Estamos ante un escritor de esos que con su discurso borran fronteras, géneros y cualquier clase de casilla. Hablar con Goldman es en parte leerlo, como si con la existencia formáramos parte de un todo llamado literatura. Este sábado 8 de junio, a las 19:00 horas, firmará ejemplares de su nueva novela Como perro que aúlla en la oscuridad, en la caseta 77 (librería Juan Rulfo) de la Feria del Libro de Madrid.

Uno a uno fue subiendo los escalones, en puntas de pie. Lo desquiciaba la oscuridad viscosa que flotaba escaleras arriba, y también el silencio. No un silencio inmutable que uno tomaría por ausencia de peligro, sino aquel que perduró luego del grito abrupto y sofocado de una joven, o quizás de un niño, una boca amordazada por la crispada mano del asesino. Inicio de la novela Como perro que aúlla en la oscuridad (Huso, 2019).

Edgar Borges: ¿Cómo te surge la idea de un detective y un perro para protagonizar una novela negra?
Eduardo Goldman: Quizás sea un entrecruce de deseos. Deseaba escribir una historia cruda, con un policía creíble, contradictorio, torturado por la culpa. Por otro lado, había intentado una novela de terror con un perro de protagonista. Mi novela de terror se hundió en la impericia, pero el perro sobrevivió y fue “contratado” para Como perro que aúlla en la oscuridad. El rol fue justo a su medida. Es curioso cómo nacen las cosas.

Los personajes tienen algo de víctimas, pero también de victimarios. Más allá de todo lo que parece, ¿quién es el villano de la historia?
Desde un punto de vista formal, el villano es el gerente de los laboratorios multinacionales que elucubra una macabra idea, la que se concreta en una ola de crímenes y desapariciones. Por otro lado, hay una orden social que premia a los que triunfan sin importar la forma en que lo hacen, hay una degradación moral generalizada que estimula a la villanía. El villano es, justamente, quien se adapta exitosamente a esta circunstancia, sin que le importe un comino la vida del prójimo. Pero hay una cosa a tener en cuenta: el villano no es el producto directo de una sociedad decadente, como alegaría ese gerente en su defensa, sino de su actitud personal ante la misma. No hay excusas para la villanía. Las personas decentes nacen en la misma sociedad, y no se corrompen.

Háblanos un poco de la relación entre el inspector Sergio Bonet y Andrea Silberman, conductora de un noticiero de televisión que acaba de ser despedida.
La típica relación de amor odio. Son dos polos opuestos que se atraen. Ella, como periodista, lo trata de asesino, por haber acabado con la vida de un “inocente”. Él debe defenderse de ella como de una araña pollito. Se necesitan y juntos intentan resolver el caso que convulsiona a todo un país. ¿Lo lograrán? Suspenso…

En tu novela el aullido es una respuesta a la soledad. En la sociedad actual, ¿escuchamos los aullidos del otro?
Las demandas de la sociedad actual no nos dejan tiempo ni ganas de escuchar nada que provenga del otro, y no se ajuste a nuestros presuntos intereses. Una defensa contra el dolor que nos causa esta vida es la insensibilización. Si no sientes el dolor, es que no existe. Y si no existe el tuyo, mucho menos el del otro. He visto programas de televisión donde, muchas veces, los políticos debaten y no pierden un segundo en escuchar lo que el otro expresa, sólo se preocupan por defenderse y hablar sin que parezcan tener verdadera idea de lo que están diciendo. Y me pregunto cómo harán para responder a las necesidades de la gente si llegan al poder. Sólo la persona que siente su propio aullido es capaz de sentir el aullido del otro.

¿Es la novela negra la forma más directa de contar las historias de los derrotados?
La novela negra tiene un largo prontuario contando historias de héroes que nacen de la derrota. Y eso es cautivante porque permite una identificación inmediata del lector, o espectador. Logra que uno se meta en la historia empatizando con el protagonista, sólo a la espera de que éste en el final alcance la tan ansia victoria sobre el mal. Pero esto no es sólo patrimonio de la novela negra. Desde los griegos que lo estamos haciendo.

El humor no es un elemento frecuente en la literatura escrita por latinoamericanos, ¿en qué momento y por qué se convierte en el veneno clave de tu obra?
Mis primeros libros fueron colecciones de mis artículos de humor, en diarios y revistas. Creo que el humor es mi defensa contra el dolor que me provocan ciertos detalles, como vivir en este mundo. Y eso se los paso por placenta a mis personajes. Creo que ellos también lo necesitan.

¿Escribir es una forma de aullar?
Si te refieres a aullar como lo hacía el perro de mi novela, como un pedido de auxilio que lo saque de la soledad. En efecto, creo que así es. Cuando escribes, aunque puedas engañarte pensando que es solo para ti, en realidad siempre lo haces para algún otro, u otra. En muchos casos aúllas para llamar la atención, para pedir el reconocimiento que, quizás, nunca obtuviste. En realidad, todos los personajes de la novela se la pasan aullando, cada uno a su manera. Y ahí se borran las fronteras entre los “buenos” y “malos”. Porque la soledad, y no me refiero a preferir estar solo por un tiempo, me refiero a la soledad como un sentimiento lacerante, esa soledad es como el estiércol en la tierra, que tanto puede dar mal olor como una flor que se abre.