Este verano, la playa de Can Comes, situada entre Sant Pere Pescador y Empuriabrava, frente al parque natural de los Aiguamolls de l’Empordà, pasará a tener un régimen de protección que impide el acceso durante todo el año. Se trata del primer tramo de costa de la Costa Brava en el que queda prohibido tanto pasear como bañarse, siguiendo el ejemplo de otras zonas con reservas naturales estrictas como el delta del Ebre o el del Llobregat.

Esto convierte a esta parte del litoral en el primer tramo de costa de la Costa Brava en el que queda prohibido tanto pasear como bañarse, siguiendo el ejemplo de otras zonas con reservas naturales estrictas como el delta del Ebre o el del Llobregat. En total, son 2,1 millones de playas de dunas comprendidas entre la desembocadura del río Fluvià y el río Muga.

La decisión se ha tomado en coordinación con el Ayuntamiento de Castelló d’Empúries y se inspira en experiencias similares, como las que ya se aplican en la Punta de la Banya, dentro del Parque Natural del Delta del Ebro, o en el área de Ca l’Arana, en el delta del Llobregat.

Aunque el itinerario número 3 del parque, que discurría por esta playa, ya no estará abierto al público en general, no desaparecerá. A partir de ahora, solo se podrá recorrer mediante visitas organizadas por el propio Parque Natural, siempre con la compañía de personal especializado.

Estas salidas serán gratuitas, se realizarán en momentos concretos del año y permitirán a quienes tengan interés en conocer la fauna, la vegetación y el paisaje de la zona hacerlo de forma respetuosa, en grupos reducidos y con explicaciones guiadas.

La playa de Can Comes: un espacio clave para las especies en riesgo

El cierre busca facilitar la nidificación del chorlitejo patinegro, un ave pequeña de pecho blanco en situación de vulnerabilidad, así como proteger el entorno de otras especies con alto valor ecológico como la gaviota de Audouin, la gaviota picofina, el charrancito común, el ostrero euroasiático y también la tortuga boba, que pone sus huevos en la arena.

Ponç Feliu, director del parque natural de los Aiguamolls de l’Empordà, explica en declaraciones recogidas por Ara.cat, que se trata de una decisión pionera en la provincia: “En las comarcas gerundenses no había ninguna playa con esta categoría de protección. Ahora este espacio, que actúa como fachada natural de las lagunas del parque, quedará al margen de la actividad humana y se convertirá en la primera playa verdaderamente salvaje de la Costa Brava”, afirma.

Una ejemplar de chorlitejo patinegro en una playa
El cierre de la playa de Can Comes busca facilitar la nidificación del chorlitejo patinegro | EP

Parte de una reserva integral

La playa de Can Comes forma parte de la reserva natural integral del parque, un entorno donde confluyen el mar, las lagunas y los arrozales de agua dulce. La combinación de sedimentos aportados por los ríos Muga y Fluvià genera fondos arenosos y limosos, que acogen una fauna y flora adaptadas a las condiciones del lugar. Se trata de un ecosistema frágil, muy influido por la salinidad y el viento, que corre riesgo si no se preserva adecuadamente.

Hasta ahora, el acceso a esta playa ya se limitaba en primavera, coincidiendo con la época de cría de algunas especies. Con el cierre permanente, desde el parque se organizarán visitas puntuales para dar a conocer su valor ecológico.

La playa de Can Comes cierra para preservar este hábitat natural

A pesar de su riqueza natural, Can Comes también era un punto conocido por su atractivo turístico. Su arena fina, aguas poco profundas y viento constante la habían convertido en un destino habitual para familias y aficionados a los deportes de vela, como el windsurf o el vuelo de cometas. Sin embargo, el tramo ahora restringido era el menos concurrido, en parte por su difícil acceso a pie y su lejanía respecto a las zonas urbanizadas.

Los campings cercanos, como el Almata y el Laguna, seguirán disponiendo de tramos habilitados para la práctica de actividades náuticas, ya que el cierre afecta solo a una franja concreta de playa situada entre ambos.

Una mujer en una playa
Una mujer en una playa.

Un ecosistema que necesita espacio

“La gente concibe la playa como un lugar impoluto para colocar la toalla, como si fuera una piscina, pero en realidad es un ecosistema vivo, muy sensible a la presión humana”, advierte Ponç Feliu al mencionado medio. El director del parque también recuerda que ciertas prácticas habituales, como limpiar la arena con maquinaria o retirar restos naturales arrastrados por el mar, afectan negativamente al equilibrio de estos espacios. “Si se deja evolucionar sin estas intervenciones, la naturaleza se recupera mucho mejor”, concluye.