A base de tiros en el pie, en el PP parecían acostumbrados a andar cojos. Era un comentario generalizado en los corrillos periodísticos su tradicional facilidad para meterse en charcos inesperados. Por decirlo en el argot del tenis, para cometer errores no forzados. Parecía que en la nueva cúpula tenían clara la estrategia a seguir: no hacer nada, dejar al Gobierno seguir cometiendo fallos y, eso sí, no meterse goles en propia puerta... Pero las alarmas han saltado en la séptima planta de Génova al equivocarse en una de estas tres máximas y abrir un debate que no estaba en el tablero de la actualidad, el de la idiosincrasia de España

Es cierto que el nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya lo había puesto sobre la mesa en Cataluña, y levantó varias ampollas en sus propias filas catalanas, que no comparten ese discurso que por el contrario sí funciona en Galicia. No obstante, fue Elías Bendodo quien puso al partido en pie para clamar contra ese Estado plurinacional que aseguró en una entrevista que es España… un lunes por la mañana y marcando la agenda. 

Y, cómo no, la clásica maquinaria del PP se puso a funcionar. Los barones llamándose entre ellos, hablando con Núñez Feijóo, comentando con periodistas… lo de siempre. Y acordando que el número tres del partido debía salir y rectificar cuanto antes. Esperar sentado a que se produzca el primer desliz y aprovechar para criticar al protagonista con el consabido “yo ya lo dije”. Tan antiguo como el hilo negro y tan español como el aceite de oliva.

Juanma Moreno, en plena precampaña, quiso cortar cuanto antes un debate que en Andalucía resta mucho y que llevaba camino de convertirse en el mismo garbanzo negro que fue la reforma laboral en el camino electoral de Alfonso Fernández Mañueco. No es el mejor momento para dar votos a Vox y Ciudadanos, que se lanzaron en plancha contra el PP censurando que utilizara los mismos términos que Pedro Sánchez

Pero el debate sobre qué es España ha generado más polémicas internas; sobre todo, las relativas a los largos tiempos que Feijóo se está tomando para configurar el nuevo equipo que evite estos errores no deseados. El PP es un gigante que necesita una dirección organizada que marque el camino o España no es Galicia han sido algunas de las críticas más escuchadas en los últimos días por las esquinas. Poco ha durado la calma interna después del terremoto que propició la salida de Pablo Casado, aunque a decir verdad el incendio de la plurinacionalidad no terminó demasiado en apagarse.

Aunque, si esto no fuera suficiente, el fantasma de la corrupción volvía a proyectarse sobre Génova 13 en forma de los audios de José Manuel Villarejo rescatados oportunamente. El caso Gürtel y las confidencias del comisario se han convertido en el comodín al que vuelve el PSOE una y otra vez cuando interesa cambiar el paso. Determinados audios concretos, eso sí, que cuando se desempolvaron otras conversaciones que afectaban a ministras socialistas la credibilidad otorgada fue radicalmente diferente.

Y mientras tanto, ¿qué ha pasado con la crisis del CNI y todos sus satélites? El Gobierno toma oxígeno y se va de rositas cuando estaba contra las cuerdas debido a la presión de sus socios independentistas catalanes y a la pésima gestión de las escuchas de Pegasus. Si siempre es bueno que haya niños cerca que paguen las culpas de algún destrozo, para Pedro Sánchez resulta muy oportuno que Villarejo o el rey emérito reaparezcan para eclipsar las exigencias de ERC o el enésimo desacuerdo en el Gobierno de coalición.

El mismo PP con distinto traje. Los que ahora ocupan las plantas nobles del PP han cometido muy pronto el mismo error del que acusaban a la anterior dirección: quitarle el foco a la mala gestión del Gobierno cuando más le está erosionando para entrar en debates estériles que no llevan a ningún sitio sin necesidad alguna. Primera crisis en mes y medio. Será muy interesante comprobar cuál es la reacción.