Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) sin duda alguna es, con sus ya más de ochenta y ocho años de historia –fue fundada en marzo de 1931-, el decano de los actuales partidos políticos catalanes. Durante toda su existencia, desde los tiempos fundacionales de la Segunda República española, durante toda la guerra civil, en el exilio y en la lucha clandestina contra la dictadura franquista y también desde la recuperación de la democracia, ERC se ha alineado con las fuerzas de progreso, desde una posición no siempre independentista –ahora sí lo es pero en muchas épocas defendió opciones federalistas- y de una izquierda no marxista, entre la socialdemocracia, el republicanismo radical y el liberalismo progresista.

Con toda esta gran carga histórica, que nos ofrece infinidad de ejemplos –ministros de ERC en gobiernos republicanos españoles, participación de algunos de sus militantes exilados en la Resistencia francesa contra la ocupación nazi, participación del partido en algunas de las más importantes plataformas unitarias de la catalanidad democrática antifranquista...- de la adscripción inequívocamente progresista de un partido que además se autodefine de izquierdas, se me hace muy difícil de entender que ERC pueda desaprovechar la gran oportunidad que se le ofrece de facilitar de nuevo –como lo hizo ya en su momento con José Luis Rodríguez Zapatero y volvió a hacerlo con la moción de censura contra Mariano Rajoy que posibilitó la investidura presidencial de Pedro Sánchez- que una coalición progresista y de izquierdas formada por PSOE y UP bajo la presidencia del mismo Pedro Sánchez, con los apoyos parlamentaros de otras fuerzas de progreso que le garanticen la estabilidad necesaria, pueda hacer frente a los graves problemas de todo tipo que plantea la realidad actual.  

Se me hace realmente difícil, poco menos que imposible, pensar que un partido con la larga historia de ERC pueda dejar someterse a los dictados de Carles Puigdemont desde Waterloo o de su vicario Quim Torra en Barcelona, representantes ambos de una derecha montaraz y cerril, aquella que se enfrentó siempre a ERC en tiempos de la República. ¿Desapovechará ERC esta gran oportunidad que tiene para abrir la puerta al diálogo, y por consiguiente a la negociación, con los dos únicos partidos españoles –PSOE y UP- que siguen estando dipuestos a hablar con el indpendentismo catalán, por mucho que esto les perjudique política y electoralmente en el conjunto de España, también en Cataluña? ¿Apostará ERC, como JxCat y CUP, al “cuanto peor, mejor”? ¿Realmente ERC prefiere el fracaso de esta tal vez última posibilidad de diálogo para que las derechas españolistas más retrógradas pueda regresar al poder? ¿Será capaz la dirección actual de ERC de votar en contra de una nueva investidura presidencial de Pedro Sánchez, votando igual que PP, Vox y C’s, entre otras formaciones de la derecha? ¿Renunciará ERC no ya a votar a favor de esta investidura, sino simplemente a abstenerse en segunda votación para así acabar haciéndola posible?