Durante el pasado mes de abril se publicaba el el primer informe de gran alcance elaborado por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) sobre la violencia sexual en el ámbito audiovisual español. Según el documento, la situación del sector es alarmante. El estudio revelaba que el 60,3% de las profesionales ha sufrido algún tipo de agresión o comportamiento de naturaleza sexual en contextos relacionados con el cine y el audiovisual. Dentro de este porcentaje, el 49,5% indica haber sido objeto de acoso físico. Por supuesto, el texto concluía que este sector era “un entorno laboralmente inseguro para las mujeres”.

Ahora, los datos, que siempre han estado ahí, comienzan a corresponderse con la conciencia que crece alrededor de la violencia machista en la industria cultural nacional, que hasta hace no tanto, ignoraba por completo los abusos perpetrados en su seno. A pesar de ello, desde hace unos años los escándalos no han dejado de aparecer. En el año 2017- en el que se desató el movimiento MeToo en Hollywood- La actriz Leticia Dolera publicaba un artículo en la prensa nacional en el que desvelaba el acoso sufrido por parte de un director al iniciar su carrera. Ese mismo año, Aitana Sánchez Gijón, Carla Hidalgo y Maru Valdivieso, narraron en entrevistas sus propias experiencias con la violencia machista instalada en el sector del cine. 

Pero harían falta años para que en España las acusaciones públicas y colectivas tomaran forma, y se unificaran alrededor de nombres y apellidos. Ocurría en 2023 con el productor Javier Pérez Santana, señalado por tocamientos y lenguaje ofensivo hacia la actriz Jedet y en 2024 con el cineasta Eduard Cortés, acusado por 27 mujeres de ofrecer papeles a cambio de actos sexuales

Quizás el punto de inflexión que dio el pistoletazo de salida a un intento de MeToo en el cine español se dio en enero de 2024, con la publicación en el diario El País de una investigación periodística que recogía los testimonios de tres mujeres que señalaban al director Carlos Vermut como presunto autor de distintos abusos sexuales. Según las declaraciones que recogía el periódico, el cineasta habría aprovechado su fama y posición dentro del cine para imponer relaciones sexuales sin consentimiento durante el período comprendido entre 2014 y 2022. 

Esta investigación terminó de abrir un cisma en el sector, avivando el debate sobre los espacios seguros que poseen las mujeres en la escena cinematográfica y el modo de operar de los agresores dentro de ella. Cerca de dos años después, hemos podido comprobar que este caso, al que se le auguraba detonante, no fue suficiente para frenar la rueda. Tal y como recordaban Isa Calderón y Lucía Lijtmaer, creadoras del radioshow Deforme Semanal, "las mujeres hablamos entre nosotras y tenemos un disco duro con toda esa información". Lo que queda claro es que esa esperada lista pública de abusadores aun está por llegar

El movimiento fallido en España

Lo decía la actriz Aixa Villagrán hace un año. "El año pasado estuvo a punto de salir el #MeToo y no salió. A mí me llamaron y me dijeron: ‘Va a salir pa, pa, pa…' y no salió nada". Algo que muchas actrices secundan. "Conozco casos de gente que ha sido agredida y en su empresa decían que las iban a proteger. Han denunciado y al final no ha sucedido nada", decía Carolina Yuste ante lo que resultó ser un movimiento quimera. También la intérprete Ana Rujas  ha dejado claro durante este año que la conciencia feminista alrededor del cine español no es suficiente como para hacer temblar los cimientos violentos y machistas que la sostienen. "Cada semana pienso que va a salir el 'Me Too' español, luego nunca sale y te deja cierta frustración", remarcaba en una entrevista. 

Durante el año pasado, las instituciones cinematográficas fueron criticadas por su falta de reacción, y la permanencia de personas señaladas contrasta con la impunidad generalizada. Y es que, a diferencia de lo ocurrido en Hollywood, en España las denuncias no han impulsado reformas reales ni protocolos efectivos, perpetuando un entorno donde muchas víctimas prefieren callar por miedo o por la inacción de las altas esferas. "El problema son las altas esferas que no saben decir: ‘Este señor ha hecho esto y le echamos del proyecto, nos cueste lo que nos cueste’. No les da la gana”, decía la actriz Alba Planas al respecto durante el año pasado. 

La industria musical, llena de abusadores

Paralelamente, lo concerniente a la música en España, también se ha mantenido como espacio seguro para los abusadores en posiciones de poder, que ha respaldado y propiciado la violencia hacia las mujeres dentro y fuera del panorama. Desde el cantaor  'El Cigala', condenado durante el año pasado a dos años y un mes de prisión por un delito de malos tratos y violencia machista contra su exmujer, hasta el escándalo de los hermanos Ayax y Prok, que ha sacudido la escena urbana -aunque no todo lo que debería- por cerca de un centenar de testimonios de supuestas víctimas de sus abusos sexuales. Cada vez son más los que piensan que, de hacerse un cribado de abusadores en la industria musical, la purga sería casi infinita

Si algo tienen en común estos casos dentro del panorama musical es el silencio habitual que les acompaña, en el que muy pocos son los compañeros que se pronuncian públicamente.

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