Lluvia incesante y milagrosa durante toda la Semana Santa. Buena para el campo pero mala para el turismo. Agua bendita para el agricultor pero maldición indescifrable para el cofrade. Quien estos días que hoy concluyen, y que para unos son festivos porque son sagrados y para otros son sagrados porque son festivos, reuniera en su persona la doble condición de campesino y capillita habrá debido de sufrir el ‘síndrome del corazón partío’.

Hosteleros y disciplinantes se habrán acordado no poco y no precisamente para bien del pío presidente andaluz Juan Manuel Moreno, que en plena cuaresma fue a ver al papa y le pidió que rezara para que lloviera en Andalucía. Pensando más en el trigo y los almendros que en el llanto las hermandades, Francisco debió formular sus rogativas a conciencia: no cayó Moreno en advertirle al santo padre que pospusiera sus rezos hasta después del Domingo de Ramos. Por desgracia, un presidente y un papa, por muy presidentes y papas que sean, no pueden estar en todo. Seguramente, ni siquiera el mismísimo Dios al que reza la gente para que esté en todo puede el pobre estar en todo. Que más quisiera.

San Pedro bendito y Pedro Botero

El político español que más se parece a la lluvia paradójica de primavera es Pedro Sánchez, y no porque a los de izquierdas les parezca una bendición y a los de derechas una maldición, que eso al fin y al cabo le sucede a cualquier líder de relevancia. La particularidad de Sánchez consiste en ser simultáneamente San Pedro bendito y Pedro Botero para los propios militantes y votantes socialistas.

Como Cristo y su doble naturaleza humana y divina, Sánchez reúne ambas dimensiones para sus discípulos y seguidores. Es el mayor pecador de esta tierra por haber alcanzado su investidura al alto precio de amnistiar a alguien no ha dado muestra alguna de merecerlo, como si la cofradía malagueña de Jesús el Rico en vez de indultar a un preso del montón condenado por sus trapicheos con la droga hubiera indultado a un espadón golpista muy popular en su pueblo pero dispuesto a la primera ocasión a volver a la andadas.

Pero, a su vez, para esos mismos afiliados y simpatizantes socialistas Sánchez es el llanero solitario que le dobló él solo el brazo a la derecha cuando, el 23 de julio, esta se dirigía tan campante del bracete de la extrema derecha caminito de La Moncloa. Pedro fue el héroe de julio sin cuya determinación y sangre fría el vicepresidente del Gobierno de España sería hoy un hombre llamado Santiago Abascal.

Las tres preguntas

Se atribuye a Karl Rove, consultor político y jefe de Gabinete con George Bush hijo, la idea de que las batallas electorales las gana el político sobre el cual cabe contestar afirmativamente estas tres preguntas: 1) ¿Es un líder fuerte? 2) ¿Se preocupa de la gente como yo? 3) ¿Puedo fiarme de él? En la primera y la segunda pregunta, Sánchez sale airoso. La respuesta a la pregunta de si es un líder fuerte es sin duda un sí, como acredita tanto su milagrosa resurrección tras haber sido crucificado por sus compañeros del partido como la astucia política y el vigor emocional demostrados tras la humillante derrota de su partido en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023.

A la segunda pregunta, la de si Sánchez se preocupa de la gente común, muchos votantes, y no todos de derechas, contestan que por supuestísimo que no, que el presidente es un tipo -yo, mí, me, conmigo- que se preocupa únicamente de sí mismo. Sin embargo, las políticas impulsadas por los gobiernos que él ha presidido evidencian, con mayor o menor éxito, un compromiso real y una defensa efectiva de los intereses de las clases trabajadoras, contrarios las más de las veces a los de la banca y las grandes corporaciones. La nota de Sánchez a la primera pregunta es un 9 holgado y la nota a la segunda pongamos que un 7 raspado.

¿Puedo fiarme de él? En esta tercera pregunta no sale airoso el presidente. La hemeroteca acredita sobradamente que no es un político de fiar porque ha hecho cosas que dijo solemnemente que no iba a hacer y ha dejado de hacer otras que había prometido hacer. Suspenso, pues, en fiabilidad y no precisamente cerca del 5.

¿Conseguirá Sánchez hacerse finalmente perdonar el pecado original de la amnistía que hizo posible su investidura, sobre todo considerando que el amnistiado Carles Puigdemont ni ha dado ni parece que vaya a dar muestra alguna no ya de agradecimiento sino ni siquiera de arrepentimiento? No es fácil que veamos una exculpación, pero con Sánchez nada está escrito. Aunque los medios de la derecha se han apresurado a encargar encuestas que ya estarían detectando un supuesto ‘efecto Puigdemont’, una victoria rotunda del PSC en las catalanas de mayo que hiciera a Salvador Illa presidente de la Generatitat y un retroceso significativo de las opciones de Puigdemont de volver al Palau allanarían sin duda el camino del perdón, pues serían la señal de que, otra vez, Sánchez estaría escribiendo derecho con renglones torcidos. Como Dios.