La mesa de negociación sobre el conflicto catalán está adquiriendo las características de un lastre, en detrimento del factor solución que en su día se apuntó. La apuesta por el diálogo se está demostrando insuficiente para sostener un status quo de colaboración entre PSOE y ERC. Y, además, La emergencia del coronavirus, el estado de alarma y el cambio de prioridades del gobierno Sánchez ante la crisis económica han difuminado la centralidad de la negociación. En estos momentos, solo ERC necesita imperiosamente que vuelva a reunirse. De no convocarse antes de las elecciones, como han sugerido el propio presidente del gobierno (de forma elíptica) y Alberto Garzón, el ministro de Consumo, (sin matices), la mesa se convertirá en una carga electoral para los republicanos.

Oriol Junqueras y Pere Aragonés firmaron conjuntamente este fin de semana un artículo en el que se definía el nuevo paradigma de ERC para los próximos meses. Se resume en dos objetivos: Mesa de negociación y 30.000 millones de Euros de los fondos europeos para la Generalitat para afrontar el descalabro de la pandemia.  Y lo precisaban en un par de frases: “La reconstrucción no puede entenderse sin la agenda del conflicto Estado-Cataluña” y “ni podemos esperar a la República para comenzar la reconstrucción, ni la crisis económica nos puede hacer olvidar la amnistía y la autodeterminación”.  

A partir de este artículo manifiesto, los portavoces de ERC se están dedicando a presionar a Unidas Podemos, recordándoles el compromiso con la causa del diálogo y apelando a la eventual incomodidad que puede embargarles de tener a Ciudadanos como a socios de cabecera. Ciudadanos, por su parte, anima al PSOE a olvidarse de la mesa de negociación para hacer las cosas más fáciles entre ellos. No parece que a los socialistas tengan demasiadas dudas sobre las prioridades actuales ni que teman el riesgo de la triangulación parlamentaria con el partido de Inés Arrimadas. Entre otras razones, porque el apoyo de ERC siempre identificará un obstáculo de política catalana para aparcarlo, como demuestra la experiencia.

La fecha de reunión de la mesa no es una cuestión de fondo para lo que vaya a servir este espacio de diálogo a la larga, es solo un modesto éxito para ERC. Los republicanos lo necesitan mucho más que el PSOE, embarcado en un presupuesto de reconstrucción que condicionará su futuro a corto plazo. Y los republicanos lo van a precisar todavía más en cuanto Carles Puigdemont haya desmantelado todo recuerdo de CDC y lance su nuevo desafío (electoral) contra el Estado para intentar derrotar al independentismo pragmático de ERC.

El partido de Oriol Junqueras teme ya, abiertamente, tener que enfrentar unas elecciones sin haber obtenido ningún as en la mesa, habiéndose cumplido el pronóstico agorero de Puigdemont y Torra, que lo celebrarían por todo lo alto y lo utilizarían como boomerang electoral contra sus socios. Sin negociación en marcha, ERC se quedaría sin propuesta alternativa a la unilateralidad; con negociación en curso, el PSOE podría perder a Ciudadanos como socio complementario para aprobar los presupuestos. En definitiva, en manos de los republicanos que le podrían pedir en plena discusión presupuestaria algún gesto concreto para alimentar el horizonte negociador. Este es el dilema concreto, muy instrumental para todos.

Aunque nadie lo pueda aceptar públicamente para no romper el encanto, la mesa de negociación es una vía que no pueda ir mucho más allá del perfeccionamiento de unos mecanismos autonómicos muy oxidados por el mal uso impuesto por las diferentes voluntades políticas implicadas en Madrid y Barcelona durante décadas  y por el abuso del Tribunal Constitucional. Unas reformas que podrán sustentar una validación en las urnas, como recuerda siempre que puede Pedro Sánchez, pero que no contemplarán ninguna transición a la independencia. 

Nadie puede llevarse a engaño, pero a nadie interesa explicitarlo; al PSOE porque obligaría a ERC a levantarse de la mesa, y a los republicanos porque les situaría ante la disyuntiva de abandonar el diálogo o admitir los límites de dicho diálogo, muy alejados de la república catalana.

El encanto está en el hecho físico de reunir periódicamente a representantes del gobierno central y del gobierno autonómico y en la lectura política que se desprende de mantener vivo el diálogo. Por eso el énfasis de ERC en la fecha de una próxima reunión; no tanto por el retraso que se acumule en el desenlace del conflicto (pendiente casi desde siempre) sino por no desnudar su apuesta diferencial con el sector independentista alineado tras el aventurismo de Puigdemont.