Seguramente no era la intención de Javier Ortega Smith, después de brindar un espectáculo lamentable, dejar para la posteridad una imagen que pasará a la historia y que muestra, de manera palmaria, la cobardía y la valentía, la dignidad y la indignidad, la decencia y la indecencia. Una imagen que, a partir de ahora, se convierte en símbolo de la lucha contra la violencia de género. La ultraderecha negacionista gira la cabeza para no cruzar sus ojos con los de la víctima. Qué paradoja que quienes ganaban votos llamando derechita cobarde a sus propios compañeros de viaje, actúen con cobardía escondiendo la mano después de tirar la piedra.

Hasta ahora, todo era más fácil para los de Vox. Los muertos no hablan y no había posibilidad de que tuvieran que enfrentar cara a cara a las víctimas. Pero apareció Nadia Otmani, una superviviente de la violencia de género, montada en su silla de ruedas y en su grandeza, para decir las cosas a la cara al impresentable secretario general de Vox. Ortega Smith no tuvo ni la valentía ni el decoro de sostener la mirada y optó por darse la vuelta y aguantar el chaparrón que, afortunadamente, se ha convertido en temporal.

Es la segunda vez en muy poco tiempo que Vox revienta un acto por las víctimas de la violencia de género y, a diferencia de aquella primera vez, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, hizo frente a su socio de gobierno. Ya no estaba en contra de “la ideología de género y del feminismo del 8M”, y enfrentó al líder ultraderechista sin cortapisas. La sangría de votos del PP hace que, aunque de manera torpe, los de Pablo Casado den algunos pasos en la buena dirección, porque cuando se vuelcan hacia la ultraderecha, el votante opta por el original y no por la copia. Pero siempre se quedará a mitad de camino si no rompe sus pactos con Vox en Madrid y en los otros municipios y Comunidades Autónomas en los que necesitan su apoyo. Aunque no estén dentro de los gobiernos, las concesiones a Vox son un goteo constante, porque ningún voto es gratis, y hay leyes y presupuestos por aprobar. El mismo día en que Martínez Almeida enfrentaba a Ortega Smith, el Ayuntamiento liderado por él mismo retiraba las placas con los nombres de los republicanos fusilados en La Almudena. No está escrito que sea una cesión a Vox, pero huele muy mal.

Lo mismo vale para la actitud de Begoña Villacís, líder en Madrid de un Ciudadanos en estado de descomposición. Quizá sea el momento de cambiar para salvar a su partido. Lo dicho, no vale solo con un enfrentamiento con la ultraderecha para la galería. Se necesita acción. Se necesita poner un cordón sanitario real a los radicales.

Bien harían PP y Ciudadanos, que tanto presumen de defender la civilización occidental y cristiana –recordemos al alcalde de Madrid priorizando a Notre Dame por sobre el Amazonas- en leer el Nuevo Testamento: “Por los frutos los conocerán”. Dicho de otra manera: Obras son amores y no buenas razones.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com