El libro de Sergio del Molina sobre el expresidente del Gobierno Felipe González no es tanto una novela en sentido estricto, a pesar de que su autor proclama en el prólogo que lo es, como una crónica novelada, un relato histórico de la trayectoria política y emocional de Felipe González en el cual el autor se toma de vez en cuando ciertas libertades inventando escenas ficticias aunque verosímiles.

Como lector de novelas y de crónicas y pese a la advertencia inicial de Sergio del Molino, leyendo las casi 400 apasionantes páginas de ‘Un tal González’ (Alfaguara, 2022) solo en muy pocas de ellas he tenido la sensación de estar leyendo una novela. Creía estar leyendo una biografía sólidamente documentada pero en estilo libre, una biografía con no poco de autobiografía, pues el autor se declara hijo legítimo y sin reservas de la España transformada de arriba abajo por la acción política de González sin cometer el error de la II República de cambiar el país poniendo a la mitad de él en contra.

Resumiendo mucho, seguramente demasiado: ‘Un tal González’ le hace justicia al hombre Felipe González, pero no al escritor Sergio del Molino, de cuyo talento este lector esperaba un libro equiparable en su envergadura y ambición a ‘Anatomía de un instante’ de Javier Cercas, con el que la obra de Sergio del Molino comparte ese género híbrido, a mitad de camino entre la novela y la historia, que el narrador catalán manejaba genialmente antes de dedicarse a escribir novelitas negras muy bien concebidas pero desoladoramente convencionales.

El libro de Del Molino es una crónica solvente pero una novela fallida. Fallida porque el relato de los hechos biográficos de González aplasta y devora los intentos del autor de complementarlos con la invención de diálogos y situaciones. El problema es que tales diálogos y situaciones son política y aun narrativamente más bien irrelevantes. Dando como da, con toda razón, Del Molino tanta importancia a los efectos que la interpretación política y periodística de la guerra sucia contra el terrorismo tuvo en la imagen y en el legado del expresidente socialista, habría estado bien que el autor novelara el papel de González en los GAL. La invención -sin duda arriesgada- de un diálogo a solas entre González y su ministro José Barrionuevo o entre el juez Baltasar Garzón y alguno de los periodistas ferozmente antifelipistas que clamaban contra el GAL no tanto por la naturaleza moral del pecado como por la filiación política del pecador, la inclusión, digo, de tales diálogos imaginarios quizá, solo quizá, habría contribuido a dar a ‘Un tal González’ la consistencia novelística que no acaba de tener.

Más allá, sin embargo, de estas consideraciones relativas a la confusión de géneros, Sergio del Molino ha escrito, dicho en cristiano, un libro justo y necesario. ¿Es ‘Un tal González’ un libro partidista? Lo es. Lo es porque un libro de este tipo no puede no serlo. Pero el suyo es un partidismo sin énfasis ni mayúsculas, el autor toma partido por González porque le parece obvio que es la figura política más importante del siglo XX español y ese hecho no ha sido suficientemente reconocido por su país; toma partido por el líder socialista porque la biografía gubernamental avala sobradamente tal toma de partido.

Sergio del Molino atribuye, no sin razón, a Felipe la realización efectiva y no traumática del sueño de los ilustrados, los liberales, los afrancesados, los regeneracionistas, los republicanos: hacer de España un país irreversiblemente europeo, un país tolerante y tranquilo con buenas carreteras, buenas escuelas, buenas becas, buenos hospitales, buenas pensiones y buena convivencia. El mérito de su libro no es lo que hay en él de literatura, sino lo que hay en él de verdad: una verdad que no se sustenta simplemente en la acumulación de datos políticos y biográficos, sino en la manera en que el autor encuadra, interpreta y trasciende esos datos.