A menos de un mes para las elecciones generales del 23 de julio, la carrera a La Moncloa se intensifica con las formaciones políticas trabajando a contrarreloj para movilizar a su electorado. En este sentido, pese a que el Partido Popular lleva la delantera en las encuestas, lo cierto es que todavía hay mucho partido y las posibilidades de que el PSOE vuelva a gobernar no son para nada descabelladas.

Y es que, aunque el PP fue el claro vencedor de las recientes elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, logrando gobernar en más de 3.200 municipios –un 40% de los ayuntamientos de España- y recuperando territorios clave como Extremadura o la Comunidad Valenciana, los resultados del PSOE no fueron tan catastróficos uno se puede pensar a priori.

Para ser más precisos, en lo que respecta al voto municipal, los socialistas perdieron algo más de 400.000 votos respecto a la cita de 2019 (un 6% menos). Un retroceso electoral que se produjo prácticamente en todas las comunidades autónomas –salvo Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias- pero no de la misma forma. De hecho, solo entre Andalucía, Galicia, Cataluña y Castilla y León el PSOE perdió cerca de 320.000 votos.

Una caída que se dio principalmente por la desmovilización del electorado progresista –de ahí que la izquierda a la izquierda del PSOE obtuviera resultados tan discretos-, unido a un ligero trasvase de votos hacia el bloque de la derecha.

Por otra parte, si nos fijamos en el voto autonómico, las diferencias entre PSOE y PP son mínimas. Los socialistas únicamente perdieron un 2% de los votos –algo menos de 50.000 votos- respecto a la cita de 2019. De hecho, los socialistas crecieron en votos en cinco de las 12 CCAA que estaban llamados a votar, y en la Comunidad de Madrid se mantuvieron igual. Así, la victoria de los populares se fundamentó en el trasvase de votantes que se produjeron en las regiones de Extremadura y Murcia.

Cataluña y Andalucía, las dos regiones clave

Así las cosas, El futuro del gobierno de coalición liderado por Sánchez depende en gran medida de los resultados en Cataluña y Andalucía. Estas dos comunidades autónomas han sido tradicionalmente los bastiones donde el PSOE ha cosechado sus mayores triunfos en las elecciones generales. No obstante, a día de hoy en ninguna de estas regiones se puede garantizar una movilización del electorado socialista, de ahí desde Ferraz, en coordinación con el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) y el Partido Socialista de Andalucía (PSA), hayan optado por redoblar sus esfuerzos de cara a la campaña electoral.

En concreto, en lo que compete a Cataluña, el análisis del voto en esta región se ha convertido en una tarea sumamente compleja en los últimos años, caracterizando a esta región de España como el epicentro de la volatilidad política y una auténtica encrucijada en términos electorales. Tanto los partidos políticos como los bloques de apoyo han experimentado cambios significativos, generando un panorama político impredecible y en constante evolución.

Con la excepción del año 2017, el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) ha logrado mantener resultados relativamente estables, posicionándose en torno al 23% del voto y contando con aproximadamente 700.000 apoyos. Sin embargo, a pesar de estos resultados, los esfuerzos políticos y las medidas complejas implementadas por el Gobierno para abordar el desafío independentista no han sido suficientes para capitalizar electoralmente el respaldo hacia los socialistas.

En un trasfondo en el que se anhelaba restaurar los cimientos de una paz social y fomentar una convivencia cívica más armónica en Cataluña, surge una paradoja intrigante: estos esfuerzos no han ido de la mano de un respaldo significativo hacia el PSC. Asimismo, el partido ha enfrentado dificultades para absorber una porción considerable del electorado proveniente de Ciudadanos, a pesar de que la región podría ser un terreno fértil para ello. En consecuencia, el PSC se encuentra aún lejos de alcanzar el objetivo realista de conseguir el millón de apoyos al que debería aspirar en las elecciones generales.

Por último, en Andalucía, la llegada de Moreno Bonilla al Palacio de San Telmo en enero de 2019, seguida por su aplastante mayoría absoluta obtenida en 2022, parecía haber sido el golpe final a más de cuatro décadas de hegemonía socialista en la región. Sin embargo, contra todo pronóstico, el pasado 28 de mayo el PSOE logró resurgir de las cenizas, recuperando más de 400.000 votos que habían perdido en las elecciones autonómicas del año anterior.

Este inesperado resurgimiento ha generado una incertidumbre que se cierne sobre el panorama político andaluz. La gran interrogante radica en la capacidad de los socialistas andaluces para capitalizar este respaldo local y transferirlo con éxito a las elecciones generales, incluso superando sus propios resultados. La clave reside en su habilidad para atraer a una parte significativa del electorado que se encontraría a la izquierda de los socialistas.