Conversamos con los actores Joaquín Hinojosa y Beatriz Arjona, protagonistas de La línea del horizonte, obra del dramaturgo y cineasta Carlos Atanes. Con una excelente puesta en escena que dirige el propio Hinojosa, la trama, ambientada en 1927, narra el encuentro entre una joven actriz y un hombre maduro en la cubierta de un trasatlántico con rumbo a América. La obra se representa en los Teatros Luchana de Madrid (C/. Luchana, 38) todos los viernes de febrero y marzo a las 20:30h.

¿Como surge el proyecto?
Joaquín Hinojosa: Mi relación profesional con Carlos Atanes comenzó hace seis  años, relación que luego se convirtió en amistad. Artística e intelectualmente me sentí muy próximo a su sarcasmo, a su sentido del humor, más que negro, y eso me hizo sentirme cercano tanto a su persona como a sus textos. Además he participado en algunas de sus obras teatrales, –La quinta Estación del puto Vivaldi (2014), El hombre de la pistola de nata (2012) y otros proyectos aún por realizar–, así como en su película Gallino, the Chicken System (2012). Todo su universo creativo, tanto en cine como en teatro, me parece que tiene un común denominador con el que yo me identifico: el nihilismo, la exasperación y el humor ácido y a veces desesperado. Una desesperanza tierna, de la que emana un espíritu de revuelta, situada en unos territorios apocalípticos, que a veces son materiales, –un paisaje desolado y opresivo, una fábrica abandonada, un mundo en ruinas…–, y otras veces son espacios morales y psicológicos. Todo esto, unido a la riqueza verbal con que se expresa, me resulta profundamente atrayente y tentador. El caso es que hace dos meses me dijo que tenía una nueva obra y me propuso dirigirla. La leí en una noche y al día siguiente le dije que sí. Me dio libertad para trabajar el texto y me sugirió que además interpretase el personaje masculino. Como compañera de escenario me propuso una actriz, Beatriz Arjona, a la que yo no conocía, pero que me gustó mucho desde el primer momento, –aparte de por el talento que demostraba en algunos trabajos suyos colgados en internet–, por su gracia, simpatía y sensualidad, que eran condiciones que el personaje requería. Y así comenzamos el proyecto.

¿Es la primera obra que haces con Carlos Atanes?
Beatriz Arjona: No, ya había interpretado el personaje de Mary Shelley en La abuela de Frankenstein (2016), una obra suya de microteatro que fue un placer ensayar y representar. Ahí nos conocimos. Me gusta mucho como escribe Atanes porque creo que su lenguaje es un regalo para el actor. La línea del horizonte tiene un juego y una riqueza verbal que exigen un enorme esfuerzo de memorización. Cuando yo me sumé al proyecto, saber que la obra la iba a dirigir Joaquín Hinojosa me ilusionó porque conocía algunos de sus trabajos y lo admiraba profesionalmente. Para mí ha sido un lujo trabajar con él. Me dio mucha libertad. Y ha sido un proceso muy interesante ya que, aparte de la relación director–actriz, a lo largo de los ensayos nos fuimos conociendo como personas, una experiencia que ha impregnado los ensayos y a los personajes.

Hay una primera parte de La línea del horizonte en la que prácticamente sólo habla ella y una segunda en que es él quien toma la palabra
Joaquín Hinojosa: Verbalmente es una pieza sinfónica. Hay que afrontarla musicalmente, casi como un diálogo entre instrumentos. En la obra se enfrentan un hombre maduro al que su experiencia vital ha hecho escéptico y descreído, –que podría ser un actor que ha llegado al final de su recorrido, que es lo que soy yo en la realidad, y lo digo desde la más absoluta y feliz tranquilidad–, y una cantante de varietés que representa una visión opuesta porque, aunque tiene ya un sólido recorrido profesional, aún está en plena juventud, llena de ilusión y de entusiasmo. Yo creo que la obra es una confrontación muy interesante de dos de visiones de la profesión, que es tanto como decir de la vida. Pero no quiero dejar de señalar que, a pesar de mi absoluto descreimiento, mantengo intacta mi capacidad para entusiasmarme y disfrutar apasionadamente con cada proyecto en el que decido embarcarme. Para mí, cada aventura en la que me incluyo es un ejercicio de contención del Alzheimer, de puesta a punto mental, de ITV de mi memoria, de mi cuerpo, de mi sensibilidad, de mi relación con los demás, de mi manera de interpretar y dirigir. Y con un material como el de esta obra de Atanes decidí aventurarme con todas las consecuencias. Afortunadamente, la química que ha habido con Beatriz ha sido fantástica.

