Entrevista a Carmen Fernández autora del libro Inspector Disaster.

¿Qué te anima a escribir en un momento donde parece imposible vivir de ello?

El mismo ánimo que a los muchos chavales que hoy estudian periodismo o magisterio o tantas otras carreras con exiguas salidas. L: ¿Alguien les garantiza una vida sin sobresaltos económicos a pesar de sus muchos esfuerzos? C.F: No, en absoluto. Lo hacen porque, aun sabiendo que las posibilidades de que puedan vivir de lo que les gusta son escasas, no quieren renunciar a su sueño sin al menos intentarlo. A pesar de la incertidumbre. Por mi parte, tengo la gran suerte de haber alcanzado una situación de «equilibrio vital» bastante satisfactoria:  tengo un trabajo prosaico —el de traductora— que no me apasiona pero me permite vivir, y una afición —la escritura— que no me permite vivir pero me apasiona.

¿De qué van tus historias?

C.F.: Desde pequeña he tenido dificultades para dominar una imaginación desbordante. Y aunque a veces es divertido, esta «peculiaridad» también me ha causado bastantes problemas. El principal de ellos es el de no poder contar nada sin que mi interlocutor —si me conoce—  me advierta de entrada: «¿Podrías atenerte a los hechos y dejarte de exageraciones y florituras?». ¿Cómo explicar que no cambio ni exagero?: así veo la vida. En mis historias puedo dar rienda suelta a mi imaginación sin llevarme un tirón de orejas.

¿A quién recomendarías un libro como el tuyo?

C.F.: Mi público objetivo era inicialmente el adolescente —de hecho, mi hijo Guillermo, de catorce años, comenzó siendo mi referente y corrector— pero a medida que avanzaba la trama, todo se iba complicando. Es lo que ocurre cuando un relato se te va de las manos y termina escribiéndose solo. Tanto es así que tengo la sensación de haber sido una mera mecanógrafa.
Ahora no estoy muy segura de qué público espera ansioso la llegada de Disaster, pero seguro que lo hay: todo es cuestión de buscarlo.
Volviendo a la pregunta: ¿A quién recomendaría este libro? A los jóvenes amantes de lo «vintage». O a los adultos que se niegan a que la edad anestesie su entusiasmo juvenil.  O a los estudiantes de oposiciones.  Y, por supuesto, a los admiradores de los Hermanos Marx. Sí, creo que es una buena forma de olvidar las tensiones durante un rato.

¿Cómo ha sido el proceso de auto edición?

C.F.: La auto-edición ha sido un proceso sencillo porque he contado con el apoyo de un excelente ilustrador y el respaldo de mi pareja, que se ha  ofrecido a ser mi editor por iniciativa propia y sin necesidad de que le obligase. Ahora comienza la parte espinosa: la temida distribución.
Esa es la auténtica «chinita en el zapato» de quienes nos auto-editamos. Los canales de distribución están copados por las editoriales y son muy pocas las librerías que quieren o pueden acoger libros publicados por autores con pocas posibilidades de promocionarse.
¡Por suerte contamos con internet! Obviamente, darse a conocer a través de la red es complicado y requiere de gran tesón y paciencia, pero a mi juicio es un ejercicio bastante más gratificante y mucho menos exigente que el de conseguir que una editorial se fije en un autor novel.

¿Cualquier otra cosa que quiera añadir?

C.F.: Quisiera daros las gracias por brindarme la oportunidad de responder a vuestras preguntas y desearos unas fantásticas Navidades. Por cierto, no se me ocurre mejor ocasión que estas fiestas para acompañar al Inspector Disaster en la resolución de su nuevo caso —«Operación Navidad»—. Prometo que, como mínimo, se os escapará una sonrisa.