Se trata de uno de los mayores secretos de la Corona española. Dos periodistas, José María del Olmo y David Fernández, de El Confidencial e Infobae, respectivamente, aseguran en su libro King Corp., que saldrá a la venta el próximo 8 de mayo, que Juan Carlos I tuvo una cuarta hija y este fue fruto de otra relación extramatrimonial con una aristócrata mayor que el propio jefe del Estado por aquel entonces. La que sería la cuarta en la línea de sucesión nació entre finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, conocida como Alejandra, menor que sus otros tres hijos. Según ambos, está casada y no ha reclamado ningún tipo de derecho. De hecho, durante su infancia y adolescencia desconocía la identidad de su padre, hasta que lo averiguara años más tarde. Sin embargo, se decantó por seguir como si ignorara esta información.

Según la información de El Confidencial, nadie en la Casa Real ignoraba este pequeño secreto del hoy rey emérito. Pero no siempre fue así, pues uno de los temores de Juan Carlos I era que, en los años de juventud de Felipe VI, este conociera a Alejandra y los dos se enamoraran sin saber que compartían sangre. No obstante, cuando la mujer fue informada de que su padre era el jefe del Estado, hubo una tímida aproximación. El emérito intentó entonces compensar ese silencio y no reconocimiento público con ligeras muestras de afecto y generosidad, pese a que jamás la llegaría a tratar como a sus tres hijos.

Con el transcurso del tiempo, el secreto empezó a perder sus cualidades y los conocedores del desliz de Juan Carlos se ensanchaban, básicamente porque el propio protagonista lo compartió con su círculo de amistades. Les aseguraba que era una chica muy buena, inteligente y preparada, en el clásico tono de orgullo paternal, pero sin entrar en demasiados detalles.

Alejandra dejó de ser un secreto, al menos entre la jet set española, pero se estableció un acuerdo tácito para mantener en ese círculo de poder a Alejandra con el fin de preservar intacto el relato público de un matrimonio robusto y sano de Juan Carlos con la reina Sofía, pilar fundamental en aquellos años de una democracia que aún gateaba. La prioridad de esta élite no era sino salvaguardar la estabilidad institucional, por ello nunca trascendió a la ciudadanía. Al menos hasta la fecha.

Secreto de Estado

La manutención de Alejandra supuso de inicio un problema logístico para Juan Carlos, sabedor de que si quería mantener oculta su infidelidad comportaba una ayuda financiera a la hija no reconocida. Para lo cual, el emérito necesitaba de constantes fondos en efectivo que pudieran transitar por España y pasar desapercibidos a ojos de cualquier curioso, dado que si hubiera trascendido alguna de estas transferencias, el desliz del ex jefe del Estado con la aristócrata hubiera salido a la luz. Un modus operandi similar al que siguió con sus otros devaneos extramatrimoniales.

Según relatan en el capítulo de adelanto, la existencia de Alejandra la han confirmado tres fuentes próximas al emérito. Una de ellas, según los autores del libro, es una examante de Juan Carlos I, a quien le confesó su paternidad y a la que le llegó esa información por otras vías del entorno cercano del ex jefe del Estado. No obstante, la segunda confirmación la ofrece un empresario con quien trabó una amistad especial hace algo más de sesenta años. De hecho, vio al padre interactuando con su hija con total normalidad. La tercera ya forma parte del círculo de la propia Alejandra; un exnovio al que le hizo saber la identidad de su primogénito.

Hija de aristócrata

El emérito y la madre de Alejandra se conocieron en época de juventud, se movían en círculos similares y compartían una pasión desmedida por la caza. El emérito tuvo otras amantes, pero su relación con esta aristócrata fue cuasi secreto de Estado hasta la fecha.

Alejandra se crio en una familia de aristócratas que siempre ha estado ligada a la cúspide del país. De hecho, su nacimiento recabó algunos titulares en la prensa, donde se apuntaba que su presunto padre era un hombre mayor de 70 años, aunque nadie emitió el más mínimo atisbo de sorpresa o, en su defecto, sospecha. La joven se desarrolló entre algodones y un colchón privilegiado intrínseco a su condición, pero desconocía la verdadera identidad de su progenitor.

Los dos periodistas relatan que la madre de Alejandra resaltaba entre las élites por su perfil liberal y progresista, siendo una habitual en actos promocionales y eventos ligados al mundo de la moda. Incluso hay voces, según destacan en el capítulo, que apuntan a que el ex jefe del Estado hizo todo cuanto estaba en su mano para que a la mujer no le faltara ni trabajo ni presencia mediática. Y así fue. La crónica rosa recogía habitualmente su nombre y se convirtió en una suerte de musa de cierto modisto de renombre.