La obra, que transcurre sobre la cubierta del trasatlántico francés Île du France, trata diversos temas, como esa dicotomía tan actual entre lo que es ser estrella, es decir, la búsqueda de la fama, y lo que es ser actor, ser creador de verdad sin importar la celebridad.
– Beatriz Arjona: Es algo que siempre ha existido, aunque actualmente ha adquirido una dimensión mayor en gran parte por las redes sociales, que dan una mayor visibilidad y facilidad para obtener una fama rápida. En 1927, año en el que transcurre la obra, París era la capital del arte y la cultura y quizás la red social de la época, en donde seguro ya se podía apreciar esa dicotomía entre hacer y dejarse ver hacer. Y de ese París parte mi personaje, rumbo a otro objetivo aún mayor. De ahí que este tema se plantee en la obra, ¿Qué busca ella? ¿La fama? ¿El reconocimiento?... Creo que busca cumplir su sueño, poder trabajar como artista, y seguro que le encantaría conocer a Mary Pickford, a Pola Negri y a Chaplin. Pero no creo que la empuje solo el hecho de conseguir la celebridad. El encuentro con el personaje que interpreta Joaquín hará que vuelva a replantearse su situación.

Joaquín Hinojosa: Sí, también creo que siempre han existido actores y han existido estrellas. La verdad es que, ya desde los tiempos del teatro isabelino, el teatro ha sufrido de esos avatares. Quiero decir con esto que, en mi opinión, ha habido momentos históricos en lo que se estaba obligado a ser estrella. Que si no eras estrella no eras nada. Que si no conseguías determinado nivel de influencia, de notoriedad, que si no alcanzabas a ser el oscuro objeto del deseo de un grupo social determinado, no eras nadie. No es que te quedases en segundo plano, es que no existías. Estabas simplemente al servicio de una propuesta artística, –aunque fueran los ballets rusos, la compañía de Molière, la del Globe o la de Juan Rana en el Corral de Comedias de Alcalá–, en la que sólo eras una pieza, prescindible, del conjunto. Pero, desde comienzos del siglo XX, creo que la diferencia fundamental con tiempos anteriores es que los actores, los creadores, sean de cine o teatro, que han sabido profundizar en su arte, que se han preocupado de llegar a la excelencia para transmitir una manera de entender la vida y el mundo, independientemente de que hayan sido o no muy famosos, han tenido, tienen, un propósito común: servir a la sociedad con su trabajo, con su manera de difundir su pensamiento, con su manera de entender y explicar al ser humano; es decir, entienden el ejercicio de su profesión como una forma de ayudar a que el mundo sea un poco mejor. Con la estrella esto no sucede, porque “la estrella” es un ente del que alguien o algo se apodera para servirse de ella y utilizarla para sus fines, no sólo económicos. Hoy hay actores y creadores muy famosos que son, en gran medida, dueños de su carrera. Pero también ocurre que hay una enorme masa de juventud que confunde ser actor con ser estrella, que no piensa que el trabajo del actor, del director, del escritor, sea un trabajo duro y esforzado que precisa de una rigurosa preparación y un nivel cultural. Se piensa que la fama y el dinero llegan por la suerte, por ser gracioso o escandaloso, por aparecer un par de minutos en un reality show o tener muchos seguidores en las redes. Cada vez hay más información y menos formación… Lo que no es el caso del personaje de Beatriz en la obra, que ha empezado desde abajo, que no ha tenido mucha suerte hasta el momento, pero que ha trabajado, ha sufrido, ha resistido y soportado mucho, y ha conseguido salir adelante.

Hasta que ella se encuentra con el personaje de Joaquín
– Beatriz Arjona: …Si, y como ya he dicho, este encuentro hará que vuelva a replantearse su situación. Y esto me lleva a pensar en que me identifico y coincido en parte con ella, con su historia, con sus sueños. Creo que las dos partimos de un mismo objetivo inicial; vivir de nuestra profesión, trabajar para evolucionar, para ser cada vez mejores en lo que hacemos. Y que, mientras, la suerte juegue sus cartas.

Hay una frase de Albert Camús que dice que “el éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo”.
Joaquín Hinojosa: Tiene mucha razón. Aparte de que, hoy en día, en esta sociedad tan “redificada”, en la que las redes sociales proporcionan una fama global de la noche a la mañana, es verdad que el éxito viene muchas veces por razones azarosas, independientemente de que te lo hayas trabajado o no, de que seas honesto o deshonesto, guapo o feo, riguroso o chapucero. De repente ocurre “algo” que, si es acogido por las redes con profusión y exuberancia, en apenas unas horas convierte en famoso a cualquiera…

Beatriz Arjona: … y a solo un golpe de click.

