Este lunes 25 de mayo, a partir de las 19h, el escritor, sacerdote y pensador argentino Hugo Mujica protagoniza la nueva entrega de #LDeLírica, el ciclo de sesiones poéticas que organiza el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de la mano de Gonzalo Escarpa y, durante el confinamiento, nos entra en casa por streaming. Mujica vivió de los 19 a los 30 años en la efervescente Nueva York de la década de los 60, junto a Allen Ginsberg. Después, se retiró a un monasterio trapense y pasó siete años en silencio, además de comenzar a escribir poesía y ensayo, géneros distintos para enfrentarse a los mismos enigmas, y siempre con su vida y sus viajes como materia prima.
El título de la charla que va a mantener en Ámbito Cultural es Hugo Mujica. Casi en silencio. ¿Qué relación tiene el silencio con la poesía? No sé con la poesía toda, en mi caso el silencio es su raíz, empecé a escribir poesía durante mis años de voto de silencio, en el silencio nació mi poesía y yo como poeta. El “casi” creo que es el lenguaje poético, el que más se acerca al silencio, el que si, es verdadera poesía, lo da a escuchar.
El último poemario suyo que se ha publicado en España es A la estrella lo inmenso (Ed. Visor). ¿Lo fugaz es más valioso que lo imperecedero? Lo único que creo imperecedero es la vida, lo que muere es llamarla “mía”, la ola que soy, mi puñado de tierra que cultivé. Es esa fugacidad la que me conmueve, me emociona, el último poema de ese libro lo dice: “amar desde ya lo que nunca seremos/ así la eternidad/ así cada latido”.
Sus primeros poemas estaban más ligados a lo existencial y la soledad, y después ha ido adoptando una perspectiva más cósmica, ¿no? Sí, también era más joven, más centrado en mí, como corresponde, después me fui abriendo, viendo desde mí y no a mí, diría que me fui liberando, la poesía me liberó, me dio universo…
¿Importa más la estética o el tema? Importa que sean uno, que el tema se manifieste bellamente, sin dualidad.
Hace varios poemarios que viene usted cuestionando la concepción del mundo imperante en Occidente. ¿Cree que el coronavirus ha demostrado también la fragilidad de este sistema? El coronavirus manifestó lo que intentamos negar o distraernos, o pensar que siempre es a los demás y después: que somos mortales, así de claro: nos vamos a morir y si se toma en serio es la vida la que adquiere seriedad, radicalidad instante a instante. Una aclaración por lo de “Occidental”, conozco en parte Oriente: no es la fantasía que tenemos, la que se basa en libros de hace milenios y en monjes color azafrán, Occidente, o sea capitalismo, ya lo conquistó, ahora son ellos los que nos devuelven la pelota, nos venden nuestra mercadería. Es una nueva versión de Occidente
¿Se parece en algo el Nueva York actual al que usted conoció en los años 60? En nada, cuando yo fui todavía había terrenos vacíos… pero lo que es igual, y parece una redundancia: Nueva York es Nueva York. Es una ciudad única, la única que uno viaja para ver lo que es y no lo que fue –como hacemos con Europa y Latinoamérica-. Para mí, a pesar del cambio radical, sigue siendo el barrio donde fui joven. Le debo mucho y mucho le agradezco a esa ciudad donde viví de mis 20 a mis 30 años.
Bob Dylan, Premio Nobel. ¿A favor o en contra? Ni siquiera se me ocurre preguntármelo, habría que comparar sus letras con la mayoría de la poesía y se vería claramente su altura poética.
¿En qué se parece escribir una misa a escribir un poema? La misa ya está escrita desde hace muchos siglos, supongo se refiere a un sermón: bastante, ambas nacen de la escucha, ambas dicen esa escucha, cada una con su lenguaje, pero todo habla de lo mismo, que no es lo igual.
¿Tenemos alguna otra fe que no sea el dinero? Sí, absolutamente, hay millones de gente que vive desde otros valores, son los que no suelen aparecer, los que no tienen voz ni dinero, pero creo que encuentran más sentido en la vida, aun en una vida dura, que aquellos cuya fe es el lucro, los que tampoco tiene voz: repiten slogans.
Usted se tuvo que poner a trabajar siendo un niño. ¿Cómo lo marca a uno la infancia? A mí me ha dado algo que intento no perder, y que es la línea de un tango: “tengo el corazón mirando al Sur”.
¿En qué lo ha ayudado viajar tanto? No sé, soy mis viajes, no puedo verme separado de ellos como para juzgarlos.
Desde hace unos años, muchas editoriales han abierto hueco a la poesía, y hay títulos que venden miles de ejemplares. ¿Significa eso un buen momento para los poetas? El buen momento, incomparable e impagable, para los poetas es el instante en que se crea el poema, el resto siempre es menos.