Cayetana Álvarez de Toledo dedica una columna en El Mundo a la votación en el Congreso de la refoma laboral, ese "penúltimo capítulo de la imparable degradación nacional", y, como suele ser costumbre en la diputada del Partido Popular, no deja títere con cabeza, tampoco en su propio partido, al que describe como un "espacio electoral fragmentado" y a la "deriva".

Álvarez de Toledo pone en valor la actuación de los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, que votaron contra la reforma laboral desobedeciendo la disciplina de su partido. "Llegó la hora de votar. Imaginé el agujero en sus estómagos y, movida por una intuición esperanzada, calculé el lugar exacto de sus escaños para poder cotejar su voto en la pantalla. ¡Rojo! Salté como un resorte. '¡Bravo, bravo!'. Lo que vino después es demasiado grotesco para merecer glosa", describe la diputada del PP refiriéndose a la torpeza de su compañero de bancada que, por error, votó a favor de la norma del Gobierno.

Partitocracia y cesarismo

A juicio de Cayetana Álvarez de Toledo "el esperpento que ha rodeado la aprobación de la reforma laboral, culminando en el harakiri del gran partido de la derecha navarra, ha servido para dejar en evidencia no sólo el grado de envilecimiento de la política española, sino también una de sus principales causas: la partitocracia", de la que no salva ni al PP.

La diputada popular carga contra los partidos que "para proteger a sus cúpulas acaban desprotegiendo a sus bases y perjudicando a la nación" y encarnan "una partitocracia convertida en cesarismo", como ocurre, según afirma, con el PSOE, pero de la que no deja ileso al PP. "Partidos -afirma en plural- "que tratan a sus diputados como ganado al que arrear en la dirección que en cada momento decrete su pastor".

Álvarez de Toledo recuerda la sanción que le impuso el PP

La exportavoz del PP en el Congreso recuerda la multa que le impuso su propio partido por "no apoyar el reparto con Sánchez de los magistrados del TC (Tribunal Constitucional)", a pesar de que, según subraya, "la Constitución afirma que el voto de los diputados 'es personal e indelegable'. Álvarez de Toledo desvela que en su recurso contra la mencionada sanción ya defendió que "la disciplina de voto tenía como loable objetivo fortalecer a los partidos surgidos tras la dictadura y simplificar el proceso de formación de voluntad del Parlamento" y que "cuando sólo queda la disciplina, la deliberación se evapora. Cuando la autonomía del parlamentario se castiga, la sumisión y la mediocridad proliferan".

"Si la cúpula lo decide y dicta todo, si las posiciones de la dirección son las únicas no ya relevantes sino conocidas, el diputado deja de tener cualquier responsabilidad. Se convierte, a ojos de muchos ciudadanos, en un perfecto irresponsable", añade.