Joaquín Hinojosa: …Yo, pese a todo, creo que hay mucha gente famosa que goza de un prestigio que se ha ganado a pulso… Actores, directores, escritores, cineastas, que se lo han trabajado día a día y año tras año, elaborando un mundo y un estilo propios, y que se merecen el lugar que han alcanzado.

Pero siempre ha habido muchos que han sido grandes profesionales y que no han conseguido ese éxito o al menos un cierto éxito. Y pienso por ejemplo en grandísimos actores y actrices, muchos de reparto, tanto de cine como de teatro, que hoy en día son poco conocidos o a los que recuerdan muy pocos.
– Beatriz Arjona: Yo firmo ahora mismo por ser una actriz de reparto. Todo depende de donde cada uno ponga sus miras, de donde ponga el foco, de donde se vea. Ahí está la clave del éxito, llegar a donde tú quieres. Y no tiene por qué ser un lugar fijo, puedo ir cambiando como cambiamos nosotros día a día; o no, lo tienes tan claro que no cambia, que solo te ves ahí, por eso es tan personal. Cada uno nos vemos en un lugar diferente aún siendo de la misma profesión: Nueva York, Los Angeles, Madrid, teatro, cine, televisión…Yo me veo viviendo de mi trabajo, que no es poco, teniendo mi propia compañía en gira, haciendo bolos y disfrutando del proceso. Del éxito en general se encarga el azar sumado al trabajo. Para mí el más importante es el éxito personal. Y a veces no lo vemos. Ya es un éxito, de por sí, mantenerse en esta profesión.

Joaquín Hinojosa: Recurriendo al título de un texto que me entusiasmó en su momento, Cuando desear todavía era útil de Peter Handke, yo diría que al principio de mi carrera mi deseo era ser el mejor, perfeccionarme, conseguir hacer determinados papeles. Y en función de ese deseo programé mi vida y además tuve mis 15 minutos de fama, mi pequeño momento de esplendor. Y hasta parecía que me iba a comer el mundo. Pero me negué siempre a utilizar un elemento que yo aborrecía y que era la autopromoción, la publicidad, la vida social que impulsara mi vida profesional. Rehuía todo aquello. Si lo hubiese aprovechado quizá ahora tuviese poder, por prestigio o por fama, para hacer los proyectos que realmente me interesan y que no he podido realizar precisamente porque no tenía esa fama o prestigio. Y esa actitud fue una torpeza, una equivocación: pensaba que bastaba con la honradez y el trabajo bien hecho, que mi trabajo hablaría por sí mismo. Y eso no es así. No basta. Hay que tener, además, un motor de ambición y capacidad de autopromoción hecha con inteligencia. Dicho esto, también debo decir que me siento enormemente dichoso con mi vida y mi carrera. He sobrevivido haciendo un trabajo que me apasiona, y eso es un privilegio.

Volviendo a la obra, al transcurrir su trama en un barco, tiene una puesta en escena tan sencilla como compleja y que en mi opinión habéis resuelto con brillantez.
Joaquín Hinojosa: Como todo teatro realizado hoy en día dentro del terreno independiente, no disponíamos de mucho presupuesto y tuvimos que hacer de la necesidad una virtud, creando un espacio minimalista y de sugerencias que apelan a la complicidad imaginativa del espectador. Y hay que decir que la productora de la obra, Marta Timón, colaborando como escenógrafa, ha aportado ideas y soluciones eficaces y muy brillantes.

Hay como una sensación de una especie de resurgimiento del teatro porque, desde hace un tiempo a esta parte, han aparecido numerosas salas, muchas de ellas pequeñas.
 Beatriz ArjonaSi, sobre todo en el teatro independiente. Tiene un lado muy bueno y es que precisamente este resurgimiento de nuevas salas hace que haya más trabajo y que la gente pueda mostrar sus proyectos. Pero también hay un lado negativo y es que no hay un público real para tantas salas. Parece que llegó un momento en que había mucha oferta pero no tanta demanda. En una misma noche hay un montón de salas con obras.  ¿Qué público es real y qué público se alimenta del propio público que es el de la propia profesión? Creo que al fin y al cabo un proyecto quiere llegar a un público real, que es ese público que viene al teatro sin conocerte personalmente, que llega a tu obra a través de una entrevista, una crítica, una publicación. Este es el público que cuesta conseguir a veces. El público de la profesión, que es maravilloso, es por el que subsistimos.

