Parece que refluye la marea humana que, en un acto de desafío sin precedentes del reino de Marruecos, empujó a hombres, mujeres y, sobre todo, niños, a nuestro territorio fronterizo de Ceuta y Melilla. El mensaje del comisario comunitario de Promoción de la Vida Europea, el griego Margaritis Schinas fue claro: “La frontera española de Ceuta es una frontera europea. Plena solidaridad con España”. Lo hizo en perfecto español, para dejar claro que violar los acuerdos y fronteras españolas era vulnerar las fronteras de la Unión.  Llamada de atención al soberano totalitario del norte del Magreb, envalentonado por el apoyo estadounidense de Trump en sus aspiraciones territoriales, y no corregido por el nuevo presidente Biden. EEUU, un siglo largo después, sigue interfiriendo en las soberanías ajenas, con soterrados intereses neocolonizadores en lo económico, aunque habría que recordarles que, a demás de desleal, nunca les salió muy bien. Alentar la revolución cubana, por ejemplo, en el 1898, pensando que acabarían convirtiendo Cuba en un estado suyo más, les salió muy caro, y aún hoy lo están pagando ellos, y los cubanos, muchos de los cuales, incluso los nietos de los revolucionarios, suspiran hoy fantaseando con una realidad independiente, pero vinculada a España, al estilo de las Guayanas francesas e inglesas, como territorios autónomos ultramarinos.  Lo digo con conocimiento de causa, amigo y hermano como soy de muchos escritores del caribe, que conocen bien la deriva del comunismo totalitario de la isla, y de las pretensiones, aún hoy, del gigante Yanqui.

De lo sucedido en nuestras fronteras del sur mucho que decir, y la Unión Europea ha sido más firme que la mayoría de la patriótica oposición española, aunque nos quedan imágenes hirientes. En un momento en el que la voz de la política y el Congreso de los Diputados debió ser una, la oposición no perdió la ocasión de intentar erosionar al ejecutivo, con acusaciones disonantes, aunque lo único que consiguieron fue darle una alegría al dictador marroquí, y retratarse como desleales a su país, una vez más. De todas las vergonzosas declaraciones, las más intolerables, como vienen siendo su tono desde que irrumpieron en la política nacional como un tumor maligno, fueron las del partido de extrema derecha VOX, y su líder, Santiago Abascal. Resulta curioso el lenguaje belicista de Abascal, que ya ha utilizado en otras ocasiones insignias y símbolos militares cuando, es de todos sabido, que utilizó sus influencias familiares, él, tan patriótico, para librarse de hacer la MILI. Ya en otras ocasiones, reconocidos militares, condecorados, hicieron declaraciones al respecto como cuando un antiguo miembro del Regimiento de Infantería “Napolés” de la BRIPAC se molestó porque Abascal llevara una mascarilla con la insignia de la Brigada Almogávares VI de Paracaidistas en pleno Congreso de los Diputados. “Es un fanfarrón. Un vividor que se escaqueó de la mili no es digno de llevar ese escudo”, aseguró en una conversación telefónica Guillermo Rocafort, Veterano Legionario y Caballero Almogávar Paracaidista de honor. También cargó duramente contra el líder de Vox por lucir la insignia de la BRIPAC asegurando: “No tiene derecho. Es una unidad militar que pertenece a todos los españoles, con independencia de su ideología”. Pues bien, este macho ibérico que luce insignias que no ha sudado, que se escaqueó de hacer la mili porque le viene mejor alentar a que otros suden y se maten por él, se plantó en Ceuta para alimentar la polémica que sólo beneficiaba al dictador rey de Marruecos. Este hecho, que ya es una desfachatez conociendo sus antecedentes, afeados por los propios integrantes de nuestras fuerzas armadas, no se quedó ahí. El indigno Abascal declaró que lo que se estaba produciendo en Ceuta era una “invasión” por parte de “soldados” enviados por el país vecino. “La mayoría de ellos son varones en edad militar”, ha defendido Abascal, en declaraciones a los medios este mismo miércoles pasado desde Ceuta. Tiene razón, son un ejército, soldados de la miseria que se juegan la vida con lo puesto, aunque no sepan nadar, porque a unos metros de nuestra frontera se mueren de hambre y de tiranía. Son una milicia desalentada por la injusticia y el determinismo geográfico, utilizada por un gobernante sin escrúpulos, que se mide su seboso ego en personas puestas en peligro. Al rey Mohamed VI y a Santiago Abascal le importan lo mismo los seres humanos: nada. No tienen valor para ellos, salvo como piezas sacrificadas en su infantiloide y antidemocrática partida. Frente a eso, y aunque con necesaria firmeza, la humanidad de la ciudadanía ceutí y melillense, de las ONGS y de la Cruz Roja y, sobre todo, como hemos visto en muchas imágenes, la solidaridad de los profesionales de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, de nuestro Estado Democrático, que se han tirado al mar, encaramado a las verjas, socorrido en la playa, a ese ejército de niños y adolescentes que llegaban extenuados, alguno incluso perdió la vida, huyendo de la miseria, de la injusticia, de la crueldad... No saben, inocentes aún a pesar de los tempranos golpes de la vida, que al otro lado, civilizado, se supone,  hay gente tan cruel, tan inhumana, a la que le importa tan poco la vida como a su rey, y que los señalan como ejército invasor, mientras se sientan, cómodamente, en los escaños del congreso, vociferando “patria”, como el señor Abascal.