Sara Sefchovich es una de las autoras mexicanas más importantes; su obra ha sido traducida a siete idiomas y llevada al cine, teatro y radio. Ha obtenido premios en los diversos géneros que cultiva, como son la novela, el ensayo y el periodismo de investigación. Después de su internacionalmente aclamada novela Demasiado amor, es publicada en España de la mano de Huso Editorial con su nueva obra titulada Demasiado odio. En esta entrevista nos cuenta algunas de las motivaciones de su literatura.

Cubierta Demasiado odio, de Sara Sefchovich

Sara Sefchovich: "La maternidad que aquí se expone, rompe con lo que nos han dicho que es y que debe ser la madre, y eso resulta sumamente perturbador"

Pregunta.- Treinta años después de su novela Demasiado amor, nos presenta Demasiado odio. ¿Son obras extremas?

Respuesta.- Demasiado amor es una novela de liberación, porque la personaje consigue salirse del demasiado amor, que como se sabe, es imposible de soportar. Demasiado odio es una novela que acepta la entrega total al demasiado amor, con todo y a pesar de sus terribles exigencias. Son dos novelas de amor, de los extremos a los que conduce el amor y de los extremos con los que se puede responder a él.

P.- ¿Ya sabía usted que tendría que escribir Demasiado odio ?, ¿cuándo se convierte en necesidad?

R.- No, no lo sabía ni lo imaginé siquiera. La necesidad, la urgencia incluso, de escribir esta novela, nació del percatarme que el país que era México hace 30 años, cuando escribí Demasiado amor, no tiene nada que ver con el país que es México hoy, cuando escribí Demasiado odio. Esto fue muy doloroso para mí. Y lo mismo puedo decir del mundo, pues si bien siempre hubo actos violentos, mi manera de verlos se modificó radicalmente a raíz de lo que sucede en México hoy, cuando nos hemos convertido en una sociedad brutalmente violenta y que lo evidencia sin tapujos.

P.- ¿El personaje Beatriz tiene algo de biográfico?

R.- Cuando se publicó Demasiado amor me hicieron esa pregunta. En aquel momento, respondí que lo autobiográfico era la parte de la prostituta. Eso causó algún revuelo, porque todos esperaban otra respuesta, una en la cual dijera que lo autobiográfico eran los viajes por el territorio mexicano o la relación de Beatriz con su hermana, y lo que en cambio recibieron, fue una respuesta que no seguía la tradición de considerar terrible la prostitución y que incluso la reivindicaba.

Hoy digo que en Demasiado odio es autobiográfica la parte de la maternidad. Eso también ha causado algún revuelo, porque la maternidad que aquí se expone, rompe con lo que nos han dicho que es y que debe ser la madre, y eso resulta sumamente perturbador.   

P.- ¿Qué puede más en el presente, el odio o el amor?

R.- El odio permite vivir porque estimula y da fuerza. El amor en cambio, impide vivir, porque debilita. Esta es la verdad más allá de las ideas alambicadas de lo que suponemos que es y debe ser el amor y también de las ideas moralizantes de lo que suponemos que es el odio.

Mis dos novelas generan a propósito la confusión, pues lo que cada una aparenta ser y decir, no es lo que es ni lo que dice. Son novelas que no juegan el juego de confirmar que lo que se pretende oscuro y lo que se pretende luminoso, efectivamente lo son.

P.- Se dice que su literatura es apasionada. ¿Está de acuerdo?

R.- No es cosa de estar o no de acuerdo con esa afirmación, porque el apasionamiento y la intensidad no son algo que se pueda negar, están allí, visibles, evidentes, en el tema, pero, sobre todo, en la escritura misma.

P.- Vayamos a su biografía. ¿En qué momento asume que quiere ser escritora?

R.- A los ocho años gané el primer lugar en un concurso de cuento en la escuela, y desde entonces nunca dudé de que ser escritora sería mi camino. Pero durante muchos años, estuve convencida de que mi escritura sería académica y de ensayos. La ficción se me apareció tarde en la vida. Y le sigo teniendo mucho miedo.

P.- ¿Conquistó usted su “habitación propia” o ya la tenía?

R.- La tuve siempre gracias a mis padres, a mi compañero y a mis hijos, que no se metieron conmigo. Pero es una habitación propia solo en sentido simbólico, porque en la realidad no tengo una habitación propia ni la he tenido nunca y, a decir verdad, tampoco la quiero.