La agenda de Moncloa se reactiva dando por finalizadas las vacaciones. El nuevo curso político, marcado por los continuos reproches entre Gobierno y oposición, la inflación desmedida, la inestabilidad que sigue generando la guerra entre Rusia y Ucrania y el horizonte electoral que monopolizará 2023, arranca este martes con promesas de cambio, leyes sobre el papel y negociaciones a contrarreloj que pueden suponer la cara o la cruz para sus implicados más directos.

Rearmados los equipos, diseñada la hoja de ruta y con la mirada puesta en las municipales y autonómicas de mayo, es el momento de esprintar. Nadie quiere dejarse nada en el tintero. Las medidas deben ser valientes, acordes al momento de crisis que muchos vaticinan de forma cercana. Es el momento de que los bolsillos noten el esfuerzo realizado por el Ejecutivo, de que el BOE se lea en carne y hueso, de que sus párrafos cargados de tecnicismos puedan relatarse de forma concreta, cercana, manejable. De ganar la batalla en el Congreso y en la calle, amortizando el descontento social para dar la vuelta a una demoscopia que, por el momento, rentabiliza el discurso moderado de un Alberto Núñez Feijóo que no cejará en su esfuerzo por aprovechar el rebufo de una inestabilidad económica que en Génova ya consideran fatal para los intereses de Sánchez.

“Si Sánchez quiere ganar, tiene que meter más goles que el PP y no dar más patadas”, ha explicado este lunes el coordinador general y número tres del PP, Elías Bendodo. Según el popular, el Gobierno anda desnortado, atacando sin miramiento al partido líder de la oposición en un esfuerzo por dañar su imagen y alejar la “alternativa real” del tablero. Según la visión del Ejecutivo, lo que está pasando es totalmente inverso: ni CGPJ, ni ahorro energético, ni Presupuestos ni la altura de Estado que Feijóo prometió. El PP, consideran, está haciendo una oposición dañina para los intereses del país, calculada simplemente para el beneficio propio, alejada de los problemas de la ciudadanía y únicamente cincelada desde los buenos presagios que otorgan las encuestas.

Con la guerra por el relato como telón de fondo, y conocedores de que hará falta dar un ‘do de pecho’ para que 2023 no sea un año negro electoralmente, el Consejo de Ministros sabe que las cosas solo podrán cambiarse desde lo tangible. Desde el “no dejaremos a nadie atrás”. La subida del SMI ya se negocia con los sindicatos, el pacto de rentas amenaza con convertirse en la medida estrella del Gobierno, los cheques para el transporte público se cobrarán desde este 1 de septiembre, el descuento de los alquileres sigue en stand by. La lista es larga y queda mucho por hacer. Este martes, en el primer Consejo de Ministros después de las vacaciones, llega el momento de medir el alcance del esfuerzo con el que Moncloa capitalizará su último año de legislatura. Su año de campaña.

Primera semana, primer round

Ante un escenario cargado de sombras y dudas, este martes el Consejo de Ministros aportará las primeras certezas. Dos días antes del pleno extraordinario para el que Gobierno y oposición ya se preparan, el Ejecutivo aprobará medidas como la distribución de las ayudas autonómicas para la vivienda social, la creación del Centro Nacional de Salud Pública o la declaración de zona catastrófica de los lugares afectados por los incendios.

Habrá que esperar hasta el jueves para conocer si finalmente cuentan con el visto bueno de la mayoría del Congreso de los Diputados otras de las promesas del Gobierno: la Ley Concursal, la Ley de Ciencia, la Ley de Libertad Sexual, el nuevo régimen de cotización para trabajadores autónomos y el decreto de ahorro energético. Es en esta última voluntad en la que el Ejecutivo está encontrando mayores trabas.

Si bien el PP vio con buenos ojos, de forma indiciaria, la voluntad de tomar medidas para reducir el consumo eléctrico y con ello la dependencia de Rusia en un clima marcado por la guerra, el ‘efecto Ayuso’ y su negativa indiscriminada a todo lo que viene de Moncloa ha acabado derivando en excusas del propio Feijóo y en una votación que, por el momento, no cuenta con los ‘síes’ necesarios para la aprobación del decreto.

Desde el PP han lanzado un ultimátum este mismo lunes: o el Consejo de Ministros corrige las “frivolidades” del texto o su voto será negativo. "Si el Gobierno retira todas las medidas frívolas, si opta por protección y la ayuda del transporte en carretera, votaremos a favor; pero si no, votaremos en contra", ha adelantado Bendodo.

El Gobierno, en paralelo, ha pedido a los populares que se fijen en Europa, en el aplauso generalizado de la Unión Europea a las medidas españolas, y estén a la altura de los acontecimientos: “No sabemos si está a favor de esa unidad europea, si está con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, si está con el sentido común", ha reprochado la ministra y portavoz del PSOE, Pilar Alegría. Para la titular de Educación, esto no es más que una prueba evidente de que el PP continúa siendo un partido “frentista”, empeñado en “obstaculizar” cualquier medida o “planteamiento que el Gobierno aborde".

"Del principal partido de la oposición se espera una respuesta y sobre todo un apoyo hacia un decreto que nace de la unidad europea para hacer frente a la situación que está viviendo todo nuestro continente y sobre todo para hacer frente a ese chantaje que está planteando Putin al continente europeo", ha remachado Alegría.

Gobierno y oposición suben el tono

"A Sánchez se le ha visto el plumero", ha señalado Bendodo, que ha achacado la "carrera de ministros a ver cuál hace el insulto más grave a Feijóo" al nervioso por las encuestas que vaticinan la pérdida del Gobierno por parte del PSOE. "Está a un paso de crear el Ministerio número 23 para atacar a Feijóo”.

Estas eran las palabras escogidas este lunes por el coordinador general del PP para reflejar lo que piensa su partido sobre la subida de tono que ha realizado el Gobierno en las últimas fechas. No es el primero que pone estos argumentos sobre la mesa, sino que el propio Feijóo, en la misma línea, ha arremetido contra la dureza que siente que ha impreso el Ejecutivo.

Lo cierto es que la estrategia comunicativa ha cambiado. No es de extrañar que el propio Sánchez, en primera persona, decidiese cambiar las portavocías socialistas antes del verano para volver de las vacaciones con un tono más directo, capaz de penetrar en la sociedad y dejar en evidencia las diferencias existentes con la alternativa que plantea el partido líder de la oposición.

Meses de gran inestabilidad, como advierten los informes económicos, que, al menos de momento, no serán paliados con una unión de fuerzas entre PP y Gobierno. El clima preelectoral monopolizará los diferentes movimientos, con un PP y un PSOE dispuestos a dar “la batalla” ante una guerra que, al menos de momento, se plantea sin Ciudadanos, con Vox en claro retroceso y con una Yolanda Díaz en segundo plano que tiene ante sí la difícil tarea de reorganizar el espacio político a la izquierda del PSOE.