Fuentes cercanas al alcalde de Madrid han reconocido a ElPlural.com el conocimiento del rumor de la existencia de unos documentos gráficos del edil en actitudes poco decorosas. Con Pedro J. aprendimos que la vida privada nada tiene que ver con la vida profesional y que el uso de estos vídeos sólo define a quien los comparte y no a quien los protagoniza.

El 2 de octubre de 1997, El Mundo publicaba en su portada que se preparaban vídeos ´trucados´ contra Pedro J. Ramírez, su director, para desprestigiarle. En los días posteriores aprendimos una lección democrática: Lo privado es político. Y con esa congoja, hemos llegado hasta nuestros días.

Quizá va siendo hora de aliviar ese peso. Lo que cada uno haga de puertas para adentro, es cosa suya. Sólo hay un límite: la ley. El uso de aceite Johnson & Johnson no deslegitima el periodismo. Del mismo modo que una noche de alcohol y juerga con las amigas jamás debería definirte como persona, y mucho menos como política. Eso le pasó a Sanna Marin, primera ministra de Finlandia. Un vídeo de una fiesta casi le cuesta el puesto. La izquierda de nuestro país se puso de su lado, como no podía ser de otra forma. Como debería hacer cualquiera. ‘Girls Just Wanna Have Fun’, que cantaba Cindy Lauper.

Si se confirman los rumores y se hacen públicos los vídeos, pronto veremos a José Luis Martínez-Almeida en actitudes poco decorosas. Yo no he visto los vídeos, ni tampoco tengo el menor interés, puesto que mi opinión del alcalde de Madrid siempre tendrá que ver con su gestión y nunca con su privacidad. Ni a él le interesan mis noches ni a mí las suyas. Pero sí que tengo curiosidad por saber cómo Reyes Maroto y Rita Maestre califican, llegado el caso, el, supuesto, despelote.

Será que me hago mayor, pero cada vez me interesan menos estos chantajillos puritanos. He visto de todo. He vivido de todo. Y tanto me da que grandes políticos salgan de antros a rastras o que tomen té inglés en cafeterías elegantes jurando y perjurando no haber probado el alcohol en su vida. La vida es de cada cual. La frontera de la legalidad es la única línea que no debe atravesarse. Por eso, digo que será por la edad, cada vez me asquean más los policías de la moralidad. El del corsé rojo derribó con periodismo un gobierno y una resaca monumental no va a hacer peor presidenta a la señora Marin. Si tengo que elegir bando, elijo el de los que viven, se equivocan y, a veces, huyen de su responsabilidad durante una noche. Porque el peso de la política, el peso del poder, necesita escapes, a veces vino y siempre mucha paciencia.

El buenismo bien me asquea. Hasta sentí ternura cuando Pablo e Irene se compraron un chalet en Galapagar, porque vi en ellos el reflejo de muchos jóvenes revolucionarios que ven como la vida les pasa por encima y terminan alejándose del trotkismo para abrazarse, con candidez, al soft liberalismo: El de las urbanizaciones, las barbacoas en la piscina y las conversaciones inflamadas en la sobremesa con una botella de G´vine cerca. He conocido a tanta gente de izquierdas defender el Estado del Bienestar en pequeñas mansiones en las afueras bebiendo vinos que yo no tendría el arrojo de comprar. Y, lo dicho, lo entiendo. Yo lo entiendo todo.

Sea lo que sea lo que salga de Martínez-Almeida, siempre que no traspase el límite del Código Penal, que sepa que no cambiará mi opinión sobre él como alcalde. Y ojalá cunda esta idea: Sólo tenemos una vida. Vivamos. Disfrutemos sin hacer daño y asumamos nuestras responsabilidades con naturalidad.

Creo que todos, absolutamente todos, tendríamos que irnos de España si mañana se filtrasen nuestros whatsapps. Es lo que tiene la vida privada: Que somos señores de nuestras contradicciones y de nuestros odios. Que somos señores de nuestra intrascendencia. Como país, estaría bien quitarnos el hábito de ursulinas, con el que con tanto entusiasmo se disfraza a veces la nueva izquierda populista, moralista y pacata, y dejemos a las personas ser personas. Porque luego nos hartamos de hablar de salud mental, de ansiedad y de vidas rotas por el poder, por la expectativa y por la responsabilidad.