Pablo Casado presentó el pasado lunes a su número dos por Madrid. Durante la celebración de un desayuno celebrado por el diario El Mundo y bajo el nombre La España Necesaria, el líder del PP anunció la vuelta al ruedo político del que será su mano derecha en la nueva estructura del partido: Adolfo Suárez Illana.

Las reacciones no se hicieron esperar. A pesar de la defensa en tromba, al menos de cara al exterior, del núcleo fuerte de la formación, muchos fueron los analistas que pusieron en cuarentena la elección tomada por Casado, diciendo claramente que el flamante ‘fichaje’ no tenía el bagaje necesario para afrontar un puesto de altura.

Además, las meteduras de pata cosechadas tiempo atrás todavía son recordadas y se suman al execrable argumento defendido este jueves sobre el aborto: “Hay que ayudar a las mujeres que tienen que decidir si quieren ser madres de un niño vivo o muerto". Pero no se ha quedado ahí, el dirigente ha proferido una retahíla de improperios que le han valido la crítica de sus rivales políticos y de los ciudadanos en redes sociales: "Los neandertales también usaban el aborto. Esperaban a que naciera y entonces le cortaban la cabeza", ha llegado a decir el número dos del PP, antes de añadir que lo que no es un embrión es un tumor. 

Después de dar la razón a aquellos que aventuraban su falta de capacidades y dejar en fuera de juego a Génova, que ha tenido que hacer de tripas corazón para salir del paso, forzando a la rectificación del artífice del argumento, merece la pena recordar los descuidos que dejó sobre el papel durante su campaña al frente del PP manchego en 2003. Fue José María Aznar quien apostó por el dirigente popular para encabezar el proyecto de la formación en Castilla-La Mancha y tratar de arrebatar el poder al socialista José Bono, favoritísimo en la región tras gobernar 19 años consecutivos logrando mayorías absolutas una vez tras otra.

Sin embargo, transcurrido el tiempo y haciendo un ejercicio de retrospectiva, se vislumbra que el resbalón fue mayúsculo. A pesar de lo icónico de su apellido, vinculado al centro democrático y defendido por muchos por la labor de su padre durante el periodo de la Transición Española, José Bono volvió a arrasar en los comicios, con la ventaja más amplia que consiguió cosechar el dirigente socialista durante las seis legislaturas en las que gobernó la región.

Un traspiés tras otro

La campaña de Illana fue encharcándose por momentos. Sus deslices oratorios tampoco ayudaron. Uno de los más sonados, que hizo saltar todas las alarmas y acompañará al dirigente popular a lo largo de su carrera política, tuvo lugar a colación del asesinato de Juan Carlos Beiro a manos de ETA, que colocó una bomba escondida tras una pancarta: “Lo primero que hay que trasladar es nuestra condolencia y nuestro pésame a la familia del guardia civil asesinado, que ya no podrá disfrutar de las cebollas rellenas de su querida Sama de Langreo”, dijo el entonces cabeza de la formación en Castilla-La Mancha.

Pero no fue el único batacazo que protagonizó a lo largo de aquella campaña. Incluyendo a su padre, al que admira como hijo y como símbolo político, en un acto celebrado para apoyar su candidatura, se pudo ver al primer presidente de la democracia claramente deteriorado.

La inclusión de la figura de su padre en campaña, teniendo en cuenta su estado de salud, también fue muy criticada. No todo valía, según parte del análisis político, que reprobaron a Illana y se hicieron eco de su caída.