-Las altas presiones es tu segunda película tras varios cortos y otro largo. ¿es consecuencia de todo lo anterior o simplemente una pieza más?. Porque hay coherencia tanto formal como temática en el conjunto.
La veo como otra pieza más del puzle, del camino de ir avanzando poco a poco. No he tenido nunca esa sensación de necesitar hacer un largo como conclusión de aquello que he ido aprendiendo sino que en realidad cualquiera de las cosas que haga, ya sea un corto o una pieza grabada con el móvil que luego subo a un blog, es en cierto modo lo mismo. Supone seguir investigando en el misma línea, con diferentes exigencias de producción, evidentemente, que impone un esfuerzo diferente…
-Sí, porque Las altas presiones es casi una superproducción en comparación a lo anterior.
Sí, desde luego que para la productora y para mí lo ha sido. Es ambiciosa a pesar de ser una película pequeña. Es curioso cómo cambian los parámetros, hace unos años una película media costaba el triple y ahora nosotros somos como una superproducción de la producción media española.
-Miguel es un personaje desplazado que regresa a su tierra. La película posee el aliento de las road movies pero también de esas películas del regreso, de quien se fue, regresa y de repente ve todo (paisajes, personas…) con una doble mirada: la de aquel que fue y la del que regresa.
Sí me interesa mucho ese aspecto de la doble mirada. Esa sensación extraña de estar dentro pero no estarlo, es decir, de mirar las cosas desde dentro. Es algo que tengo muy presente siempre, como en el cine de Douglas Sirk, que me gusta mucho, con esos personajes que miran a través de ventanas, que viajan en el tiempo sin viajar, viendo la vida de los otros a través de cortinas, a través de los re-encuadres.
La idea del viaje te sitúa en un punto muy clásico, con una película que comienza con un viaje, con un movimiento, una narración de viaje; desde el principio pensábamos a nivel de estructura que si la línea normal de una road movie es la recta, de ir de un punto a otro y entre medias producirse una transformación, veíamos al personaje trazando más que una línea recta, círculos que cada vez son más estrechos. Un viaje más obsesivo que lineal.
-Miguel trabaja para otros en busca de localizaciones. En cierta manera, hay algo de derrota en él. Pero a su vez parece un personaje que no se atreve a ser protagonista de su vida. Que no sabe quién es, quién podría ser, quién le gustaría ser…
Siempre buscamos la doble lectura en todos los apartados, aunque se produjeran contradicciones. En realidad, es algo que hace más humano al personaje y a la historia. No está a gusto trabajando en el cine a pesar de ser lo que quería, también intuimos que tiene o tenía alguna aspiración creativa que ha quedado apartada. Pero una vida fascinante para otro, cuando está dentro de ella, le parece de lo más banal. Intento mirar en varias direcciones, ser comprensivo con el personaje pero también tomar una postura crítica hacia su actitud; la idea era no ser del todo complaciente y seguir dándole palmadas por sus quejas. Mirarle incluso con ironía.
De alguna manera, era una distancia necesaria incluso conmigo mismo. No sentirme tentando a ser condescendiente con mis propias dudas y contradicciones. Quizá es la forma que tengo de analizar mí día a día. Hay bastante de mí en Miguel, pero también busqué desactivarlo al trabajar con otro guionista, para que surgieran cosas ajenas a mí, que no me pudiera esperar. También permitiendo a los actores incorporar elementos que fueran suyos. Por otro lado, más que nunca, he introducido cosas de amigos o de conocidos, de una situación general. Y eso provoca que la identificación pueda ser mayor.
-Por otro lado, pasa de estar tras la cámara a estar delante de ella, se crean dos espacios para Miguel y en ninguno de ellos está cómodo.
Sí, esa era también una idea. Cómo usa la cámara, como vehículo de comunicación para una persona que precisamente tiene problemas para relacionarse con los demás. Pero a la vez es también una barrera y un escudo. Son de nuevo varias miradas a través de cómo la cámara puede suponer diferentes cosas. Un doble juego de acercamiento y alejamiento.
-Se ha hablado mucho sobre el sentido generacional de Las altas presiones, pero si tiene una mirada de ese tipo creo que proviene más desde lo individual, de un caso en particular.
Totalmente. Aunque en algún momento sí surgió el tema generacional. Con Andrés fue una de las primeras cosas de las que hablamos y le dije que debíamos intentar desactivar eso. Evidentemente, todo lo que venga a partir de ahí es porque estás metido y trabajas en un lugar y en un tiempo concreto. De repente se recogen varias tensiones que eran necesarias de tratar pero sí quería desactivar la idea generacional y partir más del personaje. Pero los destellos de otros personajes crean una cierta respuesta al momento que estamos viviendo. Un ruido de fondo o sonido común que vienen de charlas o conversaciones que tenemos todos desde hace años. Algunas son banales en apariencia pero son muy buenos ejemplos de ese sentimiento colectivo.
