En poco más de 48 horas, el Gobierno de Pedro Sánchez ha recibido felicitaciones de muy alto nivel. El viernes, el rey de Marruecos concluyó, temporalmente, sus cuitas con España en un comunicado en el que se refería a la nueva época que se abre, citando al presidente del Gobierno de España con el añadió de “excelencia”. El sábado, la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, puso de relieve el “alma española” en el esfuerzo solidario e incansable que se está realizando para evacuar de Afganistán al máximo posible de personas que pueden ser represaliadas por los talibanes. Y como epílogo, la Casa Blanca aplaudió este domingo el liderazgo de España en esa tarea de auxilio y rescate para con la población afgana.

Lo cierto es que el nuevo Ejecutivo, mientras recibía pedradas por su pasividad, ha actuado con vigor, coordinado, y sin alharacas, aunque se ha hecho notar la ausencia de la ex vicepresidenta Carmen Calvo en cuestiones tan delicadas como la ilegal repatriación de 50 menores marroquíes no acompañados. Algún día se sabrá si el cese del asesor antes preferido de Sánchez, Iván Redondo, no forzó el fiel de la balanza llevándose por delante una política de raza, de una fidelidad incuestionable a su Presidente.

Los dirigentes de la derecha, desde su lugar de vacaciones, se han hartado a criticar. Pablo Casado ha recalcado que el Ejecutivo ha pasado una semana “sin hacer nada”. Lo sabrá él. Esa semana no dio descanso a sus anteojos enfocando la residencia La Mareta en Lanzarote o la Vuelta Ciclista a España a su paso por Santa Pola, alternativamente. Con todo, ante el cariz que están tomando los acontecimientos ha manifestado que “siempre va a apoyar al Gobierno” en estas cuestiones cruciales, aunque Sánchez “debe saber estar a la altura de las circunstancias”. El presidente del PP ha reclamado una visita oficial de los portavoces del Congreso a Torrejón, lugar donde se recibe con ternura a los ciudadanos afganos que ha podido abandonar aquel infierno. Y Casado quiere salir en la foto.

No hay que olvidar además que las fuerzas de seguridad de élite desplazadas a Kabul continúan arropando a los más vulnerables con auténtico empeño. La negativa de los policías a marchar de la capital mientras pueda seguir ayudando, o la imagen de los geos rastreando para localizar entre el caos del acceso al aeropuerto a los que buscan una salida desesperada, quedará para la historia. Igual que el papel de las bases de Torrejón, Rota y Morón de la Frontera, ofrecidas por Sánchez a Joe Biden, como punto de llegada y partida de los aviones que trasladan a la población afgana en su exilio, para alivio del mandatario norteamericano.

Sánchez está acabando el verano con el vigor que le es exigible, aportando esfuerzo y soluciones, seguramente con las alpargatas puestas, como se vio en su comparecencia televisiva. Aquellos pies, en pleno agosto, sin llevar zapatos de cuero atados con cordones, desencadenó críticas tan ridículas que los fotoperiodistas más avezados podrían sorprendernos cualquier día con un catálogo del calzado veraniego de otros políticos.

Con alpargatas o sin ellas, los pies de Sánchez han aguantado con firmeza una legislatura muy compleja, que aún no ha terminado.