“¡Viva la libertad!”. Este grito fue el último que entonó la garganta de Albert Rivera en las entrañas de la nave nodriza de Ciudadanos y que cortó la estampida de aplausos con aderezos salinos de sus excompañeros. Un año después, pocos resquicios quedan de la etapa de un líder que dirigió a su partido desde la nada a la vitola de alternativa antes de ser condenado a un infierno del que es imposible salir.

Aquel 11 de noviembre de 2019, Ciudadanos se levantó con la amarga y dolorosa resaca que dejaron los diez escaños que obtuvo en las urnas el día anterior. Un bofetón electoral que, Gestora y primarias mediante, Inés Arrimadas no ha podido revertir más que puntualmente, en una serie de ascensos efímeros en la demoscopia.

La sucesión no fue fácil. Nuevos líos y sospechas en las primarias denunciadas por los críticos y tensas conversaciones a luz y taquígrafos entre los candidatos al trono vacante que desembocaron un selle de la paz entre críticos y aparato del partido para reanimar al enfermo en coma inducido.

Y por si la partida aún no estuviera en modo experto, el destino subió un par de niveles de dificultad más. En los días previos a la coronación de Arrimadas, el Gobierno decreta un estado de alarma para paliar una pandemia provocada por el coronavirus. Un nuevo escenario dibujado sobre el tablero que, a la postre, beneficiaría al partido liberal.

Desde su llegada, Ciudadanos, personalizado en Arrimadas y la nueva y reducida ejecutiva, ha hecho lo indecible por borrar del inconsciente colectivo su presencia en la conocida como foto de Colón, de la que ahora también intenta escabullirse Pablo Casado. Pero este viaje al centro del espectro político no ha dado todos sus frutos.

Tímidos ascensos

El estallido de la crisis sanitaria desatada por la Covid-19 ha permitido a Ciudadanos hacer una ruptura clara con la acción de Albert Rivera. El ex líder liberal vivía enrocado en el “no es no” a Pedro Sánchez en su intento de lucha con Casado por ser el líder de la oposición.

Pero su predecesora decidió dar al traste con esta estrategia y erigirse como uno de los socios  - temporales - del Gobierno para aprobar las prórrogas de los estados de alarma. Ciudadanos había cambiado sustancialmente con respecto a Albert Rivera. De hecho, en entrevistas recientes, ha dejado caer su descontento para con esta estrategia.

Prórrogas aparte, Inés Arrimadas, con Carlos Cuadrado a sus órdenes, ha ido limando asperezas con el otrora enemigo público número uno de los liberales. Un periodo de tiempo marcado por la negociación entre ambas partes y un objetivo claro: diálogo para llegar a acuerdos. Todo lo opuesto a los últimos años del expresidente.

La estrategia sirvió a los liberales para, durante los meses de marzo, abril y mayo – correspondientes con la cuarentena – impulsarse en las encuestas. Ciudadanos mantenía un crecimiento sostenido en la demoscopia, aunque nunca sobrepasaba la cifra mágica del 10% de los apoyos.

Este muro tan sólo lo ha escalado una vez el partido que comanda Inés Arrimadas y fue durante el mes de agosto. En el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Tezanos agasajó a los liberales con 10,6 puntos, dejándoles, de hecho, a rebufo de Unidas Podemos.

Cabe señalar que, en ese periodo de tiempo, los coqueteos entre Ciudadanos y PSOE se incrementaron, levantando el recelo de Podemos. Lo cierto es que el premio que Tezanos concedió a los naranjas con el barómetro de agosto, se le arrebató en el consecutivo y en el resto de encuestas.

El siguiente paso

Para reavivar el fuego, y de paso buscarle las cosquillas al pacto de la investidura, Ciudadanos planeó una nueva estrategia subir un par de marchas en su camino al centro político y encontró como aliado a los Presupuestos Generales del Estado. Los liberales tienen a las cuentas como el imán para sacar a Sánchez de lo que ellos denominan “mayoría Frankenstein”.

Si Arrimadas necesitaba a Sánchez para quitarse los rescoldos de la foto de Colón, Sánchez necesita a Arrimadas para separarse de las ‘garras’ de Esquerra Republicana y Bildu. Al menos así lo entienden en el seno de la formación liberal. Por este motivo, los naranjas han mostrado su predisposición para negociar unas cuentas “moderadas y centradas” en tiempos “difíciles” como estos.

Pero el influjo de ERC en el Gobierno aleja, al menos de cara a la galería, a Ciudadanos del PSOE. La Ley Celáa ha amenazado con llevarse por delante todos los puentes tendidos, incluyendo un amago de ultimátum de Inés Arrimadas al Ejecutivo, al que instan a eliminar la enmienda del castellano como lengua vehicular como condición sine qua non para negociar los PGE.

Esta nueva estrategia no ha arrojado resultados diferentes, sino que ha acentuado los pretéritos, aquellos en los que Ciudadanos no sobrepasaba si quiera la barrera de los ocho puntos. Está por ver cómo concluye la escena, aunque lo que sí ha quedado claro es que los 10 escaños de Inés Arrimadas han sido más útiles que los 57 de Rivera.