses con la previsión de un otoño caliente, un invierno frío y una primavera electoral. Un panorama altamente electoralizado, es decir, polarizado. Pero, aviso a navegantes, donde nada está decidido. Es bueno que nuestros políticos lo tengan claro.

No es de las tendencias de las encuestas de donde los partidos van a poder sacar conclusiones para sus estrategias. Estamos en un momento histórico de disrupciones, de inflación de jornadas históricas, de exceso de cisnes negros, de volatibilidad excesiva. Las tendencias se truncan, se modifican, mutan. Tras la victoria de Ayuso, Casado inició su camino de la lechera hacia Moncloa, después de las elecciones de Castilla y León, los socialistas y la defenestración de la cúpula popular, los socialistas ya se veían four more years, hasta que llegó JuanMa Moreno que arrasó siendo el antiAyuso. Demasiadas perturbaciones, demasiados avisos para navegantes para creer que ya estamos ante escenarios irreversibles.

Como en la serie televisiva el debate está entre servir y proteger. El servicio está en la casilla de Feijóo pero el de proteger en el de Sánchez. Ahí está la cuestión. El terreno de juego está claro: la inflación y las clases medias trabajadoras. Ese es el centro. Cuando decimos que unas elecciones se ganan en el centro no caemos, muchas veces, que ese centro es movible y hay que definirlo. El centro es la economía familiar y las clases medias trabajadoras.

De momento, Feijóo representa mejor que Sánchez el servir, la gestión. Ese era la cualidad que nunca tuvo Casado. Un líder que más allá de la oposición se le viera como gestor, como alternativa. Por eso Sánchez se lanzó a laminar el punto fuerte de su adversario y por eso Feijóo desaprovechó la ocasión de presentarse como alternativa.

Pero Sánchez representa mejor el idus de los tiempos: proteger. Ahora que todos somos keynesianos, que el debate intelectual y político europeo se mueve en la necesidad de protección del Estado y de un aumento de gasto la oportunidad para los socialistas es única. Por eso el líder socialista puede presentar su hoja de servicios continental y sus recetas nacionales sin mayor revuelo de su mayoría parlamentaria y de Gobierno mientras que al PP le cuesta articular unas propuestas alternativas.

Alberto Núñez Feijóo tendrá que convencer a los votantes que, más allá de su aureola de gestor, sabe como proteger a las clases medias trabajadoras. Pedro Sánchez tendrá que persuadir a los españoles que más allá de sus recetas para paliar los efectos combinados de la pandemia/guerra es un gestor eficaz en el que se puede confiar.

Y todo ello mientras uno intenta seguir cohesionando a la derecha en torno a su figura para lograr hacer la reedición de la actual mayoría parlamentaria, mientras que el otro tendrá que ceder para que su izquierda no se fragmente y haga inviable y no competitiva la representación del espacio político que hoy ocupa Unidas Podemos.

Quince meses.

Entre servir y proteger estará el juego.