La novela Boy Wonder (aquí titulada Mejor productor) se publicó en Estados Unidos en 1988. Su autor, James Robert Baker, que cosechó algunos éxitos con éste y algún otro libro (por ejemplo, Fuel-Injected Dreams), se suicidaría casi una década más tarde, a los 51 años. Se dice que las críticas y las polémicas ocasionadas por su obra Tim and Pete le impidieron volver a publicar, lo que sería el detonante de su autodestrucción, agravada por las depresiones. Tras su muerte, el culto hacia Baker ha ido aumentando, y se le conoce como una especie de representante de la literatura gay y transgresora. Ahora nos llega en castellano, por fin, su novela más celebrada: Mejor productor (Libros Walden, traducción de Manuel Moreno y prólogo de Guillermo Alonso), cuya estructura sigue los dictados de las biografías orales, con innumerables declaraciones de personas que hablan de un tercero para reconstruir su historia, pero con una diferencia radical: Baker se lo inventó todo… los personajes y las situaciones son ficticios, lo que supone un mérito doble.

Boy Wonder arranca en 1950 y termina en 1988. En ese marco temporal se sitúa la historia de Shark Trager, una especie de versión delirante de Robert Evans y sus excesos: un tipo capaz de producir películas que triunfan en la taquilla y entre la crítica, pero también de alumbrar los fracasos más ridículos y estrepitosos, con colaboradores que se avergüenzan de haber participado en ellos… Es decir, como si uniéramos en una misma persona a Steven Spielberg y a Tommy Wiseau, alguien capaz de lo mejor y de lo peor de Hollywood. Todo su entorno, desde guionistas, actrices, directores, amigos, prostitutas, amantes y familiares hasta gerentes de cine y críticos cinematográficos, va contando pequeños episodios y anécdotas de la vida de aquel hombre, un tipo tendente al exceso: obsesionado con una chica durante años, adicto a la cocaína, seguidor incondicional de James Dean y de su leyenda, apasionado de las películas clásicas, propenso a la violencia y a la paranoia… Todos hablan de él, destapan los entresijos de sus continuos escándalos, caen en contradicciones, y, sobre todo, recorren varias décadas de la historia del cine. Porque una de las virtudes de Mejor productor es que cita y alude continuamente a películas célebres: la temporada en la que se estrenan, el momento en que los protagonistas van a verlas, la obsesión por hablar de ellas, su impacto en la cultura popular…

Si, en la forma, Boy Wonder se parece a libros como Rant, Por favor, mátame, Corazón giratorio, El otro Hollywood o Todo el mundo adora nuestra ciudad, en el fondo es muy similar a novelas como Zeroville y Parpadeo, es decir, libros cuyos escritores conocen la historia del cine y son cinéfilos auténticos y repasan una y otra vez detalles y guiños y colocan a sus personajes en ambientes propios de cineastas. En esta clase de novelas suele haber un fervor absoluto por directores clásicos y por películas icónicas.

Lo que creó James Robert Baker aquí, durante 560 páginas, es una sátira, alocadísima y disparatada, del sistema de estudios de Hollywood y del ambiente sórdido de las bambalinas. Por eso hay accidentes con sierras mecánicas en los rodajes, montañas de cocaína y miles de cajas de anfetaminas, magnates que imponen a sus mujeres en los proyectos, asesinatos y violaciones, rituales de vudú, peleas a puñetazos, críticos despiadados, ceremonias de los Oscars en las que todo se tuerce, padres autoritarios y mujeres suicidas, proyectos absurdos que imitan los argumentos de los clásicos de John Ford, Orson Welles y Alfred Hitchcock…

La prosa de Baker y su dominio de los diálogos logran que estas situaciones, a menudo atravesadas por el dolor, la paranoia y la violencia, nos lleguen a provocar la carcajada. Además de una declaración de amor al cine, Boy Wonder es el retrato de uno de aquellos grandes cineastas excéntricos, megalómanos y excesivos que alternaban películas basura con filmes que se convertirían en clásicos (como el citado Robert Evans, que produjo Chinatown pero también Sliver).

En un documental reciente sobre el talentoso cineasta William Friedkin, afirma éste que Hollywood se puede resumir mediante una cita célebre: El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano. Y así podríamos resumir también lo que sucede en este novelón.