– Joaquín Hinojosa: Creo que este resurgimiento fue positivo hace siete u ocho años cuando empezó. Pero como en todos los movimientos, tuvo su nacimiento, su culminación, y su estancamiento y su declive. Lo que al principio era una eclosión de creatividad hecha con pasión y con escasísimos medios, sirvió para hablar de renacimiento teatral, pese a que sólo se repartiese miseria entre sus artífices. Pero eso ha empezado a desmoronarse desde el momento en que la creatividad del principio se ha ido convirtiendo en una reiterativa repetición de fórmulas y la miseria económica permanece. Los creadores, gastan su sangre y su talento a cambio de nada. Por otro lado, hay una especie de endogamia absoluta: nos consumimos a nosotros mismos. Hay unos pocos miles de personas en Madrid que son los que vienen a ver este tipo de teatro, que son nuestro público, pero que no crece ni se renueva. Y después están los teatros nacionales que se llenan, por unas semanas, independientemente de la calidad de los montajes. Pero el teatro de verdad, aquél en el que unos seres humanos hablan a otros seres humanos sobre los seres humanos, tiene unos pocos consumidores que siempre son los mismos.

Además en este país tampoco ha habido mucho interés por la cultura en general.
Joaquín Hinojosa: Esto es una de las cosas que nos diferencia de países como Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Suecia, Noruega o Dinamarca, en los que el teatro sigue siendo un fenómeno de masas. Por supuesto no al nivel del fútbol o de los conciertos de rock. Pero todos los teatros tienen un público que los nutre y sus ciudadanos están orgullosos de ello y de sus creadores. En España esto se acabó en el siglo XIX. Tras la guerra civil la ebullición teatral persistió todavía un poco con cientos de teatros en activo. Pero a partir de los años 50 del pasado siglo eso fue disminuyendo hasta llegar a la desertización actual.

– Beatriz Arjona: Hay diferencias con otros países hasta en los espacios, en la arquitectura. Solo ya las casas de la cultura que hay por ejemplo en Suecia, y hablo de una ciudad de provincias como Malmö, donde reside mi hermano, y no de Estocolmo que es la capital, parecen casi el pabellón de una exposición universal. La biblioteca, el teatro, la danza, los festivales…

Pero volvamos a La línea del horizonte y a esa concepción minimalista
Joaquín Hinojosa: Como ya he señalado, la escena es un espacio de sugerencias que rehúye el realismo, sugerencias que las palabras abonan y sostienen. Y es al mismo tiempo una metáfora, tanto del propio texto como del mundo de Carlos Atanes. La línea del horizonte es la visión obsesiva de un objetivo inalcanzable, y si estás siempre pendiente de ella llega un momento en que pierdes el sentido de la realidad que pisas.  En la obra se teatraliza ese cara a cara entre el realismo y la ilusión.

Porque también, en cierta manera, entre los dos personajes hay como una suerte de  juego de espejos
Joaquín Hinojosa: Si porque mi personaje ha sido como ella en su juventud, y ella quizá ve en el mío como puede ser ella en el futuro.

Beatriz Arjona: Es algo obvio, porque mi personaje en cierta manera puede ver en el personaje de Joaquín esa sombra, esto es así. Y esta chica no sale de una casa de muñecas, sino de un cabaret donde a diario ha visto muchas cosas. Y lógicamente, cuando lo ve a él, es consciente de la realidad y la siente. De hecho, en un momento dado, él le pregunta: “¿Verdaderamente es usted tan ingenua como aparenta?”



Joaquín Hinojosa: Mi personaje tiene una visión cínica y desencantada de la vida, mientras que el de Beatriz aún está pleno de vigor y de esperanza. Se podría decir que ella ha matado las ilusiones sin perder la esperanza, pero que yo sí que he matado a ambas. Este enfrentamiento está en la obra, y quien guste del teatro de la palabra, que así es el teatro de Carlos Atanes, aquí la encontrará en su máxima expresión. Y la interpretamos en escena dos personas que, creo yo, de alguna manera, en nuestra realidad vital, sentimos y representamos esas dos posturas.



Beatriz Arjona: Ay… En palabras de mi personaje en un momento de la obra: “Usted no sabe lo fuerte que hay que ser en mi profesión para poder resistir y seguir adelante sin perder la esperanza”.


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(fotos: ©Jacobo Medrano)