Cada vez que un hombre abre la boca para reír está devorando a otro hombre. Así comienza el ensayo La risa caníbal. Humor, pensamiento cínico y poder, del escritor Andrés Barba y que ha publicado la editorial Alpha Decay. Compuesto por nueve ensayos independientes pero que a su vez se conectan por una idea discursiva más global, con ellos, Barba analiza el humor a partir de diferentes perspectivas: la parodia (con El gran dictador de Chaplin como punto de arranque), el humor y el porno desde la idea del tabú (a partir de Garganta profunda), el chiste, los cómicos como personas, el uso de los muñecos por los ventrículos como escudo, el cinismo actual, el payaso involuntario a partir de la figura de George Bush, y los límites del humor tanto en el terreno político (con el 11S como frontera) o en el religioso. Un estudio completo, ameno, divertido y realmente inteligente que aborda el humor de una manera polifacética, con algunos ensayos verdaderamente brillantes y originales, que muestran el arte de reirse y de hacer reir como un elemento que va más allá de sus contornos de género y de simple entretenimiento, aunque no niega esta faceta, y lo muestra desde su carácter más político y social y, también, humanista.

Hemos tenido ocasión de hablar con Barba sobre su libro, más que recomendable.

Nueve textos para hablar de la risa a partir de diferentes acercamientos. ¿Cómo te llega la idea del proyecto y cómo su estructuración?

El tema de la risa me interesa desde hace muchísimos años. Quiénes somos cuándo reímos, por qué tenemos miedo a reír de ciertas cosas, por qué sentimos la risa de los demás como una amenaza… todas me resultaban preguntas no sólo enormemente interesantes sino también muy narrativas, con muchas posibilidades. Con la pregunta llegaba la misma posibilidad de exponerla: quería hablar de la risa, pero no especulando en el vacío sino buscando episodios históricos en los que la risa había abierto una nueva posibilidad dialéctica. Así surgió La risa caníbal.

En otro de tus ensayos, coescrito junto a Javier Montes, te acercabas a la pornografía. Aquí lo haces al humor, a la risa. En uno de los ensayos que componen el libro converge el porno y el humor pero, en términos generales, ambos aparecen como temas tabús, uno más ‘comprensiblemente’, el otro menos. ¿Qué conexión encuentras entre ambos?

El sexo es una de las grandes minas de oro de la risa, una fuente inagotable. Necesitamos reírnos del sexo porque quien más quien menos tiene una cuenta pendiente en ese lugar, un lugar de antimateria, algo que no ha resuelto o que le sigue resultando inquietante. En las cuestiones sexuales la risa funciona también como un aglutinador, como un termómetro de la mal llamada “normalidad” por eso las disidencias sexuales de la “normalidad” son las primeras en ser puestas en la picota de la risa. La comunidad utiliza la risa para defenderse de aquello que considera amenazador.

‘La risa caníbal’. Ya el título pone de relieve que reírse devora, o que quien hace reír a costa de otros, devora igualmente. Es fácil reírse de los demás, menos de uno mismo, en el fondo, el humor, o cierto humor, tiene algo de crueldad intrínseca…

El humor sólo es caníbal, no necesariamente cruel. Nuestra condición es caníbal, no necesariamente cruel. Consideramos que es cruel porque desde hace ya casi un siglo sólo nos relacionamos sentimental (y puritanamente) con la risa, pero eso no significa que haya sido siempre así, ni que tenga que ser así para siempre. Estamos en un interesante punto de inflexión en nuestra aproximación al fenómeno.

Creo que la comedia, por englobar toda la risa y el humor en un género, no siempre ha sido bien vista. De hecho, sigue pareciendo un género menor. Sin embargo, de los más populares. ¿Por qué crees que existe esa desconexión entre el gusto popular y, diríamos, cierta corte intelectual reacio a aceptar la risa?