-La secuencia en el Liceo Mutante es reveladora al respecto, sitúa a Miguel en un entorno en el que a pesar de las circunstancias, al menos, actúan, se mueven.
Esa tensión entre la gente que hace cosas y organiza su vida, siempre visto desde fuera, por supuesto, porque uno nunca sabe lo que realmente hay por dentro, visto por una persona que observa, que mira, pero que no es capaz de participar.
-Me gusta la idea de identidad abierta en varias direcciones. Una de ellas es cómo Miguel, a través de esos espacios, revela su relación con el mundo obrero…
Perdió más fuerza en el montaje, pero sí es algo de lo que hablé mucho con Andrés. Esa vinculación obrera, ese orgullo de clase, en un medio que tradicionalmente es burgués, que es acomodado, que vive de rentas algo descabelladas. Para nosotros era algo muy importante. De nuevo, él intenta comunicarse con esa clase pero siente una barrera. Filmar unos rostors que le fascinan en un bar y que tienen que ver con el mundo obrero e intentar vincularse es una manera de buscarse así mismo en esa relación, de saber dónde situarse en ese mundo si está siente que está en un lado pero su día a día le dice que está en otro.
Pensaba mucho en Mekas cuando decía que “el mundo necesita tanto poetas como obreros”. Quizá darse cuenta de que lo que haces, si lo haces con integridad y honestidad, sigue siendo trabajo artesanal.
-Estados mentales, estados de ánimo, estados climatológicos, Las altas presiones me parece una película dual en el sentido que es muy física, tanto en su puesta en escena como en el contenido del plano, como otro sentido más etéreo, menos tangible. Más interno.
Sí, quizá porque mi primera reacción me suele venir por algo más sensible, poético si quieres. Reaccionar a un paisaje, a un clima, a un sentimiento que no sabes bien definir pero que está ahí. Cuando decido filmar algo surge más por ese impulso antes que por pensar en un tema del que quiero hablar. Captar una sensación. Aunque es una película de ideas en muchos sentidos también queríamos recoger esa pulsión más irracional. Por otro lado, Galicia tiene ese paisaje y esa idea asociada tradicionalmente a la melancolía que en muchos sentidos es inevitable al ser sentir gallego pero busco reaccionar a ello.
-Ruinas… Las ruinas funcionan en diferentes niveles, pero me interesan en su pura fisicidad, en lo que evidencian como pasado (para el personaje) de algo que ya no está y no se puede recuperar, pero también como muestra de una mala gestión, de una desidia política.
De nuevo esa dualidad, que todos los elementos sirvieran en varias direcciones. La idea del paisaje romántico sin la gloria del romanticismo, ese orgullo o idea de un pasado mejor y más grande. Hay cierta conexión sensible a través de la mirada pero sin mitificación; quería constatar esa relación entre el interior del personaje y ese exterior que habla de distintas crisis. Aunque no son ruinas de esta crisis, vienen de más atrás y muestran de dónde viene parte de la actual.
-Miguel es un personaje a punto de estallar, inestable. Pero a su alrededor aparecen una serie de personajes, sobre todo femeninos, alrededor de los cuales parece encontrar cierta calma, cierta consolación.
Sí, tratábamos trabajar en esa línea. Ahora, al verlo con perspectiva, mi sensación es que quizá está un poco forzado ese punto. Pienso que es como esas películas rápidas a las que se refería Bresson en las que aparentemente parece no suceder nada pero que están constantemente moviéndose cosas internamente con diferentes velocidades. Quizá ahora si me lo replantease cambiaría cosas en ese sentido, pero sí es verdad que hay esa sensación de estallido. Hablábamos mucho de la música y de la expresión corporal, esa idea post-punk de reaccionar violentamente o de contraste entre la quietud y el movimiento.
- Sí, porque la música es un elemento primordial para ampliar lo anterior. Para completarlo.
Por un lado, Andrés y yo tuvimos muchas conversaciones de la música. Fernando Franco, el montador de la película, nos conocía a los dos y nos dijo que nos teníamos que conocer, porque escuchábamos los mismos discos. No solo porque fuera un buen actor y pudiéramos encajar, sino porque sabía que podríamos hablar de lo mismo. La música fue muy importante porque nuestra educación musical es idéntica. Por otro lado, queríamos captar también una escena musical que hay ahora en Galicia, “Galician Bizarre”, gente muy joven que se asocia, que intercambia sus miembros. Queríamos absorber su energía, que es brutal.
-Personajes femeninos…
En el primer guion había otros dos personajes femeninos previos a su regreso a Galicia… El personaje de Miguel tiene en realidad una enorme frustración y es evidentemente que necesita el amor y lo va buscando de manera torpe. No queríamos que fueran simples vehículos de sus frustraciones, aunque evidentemente juegan un papel muy importante en ello, que tuvieran cada una su oportunidad, su fondo, su capacidad de decisión, que no reaccionaran tan solo alrededor de Miguel. Una recupera algo de su pasado y la otra representa alguna forma de promesa, de intuición de futuro, de encuentro entre dos personas que conectan.