Con la llegada del verano y las vacaciones, el número de desplazamientos por carretera aumenta de manera significativa y con ello, el riesgo proporcional de sufrir un accidente. Un mayor número de viajes implica un aumento del volumen de la circulación y, por ende, un crecimiento del riesgo de incidencias viales. Sin embargo, aunque el aumento de vehículos sea un factor a tener en cuenta en general, durante el verano aflora otro enemigo de la seguridad vial: el calor.

Las altas temperaturas registradas a lo largo de las últimas semanas en todo el territorio español suponen, de acuerdo con el RACE, un "peligro añadido" para los conductores. El calor influye de manera negativa en diversos ámbitos: en primer lugar, algunos elementos del coche (los neumáticos, los frenos, la mecánica…) se ven resentidos y, en segundo lugar, la capacidad de reacción y el bienestar mental y físico del conductor se pueden ver afectados, provocando un aumento en su tiempo de reacción.

¿Cuál es la temperatura ideal para conducir?

De acuerdo con el RACE, la temperatura que debe marcar el termómetro durante la conducción para evitar cualquier contratiempo está entre los 21 y 23 grados centígrados, y que no hacerlo en estas condiciones puede "poner en peligro" el trayecto en carretera.

Paralelamente al control de la temperatura del vehículo, también es recomendable realizar revisiones periódicas, cuando sea necesario, de aquellos sistemas responsables del acondicionamiento térmico del vehículo, como son el del aire acondicionado y los diferentes líquidos del coche.

A su vez, se recomienda viajar en las horas menos calurosas del día, evitando las horas centrales. Comer adecuadamente antes de conducir, hidratarse y, en caso de realizar viajes largos, descansar cada dos horas o 200 kilómetros de trayecto, son también consejos clave para evitar problemas relacionados con el calor, la deshidratación y la fatiga.