El Rey Felipe VI durante su discurso de proclamación ante las Cortes Generales del Rey Felipe VI, en presencia de cerca de mil invitados entre miembros de la Familia Real, parlamentarios, ministros, presidentes autonómicos y expresidentes del Gobierno. EFE



Hemos escuchado, con la debida atención, el discurso del nuevo Rey, Felipe VI, en el acto de su proclamación. Nada de lo que ha dicho puede provocar críticas contundentes. Ha leído -con algún que otro tropiezo de carácter menor- su digamos programa de actuación. Sería fácil encontrar, en cualquiera de sus reflexiones o propuestas,  una serie de argumentos más que adecuados, pero sin  conectar con la ciudadanía.

Un sueño y poco más
"Que la ejemplaridad presida la vida pública", ha declarado. Y tiene mucha razón. Pero, al mismo tiempo, hay que asumir que este tipo de situaciones no se arreglan solo con buenas palabras. Esta "Monarquía renovada para un tiempo nuevo", como Felipe VI ha manifestado es, hoy por hoy, un sueño y poco más.

El poder judicial
Debe "respetarse en todo momento la independencia del poder judicial". Eso también es, Felipe VI, laudable. Pero, sin embargo, es casi imposible llevarlo a cabo. No parece que los tejemanejes en ámbitos judiciales para proteger a la Infanta Cristina se hayan hecho con la independencia reclamada. Lo que subrayó su predecesor y padre suyo, de que la Justicia en España es igual para todos, no encaja  con la verdad.

Los más vulnerables
En el programa del Rey figura una frase muy elogiable: "Es deber de los ciudadanos y del Estado ofrecer protección a los más vulnerables". Sin embargo, hemos de reconocer que observaciones como ésta las hemos oído en boca de su progenitor en los mensajes navideños. Y vale esto también para una prioridad orientada en favor de los jóvenes sin trabajo, que son numerosos. Palabras, sí, hechos pocos.

Demasiado cauto
En fin, Felipe VI se esmeró en su  planteamiento y envío guiños, sin duda con retraso, respecto a los movimientos independentistas que afloran a toda velocidad en Cataluña.  Es reconfortante que el gallego, el euskera y el catalán estuvieran presentes en el fin de su alocución. Da la impresión, no obstante, de que fue excesivamente rácano o temeroso un reconocimiento  minúsculo de las otras lenguas mencionadas. En relación con lo que puede ocurrir en Cataluña y en España, Felipe VI fue demasiado prudente o cauto.

Que acierte en su tarea
"Nada me gustaría más que los españoles se sintieran orgullosos de su nuevo Rey", dijo. Estamos casi seguros de que hay ciudadanos que desean  que el nuevo Rey  acierte en su tarea y  que empiece  pronto.  Pero en su debut de Rey  a Felipe VI le ha faltado corazón. Y así no conseguirá ser el Rey de todos españoles.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM
En Twitter es @enricsopena