En el ensayo No lo haré bien, su autora, la periodista Emma Vallespinós, disecciona el 'Síndrome de la impostora’, una forma de inseguridad que el patriarcado siembra en las mujeres haciéndolas dudar de sus aptitudes intelectuales, y llevándolas a considerarse un fraude en el trabajo, en la familia, en la vida pública…

¿Cómo te has atrevido a lanzarte a escribir este libro? 

Porque en la escritura estás muy sola. Tienes la compañía de tu ordenador y poco más, al menos durante un proceso largo. Es ahora, cuando tengo que explicar lo que he hecho, enfrentarme al público, lo que de nuevo despierta esa voz que te repite continuamente que no podrás hacerlo. Debemos ser activistas del sí. Decir que sí y no dejarnos vencer por el fracaso, por la inercia que nos hará decir que no a todo. Domesticar la voz que nos dice que no podemos. 

¿Cómo surgió la idea del libro?

Fue a raíz de algo que me contó mi actual editor. Me contó que una de las autoras de su sello tenía un tic en el ojo producto del estrés. Empecé a pensar en todos los detalles que revelan la inseguridad que sufren las mujeres en momentos en el que sufren tanta exposición, por muy brillantes que sean. Yo también los sufría. Entendí que no era algo individual sino compartido por las mujeres. Una forma de inseguridad estructural, instalada, diferente a la de los hombres. 

Este no es un libro de autoayuda, es un libro para enfadarnos. 

El rencor y la rabia son poderosos para dejar de hacer cosas. Debemos dar un paso adelante. Hagámonos escuchar, no temamos. El feminismo nos ha empoderado: quizá hace diez años yo no habría pensado en los términos de este libro, ni siquiera lo habría escrito. Nos ha dado la rabia, que es una herramienta fundamental para que detectemos el pisoteo de derechos. Nos hemos cansado de esperar, de que alguien haga algo. 

¿En qué consiste el síndrome de la impostora?

Tiene que ver con un miedo apocalíptico al error, que te hace decir ‘no’ a todo, cuestionarte, pensar que tus éxitos son producto de la buena suerte y no del talento. Las mujeres hemos estado pasado mucho tiempo viviendo este síndrome en silencio. Se debe a la manera como nos han educado en el patriarcado. Este sistema excluye a las mujeres del espacio público y cuestiona sus puntos de vista y sus conocimientos. 

Una expresión o prolongación de ese síndrome de la impostora está en la dictadura de la imagen. 

Sí, esta sociedad nos hace pensar que tenemos que ser perfectas en todo, y especialmente en nuestra imagen. Tenemos que ser guapas y jóvenes. Pero el mensaje que nos llega es que nunca seremos tan estupendas como aquellas que salen en las películas, en las redes sociales. Y si envejeces, lo tenemos que disimular. Somos físico. Es insoportable.

El síndrome de la impostora también está vinculado a la salud mental. 

El libro está muy relacionado con un psicólogo que me ayudó a combatir el malestar que viene asociado a este síndrome: nos negamos a hacer cosas que deberíamos hacer, y nos negamos por falta de autoestima.  

Recuerdas que tenemos derecho a no ser brillantes. 

Las expectativas de los demás nos presionan, pero pesan aún más las propias expectativas, ir siempre con la lengua fuera para llegar a todo. Es un ideal imposible, nunca vamos a llegar a la perfección absoluta.