Durante años fue uno de los gladiadores más temidos de las plazas del freestyle, un nombre que resonaba con fuerza en los escenarios de la batalla y que llevaba el aura de los guerreros del verso. Pero Ignacio, más conocido como Mnak, no es solo un competidor feroz: es también un creador inquieto, alguien que ha vivido el vértigo del aplauso colectivo y, al mismo tiempo, el silencio largo del que medita su próximo paso. Con Callao, su primer disco de estudio, se ha despojado de la armadura del personaje para mostrarse sin filtro, con una honestidad que traspasa lo musical. “Callao representa todos estos años en los que me he estado silenciando a mí mismo”, dice, como quien al fin encuentra su voz tras años de ruido.
La suya es una transición compleja y valiente, de los escenarios improvisados a un universo sonoro construido con mimo, banda, atmósfera y tiempo: mucho tiempo. Porque Callao no es un álbum al uso, sino el fruto de casi tres años de trabajo, una obra coral donde más de medio centenar de personas han contribuido a dar forma a su universo personal. Hablamos con Mnak sobre esa mutación artística, sobre lo que queda del vikingo en este Nacho que ahora compone desde el alma, sobre las batallas que ya no ve y las canciones que por fin ha querido cantar.
Pregunta (P): ¿Por qué elegiste precisamente Callao como título para tu primer disco? ¿Qué representa para ti?
Respuesta (R): La premisa surgió al trabajar en Callao, pero también es una declaración de intenciones. Ha sido una etapa en la que he tenido miedo a sacar este disco, miedo a romper con el género con el que venía. Callao representa ese tiempo en el que me he estado silenciando a mí mismo. Ahora es el momento de hablar.
P: Después de más de dos años de trabajo, ¿qué ha significado para ti ver culminado Callao?
R: Han sido casi tres años. Demasiado tiempo, la verdad. Siento como si hubiera perdido a alguien y aún no me hubiese dado cuenta. Estoy ya con la cabeza en trabajar el disco en julio, pero por fin ha terminado. Tuvimos que ponerle punto final porque se alargaba demasiado. Hicimos 20 canciones y descartamos 8. Ahora estoy contento de que por fin haya salido.
Callao representa todos estos años en los que me he estado silenciando a mí mismo
P: ¿Qué te inspiró a dar el salto del freestyle a grabar tu primer disco?
R: En realidad empecé antes con la música. Tengo muchos temas antiguos de rap, pero con tantos viajes por eventos de freestyle no tenía tiempo. Conocí a los chicos de la banda y lo que iba a ser algo más producido acabó siendo todo instrumental y orgánico. He ido descubriendo muchas posibilidades con la música, y quiero probarlas todas.
P: ¿De qué manera ha evolucionado tu proceso creativo desde aquellos inicios improvisando hasta Callao?
R: Ha cambiado mucho. Siempre me ha gustado el estudio, aunque empecé en la calle, rapeando con litros. Pero hacer música para mí es un ritual serio y elegante. El paso del tiempo te cambia: ya no tengo 15 años, ahora tengo 27 y estoy en otra etapa.
P: Mientras componías y grababas el álbum, ¿qué referentes musicales te acompañaron o te influyeron?
R: Los chicos de la banda venían del funk, y queríamos hacer una mezcla con sonidos retro, futbolísticos, atmosféricos. He escuchado muchas bandas sonoras vintage, música instrumental, incluso música de ascensor. Buscábamos que cada canción tuviera su propia atmósfera.
P: Has dicho que querías hacer un disco atemporal. ¿Cómo se consigue algo así en un mundo tan rápido y cambiante como el de la música?
R: Creo que hay estilos que duran siempre, como el funk. Y si consigues llegar a la gente a través de las letras, se quedan contigo para siempre. Hemos hecho exactamente lo que queríamos, sin fijarnos en lo que está de moda. No tenemos ninguna empresa detrás, todo lo hemos hecho nosotros.
P: Más de 50 personas han participado en el proyecto. ¿Cómo se gestiona un equipo tan grande sin perder esa esencia tan personal?
R: Empezamos con la banda, que ahora son mis hermanos. La música la creamos entre todos. Luego mi hermana se encargó de la parte visual, y conseguimos actrices, actores… todo el mundo que se sumaba al proyecto aportaba algo. Nadie vino solo a trabajar: todos crearon con nosotros ese universo.
P: Le has dado mucha importancia a la parte visual. ¿Qué peso tiene para ti el apartado audiovisual en la música que estás creando?
R: Muchísimo. Mi hermana trabaja en cine como directora de arte y desarrollamos todo juntos. Me inspiré mucho en una película llamada Late Night with the Devil. Todo cuadraba con la música. Los vídeos parecen parte de un programa propio más que simples videoclips. Todo está muy cuidado, desde los colores hasta los decorados.
En el escenario soy un vikingo; en el disco soy Nacho
P: ¿Consideras que, a día de hoy, sigue existiendo una separación fuerte entre los raperos de batallas y los de estudio?
R: Sí, muchísima. Yo he intentado que persona y personaje se unan, pero en las batallas interpreto un papel. Puedo decir cosas que no son del todo honestas, pero en mis canciones soy yo al 100%, sin buscar aprobación. El personaje vikingo es más papel; en este disco soy Nacho.
P: En los últimos años las batallas se han profesionalizado muchísimo. ¿Crees que eso ha enriquecido el freestyle o le ha quitado su esencia callejera?
R: Estoy agradecidísimo, porque gracias a esa profesionalización puedo vivir de esto. Ya superé esa etapa más callejera. No he perdido los valores, pero tengo 27 años y ya no estoy rapeando en un parque. Eso sí, no soy consumidor actual: no veo batallas, salvo alguna de Garza porque es mi hermano. El problema no ha sido tanto la profesionalización como el exceso.