La parodia, creo que es eso a lo que te refieres, siempre ha tenido, con respecto a la tragedia, una posición de pleitesía. La parodia existe porque existe el elemento parodiado, es decir, lo serio, lo que importa, lo relevante. Desde esa perspectiva el genero humorístico es siempre un género menor, los Oscar los ganas los dramas, no las comedias, el Canon literario está compuesto por textos trágicos, etc… Pero en la dinámica de nuestro pensamiento no es asi. La comedia, la parodia, es el gran termómetro del idealismo. El pensamiento cínico, aún desde su posición de pleitesía, ha hecho evolucionar tanto la humanidad como el pensamiento idealista.

Después de leer, estudiar y escribir sobre el humor, ¿crees que puede tener poder incisivo en la sociedad más allá del momento catártico de la risa?

Claro que sí. Necesitamos la risa como el oxígeno. La necesitamos para comer, para tener sexo, para dormir a pierna suelta, para sobrevivir a nuestra propia mezquindad. Ése es su verdadero poder sobre nosotros.

Últimamente hemos asistido a momentos como los de Charlie Hebdo o los twittis de algunos políticos en España, sin olvidar algunas portadas de otras revistas de humor, que han planteado cuestiones sobre los límites del humor. Aunque en el libro desarrollas el tema en varios de los ensayos pero, ¿crees que el humor debe tener límites?

Me interesa mucho el del linchamiento público de Zapata porque es un caso casi ejemplar de cómo el puritanismo utiliza un "falso escándalo" como arma política. Nuestro problema con la corrección política (con el decoro) es, más bien, que el escándalo que se produce tras un chiste inconsciente es un teatro, un fingimiento, y que todos nos hemos acostumbrado ya tanto a ese fingimiento, que lo damos por descontado. Zapata, contó un chiste de mal gusto que todo el mundo ya sabía, los que se escandalizaron fingieron que se escandalizaban y los que se arrepintieron fingieron que se arrepentían de algo que seguramente seguían pensando que no tenía ninguna importancia.Es más, es  altamente probable que mucho de los peores enemigos públicos del caso Zapata hubiesen contado ese mismo chiste, hace años, en su vida privada. El problema con el decoro no es que arruine la posibilidad de la comedia, sino que arruina la posibilidad misma de la verdad, nos obliga a todos a adoptar un papel, a fingir escándalo, a fingir arrepentimiento.

¿Puede ser el humor un barómetro de qué clase de sociedad tenemos? O, en términos más amplios, ¿puede usarse el humor para calibrar el desarrollo de las sociedades?

Y también para medir la inteligencia de la gente. Henry James, a quien admiro a veces más allá de lo razonable, hace en Washington Square una descripción en dos líneas de un personaje que me parece soberbia y que está relacionado  precisamente con eso: “Todo el mundo sabía que Morris Townsend era un hombre inteligente porque apenas hablaba se reía siempre en el momento apropiado”. ¡Fantástico!

Vivimos tiempo en apariencia cínicos, ¿a qué crees que se debe?

A que somos verdaderos cínicos. Y a que eso no es tan terrible. Pero eso sería largo de explicar aquí y me cargaría el capítulo más interesante del libro…

En el libro tratas muy diferentes maneras de hacer humor o, mejor dicho, diferentes vías: escrita, visual, oral… ¿cuál crees que es la más efectiva hoy en día para el humor?

El humor es como el agua, no tiene una forma específica, es oportunista, su fuerza es precisamente su flexibilidad y su imprevisibilidad. No hay una forma más apropiada para el humor que otra.

España es un país del chiste, del mote, de la burla –normalmente fácil-, que ha tenido grandes cómicos, otros no tanto. ¿Cómo crees que es el humor español?

Yo no creo que España sea un gran país de humoristas. Su sentido del honor siempre ha funcionado en él como un gran inhibidor en ese sentido, pero eso no significa que no estemos viviendo una época fantástica. Nunca habíamos tenido un programa de sátira política con un impacto social tan importante, por ejemplo, como El Intermedio, no se ha calibrado lo suficiente el impacto que tuvo el grupo de Cuenca (Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, etc) en la renovación del panorama cómico español. Yo siento predilección total por Alberto González Vázquez, que me parece un genio en la sombra. Y tantos otros, sería imposible nombrarlos aquí. Eso sí, en mi corazón Chiquito siempre tendrá un altar privado.