La Oficina Española de Patentes y Marcas ha denegado el registro de la marca de vino “Hideputa” que la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, había solicitado por considerar que la denominación "es contraria a la Ley, al orden público o a las buenas costumbres" por ser "una calificación denigratoria" y ser "lenguaje vulgar”. Los impulsores de la iniciativa defienden que han elegido el nombre por una mención de Sancho Panza en El Quijote.

Según explica la Sociedad Cervantina, "lo que no consiguieron en el siglo XVII ni la Inquisición, ni el Consejo Real, lo ha hecho en el siglo XXI un estamento oficial español" contra su vino, con el que pretenden "promocionar y difundir la obra cervantina", para lo que "se han inspirado en un fragmento del Capítulo XIII de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, en el que "Sancho Panza mantiene -con el escudero del Caballero del Bosque- una conversación sobre el vino que están degustando y que llevaba en la bota este último, llamándolo 'Hideputa' al propio tiempo que lo alaba por su calidad, por ser de Ciudad Real".

"Sancho Panza lo explica perfectamente diciendo: 'confieso que no es deshonra llamar hideputa a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle'... ¡Es prosa de Miguel de Cervantes!, exclama la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan.

Lo que no prohibió "ni la Santa Inquisición"

La sociedad explica que por "parecerles un nombre muy cervantino, muy significativo del Quijote y sobre todo identificativo del buen mojón (entendido en vinos, catador) que era Sancho Panza, los cervantistas alcazareños iniciaron los trámites de registro de este nombre a fin de que no pudiera ser utilizado por terceras personas, pero la OEPM les ha cerrado las puertas basándose en que la denominación “es contraria a la Ley, al orden público o a las buenas costumbres".

La Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan subraya que en "el siglo XVII estaba en pleno apogeo la Santa Inquisición que ejercía una férrea censura sobre todo lo que se publicaba y que antes de dar a la imprenta una obra, no sólo debía ser sometida al Consejo Real que era quien la autorizaba y fijaba su precio, sino que un estamento eclesiástico debía dar su aprobación de que no contenía nada en contra de la fe católica, lo que se llamaba el imprimátur. Pues bien, ni el Consejo Real ni los estamentos religiosos impidieron a Cervantes que el Quijote viese la luz en 1605. Por el contrario, asistimos 416 años después a que un estamento oficial español censure y tache de vulgar al mejor escritor que en todos los tiempos ha tenido nuestra lengua".