El quinto título de Thomas McCarthy como director es una excelente película que narra el proceso de investigación que realizó el equipo de periodistas de la sección Spotlight del diario The Boston Globe cuando destapó, en enero de 2002, una amplia trama que encubría numerosos casos de sacerdotes acusados pederastia que salpicó a la mismísima archidiócesis de Boston.

Una columna publicada en el propio The Boston Globe haciendo referencia a un caso de abusos a menores en el que el implicado es un sacerdote, John Geoghan, y del que el abogado de las víctimas, Mitchell Garabedian, (Stanley Tucci), afirma que, tanto las autoridades eclesiásticas como la ley, tenían conocimiento de los hechos desde hacía más de quince años, enciende la mecha cuando el nuevo editor del periódico, Marty Baron (Liev Schreiber), encarga al equipo de periodistas de la sección "Spotligh" (que se podría traducir por "foco de atención") una investigación en profundidad sobre el asunto. Una investigación que, tiempo después, acabará sacando a la luz la compleja trama que, desde hacía décadas, llevaba a cabo la propia archidiócesis de Boston en la que ocultó a 249 sacerdotes acusados de pederastia tan sólo en aquella ciudad generando un gran escándalo que sacudió a la Iglesia Católica cuando el diario lo publicó en enero de 2002 surgiendo numerosos casos más, y no solo en los Estados Unidos. Un trabajo que, por otra parte, le supuso al periódico el Premio Pulitzer por Servicio Público al año siguiente.

A partir de estas premisas, Thomas McCarthy concibe con precisión un sobrio film que desprende un hálito cercano a Todos los hombres del presidente (All the president's men, 1976) en la que Alan J. Pakula narraba las indagaciones de Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos jóvenes periodistas de The Washington Post a quienes ponían rostro Robert Redford y Dustin Hoffman y que destaparon el caso Watergate. Un film con el que Spotlight tiene una casual coincidencia ya que Ben Bradley Jr. (John Slattery), el jefe de redacción de quien depende el equipo de periodistas de Spotlight que dirige Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton), es hijo en la vida real de Ben Bradley, el editor del citado Washington Post a quien encarnaba Jason Robards en el film de Pakula.

 

Pero más allá de esta coincidencia, Spotlight desprende un aliento similar a Todos los hombres del presidente porque sus protagonistas pertenecen también a esa raza de periodistas entregados en cuerpo y alma a buscar de la verdad. Un espíritu, en cierta manera, intemporal que McCarthy enfatiza al retratar una redacción a la vieja usanza, a pesar de que ésta cuenta con ordenadores y conexión a internet. Algo que subraya con una estética en la que predominan las tonalidades apagadas características de las imágenes de los años setenta, aderezada con otros elementos como el propio vestuario, con el tradicional aspecto del periodista en mangas de camisa, alguno de ellos con su perenne corbata, o del atrezzo mismo, porque, por dar un ejemplo, Mike Rezendes, a quien interpreta Mark Ruffalo, conduce un anticuado modelo de automóvil. Un hálito con el que el cineasta no solo trata de remarcar que la búsqueda de la verdad es una cuestión atemporal e inherente al oficio, sino que los hechos que en este caso se sacan a la luz vienen sucediendo desde hace décadas, siendo hoy en día un tema que sigue estando de actualidad.

McCarthy muestra con precisión los detalles de una compleja investigación en la que el equipo de periodistas se enfrenta a numerosos obstáculos burocráticos, se entrega a minuciosos rastreos de archivos, se entrevista con las propias víctimas y con sus abogados, como Garabedian un personaje que exhala un aire quijotesco en su particular lucha contra los estamentos de la ciudad. Unos personajes de quienes por otra parte apenas se sabe de su vida privada, salvo por algún que otro dato que sale durante sus conversaciones o por determinadas secuencias que muestran a alguno de ellos en su ámbito privado, porque lo importante para el cineasta es el desarrollo de la investigación en sí, sin interferencias que puedan distraer al espectador.

 

Como otro de los aciertos del film es que tampoco exhibe los rostros de los pederastas más allá de alguna que otra fotografía en un anuario, ni siquiera a ningún otro miembro del clero, salvo al Cardenal Law (Len Cariou) que es máxima autoridad de la archidiócesis de Boston, aunque presente en escasas pero breves secuencias. Una forma metafórica de enfatizar no solo el mutismo y el secretismo del que hacen gala las autoridades eclesiásticas quienes para acallar el asunto recurren a argucias legales para ocultar la documentación existente sobre los procesos judiciales en los que están implicados sus miembros, sino como una forma alegórica de acentuar una "epidemia" que no conoce nacionalidades. Incluso las conversaciones entre los periodistas y un antiguo sacerdote, Richard Sipe, que presta servicios psicoterapéuticos tanto a curas como a las víctimas de abusos sexuales de aquellos y a quien la Iglesia desacredita por sus estudios, son siempre a través del teléfono. Conversaciones en las que Sipe les proporciona algunas claves para su investigación.

La cámara de McCarthy sigue el trasiego de los protagonistas por los pasillos de la redacción o capta, por medio de planos generales o planos medios, las reuniones en los despachos y las salas de la redacción, reservando el uso de primeros planos para acentuar los clímax dramáticos cuando surge un nuevo descubrimiento o de los propios testimonios de las víctimas. Al mismo tiempo que, a través de un montaje en paralelo, muestra las diferentes lineas de investigación que lleva a cabo cada uno de los periodistas del equipo, todo ello articulado un ritmo que, a su vez, va poco a poco in crescendo.

 

Además, salvando las diferencias, que son grandes, Spotlight podría ser un complemento, aunque dentro del terreno temático, de la magnífica película de Pablo Larraín, El club (2015), un film que gira en torno a un pequeño grupo de sacerdotes desterrados por las autoridades eclesiásticas a una casa situada en una apartada población costera a causa de su oscuro pasado por abusos sexuales. De hecho, McCarthy hace también alguna referencia a esos “centros de rehabilitación”. Pero más allá de estas cuestiones, Spotlight es una magnífica película que a buen seguro provocará cierta incomodidad, aunque dependerá de los ojos de quien la mire.